Emociones

Este es el secreto del hombre más feliz del mundo

Meik Wiking, investigador sobre la felicidad, explica en «El arte de crear recuerdos» cómo hacer de tu memoria una aliada para ser más feliz

Meik Wiking, director del Instituto de Investigación de la Felicidad
Raquel Alcolea

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Cuando piensas en tu vida, ¿qué recuerdos te vienen a la mente? ¿Son alegres? ¿Son tristes? ¿Son agridulces? ¿Acaso te invade la nostalgia y realmente no sabes cómo te sientes? Cuenta Meik Wiking , director del primer Instituto de Investigación de la Felicidad del mundo, que la nostalgia puede actuar como un banco de felicidad , capaz de atesorar recuerdos positivos a los que podamos recurrir en momentos de necesidad. Pero... ¿es posible crear nuevos recuerdos felices si estos se nos acaban o se desgastan? Wiking demuestra que sí en su libro «El arte de crear recuerdos», una guía con vocación de manual para crear momentos gratificantes y convertirlos en recuerdos positivos duraderos.

Además de esta obra, de reciente publicación, Wiking es autor del bestseller «Hygge» y de «Lykke» , un relato novelado en la que habla de todo aquello que define a las gente más feliz del mundo.

Como investigador y experto en felicidad, Meik Wiking sostiene que la felicidad depende en gran parte de la relación con nuestro pasado y de los recuerdos que guardamos de él, así como de nuestra capacidad para construir un relato positivo de la vida. Hablamos con el que fue calificado por «The Times» como el hombre más feliz del mundo.

¿Podría considerarse como el hombre más feliz del mundo?

Bueno, soy uno de los candidatos. ¿No lo parezco? El problema es que cuando hablo inglés, que no es mi lengua nativa, me tengo que concentrar mucho y se me pone cara de enfurruñado (bromea). Pero como la gente que me rodea está feliz, está sana; como me dedico a algo que es interesante y además vivo en un lugar pacífico, con muchas oportunidades para la gente... me siento feliz. Tengo que reconocer que me han tocado cartas muy buenas en la vida, pero lógicamente también tengo días en los que me siento frustrado, preocupado, enfadado... Eso forma parte de la vida, forma parte de la experiencia humana.

¿Por qué para algunas personas es más habitual recordar más lo malo de lo que ha vivido con sus parejas, en los trabajos o con la familia en lugar de acordarse de lo bueno?

Parte de esto tiene que ver con el hecho de que la memoria trabaja como un músculo . Cuanto más hablas de un tema, cuanto más te refieres a él de todas las maneras posibles más trabajan las neuronas que componen la memoria y más lo refuerzan. Así, si tú hablas todo el tiempo sobre cosas desgraciadas o si piensas continuamente en los momentos en los que has sido infeliz, de alguna manera estás reforzando más esos momentos. Por eso es importante hablar de tus experiencias felices y de los momentos buenos, y también es importante referirse a menudo a los buenos recuerdos porque con esta práctica puedes modelar tu cerebro y lograr tanto crear buenos recuerdos como reforzar los que tengas.

Pero algunos malos recuerdos vienen una y otra vez a la cabeza, ¿Cómo podemos evitar su influencia?

Tengo la espezanza de que si no dejamos de crear buenos recuerdos, llegará un momento en que exista un equilibrio entre los buenos y los malos. Lo que tenemos que hacer para evitar la influencia de lo malo es no dejar de crear buenos recuerdos. Nunca. Y para lograrlo debemos prestar atención cuando seamos felices porque la atención es la base de la memoria.

Te voy a contar un ejemplo. Hace unos días una señora polaca con la que hablé me contó que cuando tenía ocho años vivió un momento especial con su hermana y su madre. Era un momento bonito y se sintieron las tres muy felices. Se sintieron tan felices que su madre la miró a los ojos y le dijo: «Espero que siempre recuerdes este día». Treinta años después ella sigue recordando ese día porque su madre le dijo que no lo olvidara. La atención plena es un instrumento poderoso . No se trata de usarlo a todas horas porque perdería el valor (es decir, no vamos a decir todo el tiempo a los hijos o nuestras personas queridas que nunca olviden ese momento), pero sí que es importante hacerlo de vez en cuando.

Cuentas que la nostalgia puede alimentar la felicidad, pero algunas personas piensan lo contrario...

La nostalgia es agridulce porque el disfrute de haber vivido una situación feliz o de haber estado en conexión con los otros convive con la tristeza de que ese momento haya terminado. Esta emoción tiene un espectro complejo. Pero lo que hemos podido comprobar es que aquellos que son capaces de recuperar recuerdos felices están mucho más satisfechos con su vida. Por lo tanto sí que creo que los recuerdos felices pueden trabajar a modo de banco felicidad al que podemos acudir cuando estemos en momentos bajos de ánimo. Creo que sí, que la nostalgia puede verse como algo positivo.

De los 8 ingredientes para crear recuerdos felices (hacer algo por primera vez, experimentar con los cinco sentidos, prestar atención a los detalles, implicar las emociones, capturar los momentos difíciles, crear momentos significativos, compartir anécdotas y externalizar recuerdos), ¿cuál diría que es el más poderoso?

La atención . Es la auténtica base de los recuerdos. Si no prestamos atención, lo vamos a olvidar. En segundo lugar pondría situar las primeras experiencias o las nuevas experiencias porque es más fácil recordar lo nuevo que vivimos. Además es cierto que conforme nos vamos haciendo mayores tenemos la sensación de que todo va muy deprisa. Cuando somos jóvenes vivimos todo más intensamente, hay muchas más primeras experiencias: el primer beso, el primer amor, el primer trabajo, el primer día que nos independizamos... Pero cuando tenemos 40 o 50 años vivimos en el día a día menos primeras experiencias. A la hora de crear recuerdos felices es importante seguir creando nuevas experiencias, porque es una manera de parar el flujo del tiempo y crear nuevos recuerdos.

¿Qué sientes cuando las personas de tu entorno insisten en recordar cosas negativas?

Eso es algo que también puede influir en tus recuerdos pues estos siempre son cambiantes y no tienen una forma rígida en la mente. Cuando piensas en algo el cerebro reconstruye la experiencia: recreas cómo olía, cómo sonaba, cómo te sentías al verlo o al tocarlo... A veces se pueden añadir cosas a ese recuerdo y eso puede cambiar tus sensaciones. Eso quiere decir que, si he tenido una experiencia concreta de algo y otra persona ha tenido otra experiencia distinta de lo mismo y me lo cuenta, el recuerdo que yo tengo puede cambiar. Por eso si mi familia y mis amigos recuerdan las cosas de forma negativa, eso seguramente puede remodelar el recuerdo que yo tengo.

Gusto, vista, olfato, tacto, oído... Propone percibir la vida con los cinco sentidos pero, ¿están todos al mismo nivel? ¿Cuál sería el más poderoso para evocar recuerdos?

Eso depende de cada persona, claro. Para unos será el gusto , para otras será el oído pues conectan más con lo que les evoca la música, para otros será el olfato ... Por ejemplo para Andy Warhol el olfato era el sentido más importante. Usaba el mismo perfume durante tres meses, lo cambiaba y lo usaba otros tres meses y nunca lo volvía a usar, y así sucesivamente. Tenía esta especie de museo de recuerdos basados en el olor . Decía que quería volver a la primavera del 92 y olía ese perfume y eso hacía que le vinieran a la cabeza esos recuerdos que quería rescatar. Por tanto, eso es algo que difiere mucho de una persona a otra. Pero lo que sí que creo que es importante es que usemos los cinco sentidos tanto cuando estemos creando esos recuerdos como cuando los recuperemos.

¿Qué podemos hacer para ayudar a los niños a tener buenos recuerdos?

El papel de padre o madre como arquitecto de recuerdos es importante. Uno de los ejercicios que propongo en el libro es lo que suelo hacer con mis hijos. Una vez al año veo junto a ellos las fotos que hemos hecho durante todo el año y les digo que elijan o decidan cuáles son los mejores momentos del año. Después imprimimos las fotos y las ponemos en un álbum y elegimos alguna para ponerlas en marcos o en la pared.

También sugiero animar a los niños que ellos también hablen de sus buenos recuerdos porque eso les ayudará a reforzarlos.

Otro ejercicio es que puedan crear su propio mapa del tesoro de la felicidad en casa (con sus rincones favoritos) o en la ciudad o incluso en su lugar o lugares de vacaciones. Les podemos decir que recordemos juntos las distintas partes de la ciudad en las que han vivido experiencias felices y les pongamos un nombre para recordar ese momento. Nosotros, por ejemplo, vamos todos los veranos a una isla en Dinamarca que tiene un nombre oficial, pero nosotros rebautizamos cada uno de sus rincones. Uno es la bahía de la pesca porque allí vivimos un momento de pesca especial.

En definitiva, recordar esos nombres que evocan esas experiencias nos ayudará a recordar ese momento feliz que tuvimos allí

¿Y cómo se puede ser feliz en el presente, sin necesidad de recurrir a los recuerdos?

Creo que la mejor sugerencia universal que podría dar es que seamos activos, que hagamos algo con los demás y que seamos conscientes de ello . Cada uno tiene que buscar su momento. Yo, por ejemplo, siento que soy plenamente consciente de lo que estoy haciendo cuando juego al tenis. Estoy concentrado en lo que hago y tengo la cabeza en silencio, no estoy pensando en lo que tengo que hacer después o en lo que he hecho. Cada uno tiene que encontrar su propio momento de acción y de consciencia. Sí, ser activos, hacer algo con los demás y ser conscientes de lo que se está haciendo son las tres mejores sugerencias que puedo dar.

¿Da más felicidad dar que recibir?

Si, por supuesto. Nos sentimos bien cuando estamos haciendo el bien. Ese concepto de que «ayudar ayuda» funciona. Nos sentimos mejor cuando hacemos algo por los demás . Solo tienes que fijarte, por ejemplo, en un turista que tras consultar un mapa se siente perdido y recibe la persona de alguien que se acerca a orientarle. El que ayuda sonríe más que el que recibe la ayuda. Pero también puedes apreciarlo en la gente que se compromete con un trabajo voluntario. Se sienten más satisfechos con su vida en general porque ese trabajo les aporta una dimensión más a su identidad y porque además esa experienca refuerza sus relaciones sociales, que también aportan felicidad. Son muchos los beneficios derivados de ser buena persona.

Pero, si eres buena persona y esperas lo mismo de los otros y no lo recibes, puedes ser infeliz...

Más que esperar que los otros hagan lo mismo por ti, lo que puedes esperar es que lo que tú hagas sea contagioso , es decir, si siembras amabilidad, habrá más amabilidad en general y seguro que en algún momento dado esa amabilidad volverá hacia ti. Es cierto que no es una transacción (no es un «yo te doy, tú me das»), pero lo que sí es verdad es que si pones en circulación un buen sentimiento, esa buena onda volverá hacia ti.

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