Psicología

«El mundo necesita más soñadores y menos personas de éxito»

Pedro Correa, fotógrafo, artista y escritor, aporta en su obra «Todas las mañanas de tu vida» un testimonio inspirador de un hombre que buceó en su voz interior en busca de su felicidad

Pedro Correa, autor de 'Todas las mañanas de tu vida' Benoit Do Quang.
Raquel Alcolea

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Cuando a finales de 2019 Pedro Correa fue invitado a pronunciar, en calidad de antiguo alumno, un discurso en el acto de graduación de Ingeniería de la Universidad de Lovaina, en Bélgica, nunca imaginó que en poco tiempo sus palabras en torno a la fuerza de la pasión se iban a difundir (uno de los asistentes grabó su intervención) hasta convertirse en un fenómeno viral que dio la vuelta al mundo y que ya supera los diez millones de visionados.

Un año y pico después y con la pandemia como telón de fondo, esa viralidad que, a su juicio, demostró que había llegado la hora de romper los tabúes en torno a un sistema económico que nos enferma y nos hace infelices, le ha impulsado a escribir el libro « Todas las mañanas de tu vida » (Carta a todos los que quieren cambiar su vida y el mundo). En él reivindica la importancia de alcanzar la felicidad y de escuchar la propia voz interior por delante de cualquier mensaje externo o imposición social. Pedro Correa llegó a ésta conclusión cuando tenía 29 años y, de un día para otro y de forma totalmente inesperada, falleció su padre en un accidente doméstico.

En su libro explica su propia experiencia en su búsqueda del sentido de la vida tras ese 'despertar', revela por qué se dio cuenta de lo incómodo que se sentía en su propia piel y cómo encontró el camino que debía tomar para librarse de la tiranía de los dictados sociales.

Hoy, en plena pandemia, aquel discurso de 2019 cobra un nuevo sentido que invita a descubrir en su libro al calor de este llamamiento: «Somos el relevo: los contestatarios, los rebeldes, los subversivos, los empáticos, los sensibles, los soñadores, los desobedientes, los inadaptados, los enfermos de este sistema. El Premio Nobel Saramago exhortaba a evitar a toda costa la 'ira de los mansos' porque es la peor de todas. Hoy sabemos que somos millones de mansos airados».

¿Cree que la pandemia está ayudando a muchas personas a escuchar su voz interior?

Es una pregunta compleja. Sí y no. Esas ganas de escuchar mi voz interior y de ver cuál era mi camino real de vida se despertó a raíz de la muerte de mi padre, que viví en primera línea. Todo eso iba ligado a un despertar existencial que a su vez estaba unido al simple hecho de darme cuenta de que soy mortal. Todos sabemos que somos mortales, pero a un nivel teórico, en realidad no sabemos que vamos a morir de verdad. Ver esa muerte tan real, tan cercana, tan repentina y tan trágica, de la noche a la mañana, me hizo pasar de esa connotación teórica a algo más práctico que hizo que me preguntase: « ¿Cambiarías algo de tu vida sabiendo que puedes morir mañana? ».

Es cierto que la pandemia ha hecho más visible algo que siempre ha sido tabú: ser conscientes a nivel social de que somos mortales, de que vamos a morir. Pero la diferencia entre ambas sensaciones está en que a mí la muerte de mi padre me despertó esas ansias de aprovechar la vida o esa segunda oportunidad que se me brindaba. Fue algo parecido a lo que les sucede a esas personas que sienten que vuelven a nacer porque han escapado de un accidente trágico o que han renacido tras un cáncer. Lo paradójico es que esas personas que han visto la muerte tan de cerca no tienen miedo a la muerte. Lo que más les da miedo es desaprovechar esa segunda oportunidad. Lo que yo quise en ese momento fue aprovechar lo más posible la vida.

Pero lo que está sucediendo con la pandemia es que nos hemos quedado en ese miedo a la muerte y no hemos avanzado al paso siguiente, que es darse cuenta de que hay que aprovechar la vida.

En su discurso explicó que poner términos ansiógenos como seriedad, excelencia, competitividad o sacrificio en el centro de nuestras vidas solo puede llevar a la tristeza, al cansancio y a la enfermedad. ¿Cómo podemos liberarnos de ellos?

Creo que todo viene de algo que los filósofos dicen desde siempre y que es 'Conocerse a sí mismo'. Podemos separarnos de esos términos ansiógenos si nos damos cuenta de que ni somos en sí esos términos ansiógenos ni tampoco crean nuestra personalidad. Nos han sido inculcados en nuestro entorno y en nuestra familia y son discursos que hemos oído desde pequeños. Yo, por ejemplo, hice el ejercicio de averiguar lo que me había ido transmitiendo mi familia para ponerlo en tela de juicio, para quedarme con lo que me gusta y siendo consciente de que eso no era yo.

También están los términos ansiógenos exteriores, que son fuertes y que vienen de los medios, de la publicidad, del sistema neoliberal; que nos dicen que hay que ser competitivos, los mejores, que hay que ganar y amasar la mayor cantidad de dinero y que la sociedad es complicada y es peligrosa. Pero darnos cuenta de que esas voces no provienen de nosotros y que no somos los temerosos, ni los que deseamos triunfar a toda costa ni los que queremos ser perfectos ni ser los mejores hace que comencemos a escucharnos y a hacer esa introspección o ese camino interior que nos ayude a despegarnos de esas voces. En definitiva, se trata de darnos cuenta de que hay dos cosas diferentes: quiénes somos y quiénes nos han dicho que somos o tenemos que ser .

Otro concepto interesante que defiende es que la felicidad no cae del cielo sino que «se trabaja y requiere» un esfuerzo... ¿Cómo se trabaja?

Volvemos al 'conocerse a uno mismo' y eso, aunque parezca que no, requiere un trabajo y un esfuerzo. Estamos recubiertos de pieles de cebolla de las que hay que liberarse. Hay que analizarlas. Nos tenemos que dar cuenta de dónde vienen para responder a cuestiones como: «Si quiero ser el mejor... ¿por qué es?, ¿Porque yo soy así o porque me han dicho que tengo que ser así mi padre, mi jefe, mi amigo...?.

Cuestionar y poner en tela de juicio lo que nos han dicho que somos y ser curioso para averiguar cuál es nuestro ser verdadero es un trabajo largo y costoso. Y además no se puede hacer solo y no hay que dudar en pedir ayuda profesional (psicólogos) para hacer esa mirada introspectiva .

Todos tenemos en nuestro interior la voz que sabe lo que más nos conviene. Basta con trabajar sobre uno mismo para oírla o reconocerla.

Proviene de una familia en la que el arte y la cultura siempre estuvieron presentes, desde la infancia, eso tal vez le haya dotado de una especial sensibilidad... Pero, ¿qué diría a las personas que viven desde siempre con el piloto automático, haciendo lo que tenían que hacer?

Que empiecen a dar importancia a lo que es invisible. Estamos en una sociedad tan material y tan obnubilada por la producción y el consumo que se nos ha olvidado lo que es invisible. Y somos carne hueso pero también somos alma que se nutre de cosas invisibles que son fundamentales aunque no se habla de ello: el amor, la solidaridad, la compasión, los lazos sociales, abrazar, sentir... Las voces exteriores neoliberales nos han dicho que, como son invisibles, no existen. Pero hay que volver a meter en el vocabulario esos términos invisibles como el amor, la felicidad y el bienestar porque hoy más que nunca nos estamos dando cuenta de lo tristes que estamos porque hemos dejado de lado demasiado tiempo esas palabras.

Si te sientes triste, da importancia a esa tristeza. Si sientes una pasión, da importancia a esa pasión... Hay que escuchar la voz interior. Alguna vez me han preguntado qué pasa si nuestra voz interor nos dice que estemos todo el día tumbados en el sofá. Pero estoy convencido de que ninguna voz interior dirá eso de manera consecuente durante un periodo de tiempo largo. Será algo puntual. La clave está en dar importancia a las voces que te han venido de manera repetitiva durante toda la vida . Mi madre es pintora, mi padre era profesor de literatura y desde pequeño siempre me ha venido cada cierto tiempo esa voz interior que me decía que había que crear, que había que ser artista. Hasta que un día a los treinta y pico años me tomé en serio esa voz interior y exploré cómo podía dar rienda suelta a esa necesidad de crear.

Y lo mismo sucede, a nivel físico, con los dolores, las penas y las tristezas. Si estás en tu trabajo y durante muchos años tu voz interior te dice que es algo insoportable o que no puedes seguir así, toma en serio esa voz porque te está intentando hablar. Sé que es difícil cambiar, pero hay que empezar por escucharse y ver lo que te resulte posible hacer para hacer un hueco a esa necesidad de cambiar en tu vida. En mi caso pasé de estar trabajando en una multinacional a escribir y a vender mi arte (fotografía). Es algo lento y hay que ser paciente. Pero cuando estés en el camino hacia lo que te hace feliz la lentitud no importa porque esa llama nos hace ser pacientes y conmovernos con lo que estamos viviendo.

Nos dice que el mundo no necesita más luchadores, pero de lo que siempre nos han hablado es de que tenemos que luchar, pelear, mejorar, progresar, avanzar...

Sí, es así. Pero el mundo necesita más soñadores. No necesita más luchadores ni personas de éxito sino más soñadores. Soñar es algo invisible y el sistema en el que estamos sumergidos como peces en un acuario nos dice que somos enemigos del resto de los peces y que si dejamos a los otros ser más felices vamos a perder algo cuando en realidad lo invisible, eso que sentimos, confirma que es cuando ayudamos a los demás cuando somos más felices. De hecho científicamente está demostrado que una de las cosas que nos hace más felices es ayudar al prójimo, es decir, experimentar valores como la generosidad y la empatía.

Es probable que una persona supuestamente de éxito que siempre se haya obligado a ser fuerte y a ganar a los demás se haya olvidado de sus sueños.

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