«Ni aguantar las ganas, ni forzar el pis: ir al baño debe ser algo natural»

La fisioterapeuta especializada en salud de la mujer y neuromioestática visceral, Arantxa Saldise, revela cuáles son los errores que cometemos cuando vamos al baño y por qué pueden dañar el suelo pélvico

Arantxa Saldise, fisioterapeuta especializada en salud de la mujer.
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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¿Cuánto tiempo, como máximo, podrías aguantar sin ir al servicio? ¿Has contado las veces que haces pis cada día? Lo normal es hacer de seis a ocho micciones diarias. Sin embargo, tal como explica la fisioterapeuta Arantxa Saldise, especializada en neuromioestática visceral, aguantar el pis es una práctica frecuente que, si se convierte en una rutina, puede provocar disfunciones debidas a la distensión de la vejiga . «Si aguantamos las ganas de ir al baño de forma habitual corremos el riesgo de que se produzca una dilatación o distensión que haga que nuestra vejiga aumente de tamaño y no funcione correctamente, además de que se aumenta el riesgo de padecer infecciones, se puede notar pesadez en la zona e incluso puede aumentar la frecuencia con la que la vejiga avisa de que necesita ser vaciada», comenta.

Lo normal, según explica la experta, es que la primera señal que muestra la vejiga sobre su necesidad de ser vaciada se produzca cuando llega a los 220-300 ml de capacidad ( la capacidad media de una vejiga se sitúa en torno a los 500 ml de orina ). Si en ese momento estamos ocupados y no queremos dejar lo que estamos haciendo para ir al servicio es probable que se calmen esas ganas hasta que se produzca una nueva señal, ya cercana a los 400 ml. Sin embargo ese aviso ya es más urgente, por lo que lo más probable es que sea entonces cuando decidamos orinar. Pero, ¿qué pasa si, aún así, no atendemos a esa segunda señal de alarma? «Pueden producirse molestias abdominales o incluso puede darse pérdida o escape de orina. Y si esto lo hacemos de forma recurrente corremos el riesgo de sufrir alguna infección importante», explica.

Una vez que ya se responde a la llamada de la vejiga para ser vaciada también podemos encontrarnos con buenas o malas prácticas pues, tal como aclara Saldise, lo ideal es que no vayamos con prisas ni forcemos el pis ni al empezar, ni durante, ni al terminar la micción. «Debemos respetar los tiempos necesarios para ello para que lo vivamos como una acción fisiológicamente natural, no forzada. Una micción puede durar de 20 a 30 segundos . ¿De verdad creemos que apretando, empujando o forzando para que el pis salga más rápido vamos a ganar tiempo? Esos segundos que supuestamente ganemos, que además no son demasiados, no solo no compensan sino que además pueden perjudicar mucho al suelo pélvico por la presión que ejercemos sobre él», aclara.

El pis preventivo, una mala práctica

No solo aguantar las ganas de hacer pis o forzar la micción pueden suponer un perjuicio para el correcto funcionamiento de la vejiga, también puede ser perjudicial hacer algo que también es más frecuente pero cuyo efecto negativo no es tan conocido: hacer pis sin ganas. Esa especie de «pis preventivo» o ese «hacer pis ahora por si acaso luego no puedo» no es una buena práctica. Según explica la fisioterapeuta, si convertimos ese pis de precaución en un hábito corremos el riesgo de padecer los síntomas de tener una vejiga hiper sensible o hiperactiva pues lo que sucede es que se crea el hábito de que sentir la necesidad de que sea vaciada aunque esté poco llena. «Esto puede aumentar el número de micciones diaria de forma innecesaria y también puede dar lugar a una urgencia miccional que no tendríamos por qué padecer si nuestros hábitos fueran correctos», revela. Eso sí, la experta aclara que, en el caso de que recibamos un diagnóstico de vejiga hiperactiva la recuperación y el tratamiento debe ir de la mano de un urólogo, además de la ayuda que pueda prestarse desde la fisioterapia.

La práctica correcta es, por tanto, escuchar las señales del cuerpo y hacer pis cuando se tengan ganas. «Ni se debe aguantar el pis, ni se debe forzar la micción. Ir a baño debe ser algo natural», aclara Sandise.

La postura también importa

Aunque puede darse la circunstancia, puntualmente, de que una mujer no se apoye completamente en la taza completamente al miccionar (bien porque las condiciones de higiene no lo permiten o bien porque no desee hacerlo) lo cierto es que la experta recuerda que lo más adecuado es sentarse, pues una posición en equilibrio o forzada puede llevar más frecuentemente a forzar la salida de la orina empujando.

Por tanto, también es importante la postura , incluso mucho más, a la hora de defecar. De hecho la experta explica que muchos de los consejos que se dan en torno a la micción también se deben aplicar en este caso. «Cuando el recto se llena de heces da un aviso al cuerpo y si no hacemos caso a esa señal sucede lo mismo que en el caso de la vejiga: se dilata, se dilata y eso hace que se nos quiten las ganas. Si eso lo convertimos en una práctica habitual, llegará un momento en el que tendremos que hacer fuerza o empujar para vaciar el recto de heces», explica.

Una posición o postura útil que puede contribuir a evitar pujos dolorosos es aquella que permita situar las rodillas por encima de la cadera, es decir, algo cercano a la posición de cuclillas . Puede lograrse colocando un alza, un taburete o un par de listines telefónicos para que las rodillas queden elevadas. De esta manera, según aclara la experta, la evacuación de las heces será más fácil. También puede ayudar a este fin un manejo correcto de la respiración. De hecho la experta explica que hacer respiraciones profundas, relajar el diafragma y soltar el aire como si lo hiciéramos a través de una pajita o como si quisiéramos hacer vaho puede contribuir a mejorar esa experiencia.

Una vez que nos hemos sentado en el baño lo ideal, según explica la fisioterapeuta especializada, es que no tengamos que empujar hasta que se produzca el enrojecimiento del rostro que es lo que sucede a muchas personas. «Debe darse un ligero pujo que permita activar el abdomen y que funcione también a nivel costal, pues con eso sería suficiente», precisa. Sin embargo la experta aclara que los malos hábitos alimenticios y la falta de ejercicio pueden llevar a casos de estreñimiento y endurecimiento de heces, que son las molestias que contribuyen en mayor medida a perjudicar el suelo pélvico debido a que aumentan la necesidad de forzar la zona para conseguir vaciar el recto.

Otra mala praxis que, además, suele ser frecuente es acudir al baño portando el móvil, la tablet, el periódico o un libro . «Al baño se va a hacer caca o a hacer pis y debemos dedicar el tiempo que sea necesario para esa acción concreta, ni más ni menos. No debemos aprovechar ese tiempo para leer el periódico o un libro, o a consultar las redes sociales o a contestar WhatsApp, pues ese exceso de tiempo sentados en la taza del WC puede provocar problemas en el nervio pudendo (que se encuentra en la región pélvica y recoge gran parte de la sensibilidad de esta zona y de los órganos allí alojados: la vejiga, la vagina, parte del recto y los órganos genitales externos)», aconseja.

¿Somos como un reloj?

Aunque la experta asegura que es cierto que las primeras horas de la mañana suelen ser aquellas en las que hay una mayor motilidad y es más frecuente que tengamos ganas de defecar, también explica que esto es algo que debemos individualizar y personalizar y que no solo no debemos obsesionarnos con ir al servicio siempre a la misma hora sino que además puede ser contraproducente. «Sucede lo mismo que con la orina, si hacemos fuerza o intentamos hacer caca cuando no tenemos ganas, correremos el riesgo de provocar disfunciones en la defecación . Si sentimos de forma natural esa mayor motilidad, podemos intentar generar un hábito, pero no sucede al revés. No podemos generar un hábito de algo que no sucede de forma natural en el cuerpo. Hay que ir al servicio cuando tengamos ganas, no cuando decidamos que toca», comenta.

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