Los 88 peldaños de la gente feliz

Peldaño 51: «No permitas que un motivo para estar triste te arruine mil para estar feliz»

En este capítulo de «Los 88 peldaños de la gente feliz» te explico cómo de situaciones complicadas podemos sacar una enseñanza que nos ayude

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Anxo Pérez

Anxo Pérez

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Cuando pienso en todos los países y lugares donde he residido y en todos los trabajos que he tenido, siempre digo que he vivido 14 vidas, dado lo variopinto que ha sido todo. Una de esas 14 es un episodio que hasta ahora nunca había compartido públicamente. Sucedió durante unos meses que pasé en Galicia, en lo que quizá fue mi período más bohemio y artístico. Combinaba trabajos de intérprete (traductor simultáneo) con otros como músico y actor, dando conciertos tanto de música original como versionada y asistiendo a castings para, de vez en cuando, conseguir algún papel en algún anuncio publicitario o película, normalmente de bajo presupuesto. Uno de estos múltiples trabajos consistía en realizar actuaciones de forma regular en un enorme restaurante que contaba con un gran escenario habilitado para ello. El restaurante estaba en la otra punta de Galicia, por lo que cada fin de semana, tenía que desplazarme en mi propio coche a más de dos horas de distancia. Es cierto que el viaje a veces se hacía un poco pesado, pero por supuesto, no iba a permitir que ese tiempo se convirtiera en dos horas desperdiciadas, por lo que siempre aprovechaba para «cenar con un genio» (en el Peldaño 76 de La Inteligencia del Éxito explicaba que los genios ya no son inalcanzables porque nos hablan constantemente por internet, si estamos dispuestos a escucharlos), oyendo audios de temas de enorme interés que yo mismo había investigado y preparado antes de la salida.

La historia que te voy a contar sucedió durante uno de esos viajes. De ella extraje tres lecciones que por supuesto también compartiré.

La primera lección es: nunca permitas que la falta de dinero ponga en riesgo tu seguridad . Escatima en otras cosas, pero no en seguridad. Yo rompí esa regla. Mi economía era tan precaria que decidí que no podía permitirme pagar el coste de tomar la autopista. ¿Y qué sucedió? Tomé la carretera nacional, que es mucho más peligrosa, y en una curva mi coche hizo aquaplaning. Di una vuelta de campana y me quedé a unos metros de estrellarme contra el muro de una casa, algo que probablemente habría significado que tú no pudieras estar leyendo este libro ahora.

La segunda lección fue ésta:

Los accidenten salvan vidas

(Obviamente me refiero a los accidentes no mortales.) Si nos dieran a elegir entre tener un accidente no letal y no tenerlo, todos elegiríamos lo segundo, y sin embargo, lo primero es lo que puede salvarnos la vida.

¿Un accidente te puede salvar la vida?

Por supuesto. Imagínate que es fin de año. Te pones al volante de forma temeraria e imprudente, pero por suerte no te sucede nada (en realidad no es buena suerte, sino mala; ahora verás por qué). Tú no le pierdes el miedo a las temeridades, y como consecuencia, éstas van en aumento. En una de tantas, en febrero, sufres un accidente y sucede lo peor.

Ahora imagínate que el uno de enero sí hubieras sufrido un pequeño accidente. Fruto de ello te entra el miedo en el cuerpo, se dispara tu nivel de consciencia y por tanto también el de prudencia y, como resultado, el accidente que hubiera puesto fin a tu vida en febrero nunca se da. ¿Conclusión? Los accidentes salvan vidas. ¿Me salvó la vida a mí aquel episodio? Puede ser. De momento nunca he vuelto a tener ninguno y estoy seguro de que mi aumento de la prudencia después de aquel aviso ha ayudado.

Y la última lección, y la más importante... Tras el accidente, mi coche quedó destrozado. Por supuesto, no tenía seguro a todo riesgo, y me pasé las 48 horas posteriores lamentando lo terrible que iba a ser tener que pagar los altos costes de arreglarlo. Afortunadamente, pasado ese tiempo me di cuenta del error que estaba cometiendo al centrarme en lamentar el dinero en lugar de en celebrar mi salud . Acababa de renacer y sin embargo yo no conseguía ser consciente de ello por estar demasiado ocupado afligiéndome por el estado de un simple coche. «Anxo, ¿qué estás haciendo? Cuando acabes de efectuar todos los pagos que te va a costar reparar el coche, tardarás tan sólo un par de meses en olvidar ese hecho», me espetó mi voz interior, la buena. «Si el accidente te hubiera hecho perder tan sólo la uña del dedo meñique, ¿sabes cuánto tardarías en dejar de lamentarlo? El resto de tu vida».

#88PeldañosGenteFeliz

«No permitas que un motivo para estar triste te arruine mil para estar feliz».

@Anxo

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