No es cierto que unas emociones sean buenas y otras sean malas: todas nos ayudan

Las psicólogas Elena Huguet y Laura Rodríguez, del equipo de 'En equilibrio mental' desmontan el mito de que hay emociones buenas y malas o positivas o negativas y afirman que todas tienen una función importante

Elena Huguet / Laura Rodríguez

«No me tendría que afectar», «sentirte así es malgastar el tiempo», «la rabia es mala, tú lo que tienes que hacer es estar tranquilo» … ¿A quién no le suenan estos mensajes ajenos o propios? Casi todos hemos podido recibir estos comentarios alguan vez ante una reacción emocional. Pero el hecho de que algunas reacciones emocionales se rechacen hace que, de manera casi automática, consideremos que algunas emociones sean buenas y otras malas.

Casi siempre las supuestas emociones buenas suelen estar relacionadas con aquellas vivencias que son subjetivamente agradables, comúnmente llamadas positivas, y las malas suelen relacionarse con las desagradables o negativas.

Pero a veces las categorizaciones como emociones «buenas» o «malas» también se dan por experiencias que hayamos tenido en el pasado. Por ejemplo, si en mi familia no se aceptaba mi enfado y se castigaba, es posible que yo haya aprendido la relación entre el enfado y la mala categorización de la emoción.

Las emociones no son «buenas» o «malas» ya que, como hemos explicado en nuestra guía para entender las emociones para ABC Bienestar, todas tienen una función adaptativa para nuestro organismo. Son mensajes que nos permiten protegernos, buscar ayuda, mejorar y, al fin y al cabo, desarrollarnos a lo largo de la vida. Lo que sí que podemos hacer es distinguir entre emoción adaptativa , que es útil y nos permite acercarnos al problema, de la emoción perjudicial, que es excesiva, y dificulta el rendimiento y la adaptación.

Pero, ¿si solo atiendo a las emociones que considero agradables voy a estar mejor? Como señala el experto en psicopatología emocional Gonzalo Hervás, hay que especificar que no en todos los contextos las emociones positivas aportan ventajas . Un ejemplo de esto puede darse si nos damos cuenta de que a veces, las emociones positivas pueden sesgarnos. Es lo que sucedió en un estudio de Forgas e East. En él los participantes, tras inducirles un estado de ánimo positivo o negativo, tenían que valorar la culpabilidad o inocencia de personas que habían cometido un presunto delito, a veces verdadero y a veces falso, durante interrogatorios grabados. En dicha investigación descubrieron que aquellos que tenían un estado de ánimo triste eran más certeros en sus veredictos, al detectar mejor las mentiras, que aquellos que estaban alegres o neutros. Es decir, el afecto negativo producía una ventaja al identificar con precisión de las mentiras y errores .

Por esto, la clave será atender el mensaje que me están dando las emociones, sean más agradables o menos, porque va a ser primordial para saber qué es lo que necesito. Escuchar qué es lo mejor para mí (buscar ayuda, llorar, desahogarme, decir lo que me molesta o descansar...) va a ser mucho más útil que enterrar esas emociones porque, aunque no sean agradables, las emociones van a hacerme ver lo que es importante y serán una guía para satisfacer esa necesidad.

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