Del 'si quieres, puedes' al 'estar mal está bien': así engañan los sacacuartos emocionales

La psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez revelan por qué nos equivocamos cuando seguimos esos consejos que nos invitan a aceptar el malestar como si fuera algo normal

Los expertos explican que existe un enfoque poco adecuado del malestar.
Raquel Alcolea

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«Si quieres, puedes»... ¿Te suena esta frase? La idea de que la solución a los problemas pasaba por pensar en positivo o por ver «el lado positivo de las cosas» se extendió como la pólvora hace unos años fomentada por innumerables libros y decenas de divulgadores, a pesar de que, tal como aseguran la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez , este tipo de consejos nunca fue una estrategia eficaz para resolver el malestar. Pero además ese 'buenrollismo' acabó por hastiar a la gente, provocando así un movimiento en la dirección opuesta, invitando a convivir con el malestar «aceptándolo como parte de la vida». En poco tiempo, por tanto, hemos pasado del «si quieres, puedes» al «estar mal está bien» y además lo hemos hecho en un contexto de pandemia, de incertidumbre y de máxima sensibilidad, el caldo de cultivo perfecto para que los mensajes de los sacacuartos emocionales tengan un mayor calado.

Para Ibáñez y Jiménez todos esos mensajes que promueven la «normalización del malestar» no solo generan confusión en la mente sino que impiden la resolución de problemas al no fomentar la curiosidad y el interés por descubrir qué es lo que nos hace sentirnos mal. «Los consejos que incitan a aceptar, a conformarse, a sobrellevar o incluso a alegrarse de la tristeza, el enfado, el miedo o la frustración van a aumentar, lógicamente, la desesperanza, la resignación, la confusión psicológica y, por tanto, el malestar», revelan los expertos. Pero además, tal como aclaran, es algo que no es viable pues no es posible adaptarse al malestar : «O se aprende a resolver o aumentará irremediablemente», anuncian.

Como si fuera un dolor de tripa

Para explicar cómo nos pueden afectar las maneras equivocadas de abordar el malestar (los que se centran en ver la parte positiva y los que intentan normalizar esa situación) los expertos recurren a una analogía: Imaginemos que alguien sufre un dolor de estómago. Si esa persona intentase ver la parte positiva de esa situación tal vez podría pensar, por ejemplo, que no va a hacer caso del dolor y que se va a centrar en lo bien que tiene los pulmones respirando profundamente. Eso sería algo absurdo, pues si se tiene una molestia y no se atiende, el problema empeorará y finalmente tendremos que buscar cómo resolverlo. Y si esa persona intentase normalizar el dolor de estómago como si «formase parte de la vida» y procurase aceptarlo sin frustrarse, el resultado sería similar al caso anterior, pues si no hace nada para resolverlo, el dolor irá a más. Lo mismo sucede, tal como indican Ibáñez y Jiménez, con el malestar psicológico, sea del tipo que sea. «No hay que ignorarlo ni luchar contra él, tampoco aceptarlo, normalizarlo ni pensar que está bien. Hay que observar lo que ocurre sin potenciar el conflicto con el pensamiento ni justificarlo o culparse por ello. Hay que investigar, explorar de dónde nace, averiguar cuáles son sus causas y aprender a resolverlas», proponen.

Es un sinónimo de sufrimiento

A veces se habla del malestar como si fuera un estado de ánimo negativo e impreciso , como cuando alguien se siente mal y no sabe por qué. Otras veces, según apuntan ambos expertos, se utiliza la expresión 'malestar' para evitar definir claramente cuál es la emoción que se está sintiendo en realidad. Un ejemplo puede ser el de una persona que expresa que algo le ha producido malestar o le ha sentado mal cuando en realidad sintió enfado o ira.

Aunque en la mayoría de los casos, como precisan ambos expertos, este término es una generalización que se utiliza como sinónimo de sufrimiento de mayor o menor intensidad.

En cuanto a las causas, pueden ser muy variadas y los síntomas también. La tristeza , el enfado, la distimia , la ansiedad o incluso la depresión conllevan malestar y sufrimiento en mayor o menor medida. Pero lo que sugieren Ibáñez y Jiménez es que afrontar ese malestar no implica aceptarlo ni rechazarlo, sino prestarle atención para comprender cómo nos afecta en nuestra vida diaria, qué efectos mentales, emocionales y de comportamiento provoca y cuáles son sus causas con objeto de aprender a resolverlas.

Además de las señales que hacen del malestar algo evidente, como la ansiedad o la depresión, el psicólogo y la psicoterapeuta destacan que existen algunas señales que, si se mantienen en el tiempo (no son puntual es) pueden indicar que hay un conflicto psicológico sin resolver, aunque no tiene por qué ser un trastorno grave. Algunos ejemplos pueden ser estar irritable sin un motivo aparente, la falta de vitalidad o de ganas de hacer cosas, la euforia o el exceso de actividad, dormir demasiado o muy poco, dar vueltas a algo en el pensamiento de forma recurrente o no poder estar un rato sin hacer nada.

Malestar en las personas que quiero

Es mejor, tal como aconsejan los expertos, que no intentemos forzar a otra persona para que cambie su estado emocional o psicológico. Tal vez se puede intentar animarle, pero lo cierto es que eso solo dará resultado si el malestar es leve. Lo que sí que podemos hacer es comentar lo que observamos o notamos en la otra persona, pues puede que no se haya dado cuenta. Y también será interesante dejar que la otra persona se exprese y diga lo que piensa al respecto.

Muchas veces damos importancia al hecho de escuchar , sin embargo Ibáñez y Jiménez destacan que dejar que esa persona simplemente se desahogue no dará resultados a medio o largo plazo. «No hay que limitarse a escuchar simplemente. Hay que dialogar, participar, indagar conjuntamente en el problema y buscar juntos las soluciones», proponen.

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