Eritrofobia

Eritrofobia. Con este nombre tan particular se denomina a una de las fobias que puede resultar muy sorprendente. Su origen etimológico da la pista de lo que significa. Sus componentes léxicos son erythros (rojo) y phobos (miedo), as el sufijo –ia (cualidad). En conjunto significa ‘miedo irracional al color rojo’. En este sentido, la eritrofobia es el temor a sonrojarse o ruborizarse. Aunque puede presentarse como síntoma único, suele ser parte de trastornos de ansiedad.

En estos casos, la persona que se pone roja se siente avergonzada y entra en un círculo vicioso ya que al sentirse avergonzada, aumenta la ansiedad, y así sucesivamente.

A lo largo de la vida hay numerosas situaciones en las que uno puede ruborizarse y, en general, no le damos mayor importancia a ese hecho. Sin embargo, los que sufren eritrofobia lo viven de un modo negativo como si fuera algo malo. Les provoca un malestar intenso tal que evitan situaciones sociales en las que quepa la posibilidad del sonrojo. Así las cosas, este miedo suele ir acompañado por fobia social. Las situaciones temidas son cada vez más numerosas se irán evitando cada vez más lo que termina derivando en el aislamiento social.

En grados menos intensos, esa evitación puede hacerse mediante maquillaje, dejando caer el cabello delante del rostro o utilizando gafas de sol tras las que parapetarse. Quien lo sufre se siente continuamente observado así que prefiere relacionarse en lugares con penumbra o mantenerse cerca de fuentes de calor o muy abrigado para achacar el rojo de su rostro al calor.

Además, la situación se agrava ya que la principal causa del rubor es su evitación. Es decir, cuanto más intentamos no ponernos colorados, más rojos nos ponemos. El temor y el miedo también incrementan ese sonrojo.

El trabajo del psicoteurapeuta va dirigido a que el sujeto gane suficiente seguridad como para abordar esa sensación de vergüenza de manera que pueda vivir el enrojecimiento de forma neutral.