OPINIÓN DE CARNAVAL

Donde fuimos felices

Se confirma como una obra en forma de comparsa que traspasa los códigos carnavalescos para situarse en el corazón del aficionado

Comparsa 'Donde fuimos felices'. MANUEL FERNÁNDEZ

Cristina Braza

Cádiz

De vuelta a sus raíces, Germán García Rendón presenta una propuesta completamente renovada y actual, sobre todo, actual, una alegoría sobre la mente humana. Donde fuimos felices es una comparsa que refleja una de las muchas pandemias silenciosas que sufre la sociedad a día de hoy.

En los tiempos que corren, una apuesta como esta por la salud mental es más que necesaria. Sin embargo, lejos de caer en viejos tópicos ni en tragedias lacrimógenas, el autor consigue tratar el tema con suma delicadeza. De hecho, esta comparsa no deja de ofrecer un repertorio en forma de terapia para aquellos que se puedan sentir identificados con dicha realidad y se sientan acompañados y, sobre todo, comprendidos ante tantos prejuicios.

Precisamente esta función social que aporta la comparsa de Germán es una característica inherente al Carnaval de Cádiz, ponerse al lado del colectivo que sufre, que está aislado del resto por cualquier cuestión. Otra de las considerables virtudes de la agrupación es la de no tener fecha de caducidad. Al igual que ocurre con la literatura de calidad, en Carnaval es imprescindible que para que los repertorios tengan calidad no tengan una fecha de caducidad, es decir, esta comparsa está escrita para el día de hoy, pero no deja de ser el comienzo para toda una generación que viene detrás y que, por desgracia, podrá sufrir estos problemas.

Hace años quizá era impensable llevar al Falla una idea tan arriesgada sin llevarla a otros términos. La capacidad que ha tenido el autor es precisamente haber conseguido plasmar de forma vitalista y extremadamente respetuosa un problema, que en muchos sectores, aún es invisible. Esta es una de las comparsas más introspectivas que ha pasado por las tablas del Gran Teatro Falla y que ha puesto sobre la mesa conceptos abstractos como el miedo, la desazón o las inseguridades.

Y más allá del tipo, el repertorio es crítico y comprometido con la realidad social de Cádiz y de nuestra comunidad autónoma. Como muestra, no hay más que citar la originalidad del segundo pasodoble de cuartos sobre la educación pública. Entre velas y rosas negras, la comparsa nos sitúa ante un entierro, cuyos responsables son Susana Díaz y posteriormente, Juanma Moreno. Y no es que una letra dedicada a la educación sea novedosa en una fiesta como esta, sino la forma en la que el autor ha dado una vuelta de tuercas para poner de manifiesto la verdadera fatalidad que rodea y que acecha a los colegios e institutos públicos de Andalucía.

En definitiva, Donde fuimos felices se confirma como una obra en forma de comparsa que traspasa los códigos carnavalescos para situarse en el corazón del aficionado.

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