Anorexia

La anorexia nerviosa es un trastorno de la alimentación caracterizado por una percepción distorsionada del peso lo que conlleva a un peso por debajo de lo saludable y por un miedo irracional de quien lo sufre a aumentar de peso . Sin embargo, aunque es un trastorno que tiene un reflejo físico muy claro, no se trata de la comida sino que puede resultar un modo extremo de afrontar los problemas emocionales .

Las personas que sufren anorexia nerviosa suelen equiparar la delgadez con la autoestima y encuentran en la alimentación la posibilidad de controlar su vida llevándoles incluso a la muerte. Por eso es importante tener en cuenta toda la salud mental de la persona y no solo su índice de masa corporal.

Casi una de cada diez personas en España sufre algún trastorno alimentario según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia una cifra que se dispara, pasando a ser una de cada cinco cuando hablamos de adolescentes, según la Fundación FITA (Trastorno de la Conducta Alimentaria o Trastorno de la Conducta). Aunque se trata de números relacionados con trastornos alimentarios en general la anorexia nerviosa es uno de los más frecuentes pero no se conocen los datos exactos.

A pesar de que no se conocen las causas exactas de la anorexia sí se ha determinado que puede ser resultado de una combinación de factores biológicos, psicológicos y del entorno. En este sentido, los factores biológicos tienen que ver con una predisposición genética tendente al perfeccionismo . La perseverancia es otra de las características, habitualmente considerada una virtud, que en el caso de las personas que sufren anorexia nerviosa se vuelve en su contra.

En lo referente a los factores psicológicos, las personas con anorexia pueden tener una personalidad obsesiva compulsiva y es habitual que tengan niveles altos de ansiedad. Todo esto acompañado con un entorno en el que la delgadez se asimila con el éxito favorece la aparición y consolidación de este trastorno.

Tendencia a la tristeza.

Inflexibilidad con uno mismo.

Fluctuaciones en las emociones.

Interés excesivo y preocupación por los alimentos.

No querer comer en público.

Cambios en la forma de comer.

Inapetencia sexual.

Empezar a hacer ejercicio cuando nunca había sido deportista.

Tendencia al aislamiento.