Los Reyes, el día de la proclamación de Felipe VI
Los Reyes, el día de la proclamación de Felipe VI - jaime garcía
seis meses de reinado

Don Felipe: «Quiero que los españoles se sientan orgullosos de su Rey»

El Monarca ha adoptado las medidas oportunas para devolver a la Corona la autoridad moral necesaria para cumplir sus funciones

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El próximo viernes Don Felipe cumplirá seis meses como Rey, y su forma de ejercer la Jefatura del Estado ya se ha empezado a notar en la opinión pública. A falta de una gran encuesta específica, el último barómetro del CIS (de noviembre) reducía a un 0,3 el porcentaje de personas que consideran a la Monarquía un problema, cuando en junio suponía una preocupación para el 1,1. Igualmente, los sondeos que han realizado algunos medios de comunicación reflejan un aumento muy destacable en la valoración que hacen los ciudadanos del Monarca.

Las buenas percepciones también se reflejan en la calle, donde Don Felipe y Doña Letizia son recibidos con muestras de afecto mayoritarias allá donde van. A la vez, las protestas republicanas han ido perdiendo fuerza.

Evitar el menor error

Seis meses después de su proclamación, Don Felipe sigue empeñado en conseguir que «con mi trabajo y mi esfuerzo diario los españoles se sientan orgullosos de su Rey», como afirma él mismo, y hacia ese objetivo se dirigen sus pasos. Sin dejar lugar a la improvisación, el Monarca ha estrenado su Reinado con unas ideas muy claras sobre lo que debe y no debe hacer, consciente de que en estos momentos un pequeño error puede eclipsar todos los esfuerzos.

Don Felipe asumió la Corona con tres grandes frentes abiertos: la caída de la confianza en la Institución, como consecuencia del caso Nóos y del accidente de Don Juan Carlos en Botsuana en unos momentos de gran desánimo popular; una crisis económica y moral extraordinariamente profunda y larga, y el desafío soberanista catalán en su peor momento de la democracia. Navegar en medio de esa tormenta perfecta requería la mayor prudencia y sabiduría.

Para afrontar el primer problema, el único de los tres de carácter interno, Don Felipe puso a trabajar desde el primer momento y a pleno rendimiento a la maquinaria de la Jefatura del Estado. Por un lado, había que proteger a la Corona para evitar que se repitieran errores del pasado, como fue el caso Nóos, para lo que construyó una muralla de medidas éticas. Y por otro, había que devolver a la Institución la autoridad moral necesaria para cumplir sus funciones.

Orden y control

Para ello, estableció que los miembros de la Familia Real solo puedan desarrollar actividades institucionales que les encargue el propio Monarca o el Gobierno, por lo que no pueden trabajar en empresas públicas ni privadas. Además, dispuso que los familiares del Rey no desarrollarán actividad institucional, salvo algún encargo concreto, y no percibirán retribución del presupuesto.

Con el mismo fin, Don Felipe ha puesto orden y control en los regalos que recibe la Familia Real, que no podrán superar los usos sociales o de cortesía, y ha establecido un estricto código de conducta para el personal de la Casa del Rey, al que se le exige ejemplaridad en el desarrollo de sus responsabilidades profesionales, y también en el cumplimiento de las obligaciones que la ley les exige como ciudadanos.

Una vez adoptadas esas medidas internas en la Corona, Don Felipe dio un paso más y pidió «un impulso moral colectivo» que devuelva la ilusión a una España cada día más escandalizada por los casos de corrupción y las prácticas inmorales. El Rey hizo un llamamiento a mantener «un modo de convivencia basado en la honradez» e instó a recuperar los valores éticos, como «hacer honor a la palabra dada».

El último gran aplauso que ha recibido el Rey fue el que le brindaron los empresarios catalanes en Barcelona el pasado jueves en presencia del presidente de la Generalitat, Artur Mas, en Foment del Treball. En su tercera visita a Cataluña tras la proclamación, pero la primera tras el 9-N, Don Felipe habló allí, por primera vez y con toda claridad, del problema catalán, e instó a «abordar juntos» los retos. Cumplía de esta forma su promesa de «ser cauce para la cohesión entre los españoles», pero a la vez defendió con firmeza el sistema constitucional. Afirmó que «la estabilidad política y la paz social» son «imprescindibles para la modernización de nuestro país» y advirtió, ante Mas, que la «primera responsabilidad de todas las instituciones» es «garantizar nuestra convivencia en paz y libertad». Como ya había anunciado con anterioridad, «encontrarán en mí a un Jefe del Estado leal y dispuesto a escuchar, a comprender», pero también «a advertir y a aconsejar». Y así lo hizo en Cataluña.

Ante la crisis económica

Desde un principio, Don Felipe ha entendido que el papel de un Rey no se limita a cumplir las funciones constitucionales. En su opinión, también debe ser «intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos» y compartir «sus éxitos y fracasos». Por ello, se ha convertido en altavoz de la calle cuando ha reclamado mayores esfuerzos contra la crisis y el paro y mayor protección de las víctimas de la recesión. Desde la independencia y la neutralidad, el Rey ha reconocido que «estamos recuperando nuestro crecimiento económico», pero ha pedido que ese crecimiento se traduzca «en un bienestar real para todos los ciudadanos» y en «una distribución justa y equitativa de la riqueza».