Alimentación

Guía para leer las etiquetas de los alimentos: ¿Qué significa la «E» con un número detrás?

Es común ver en nuestros alimentos códigos como E621 o E303, que indican los aditivos de ese producto

Los aditivos se añaden en muchos casos para ayudar a la conservación Adobe Stock
María Alcaraz

María Alcaraz

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Al ir a comprar un producto, mucha gente se fija en su etiqueta. Ya sea para ver la cantidad de azúcares que tiene, sus calorías o los nutrientes que aportará. Y en multitud de ocasiones encuentran en estas etiquetas que miran minuciosamente unas «E» seguida de un código numérico.

Aunque en primera instancia puedan parecer desconcertante, este indicador –que será algo parecido a E621 o E303, por ejemplo– no es tan extraño: gran parte de los productos que podemos comprar en un supermercado lo llevan. Estas «E», no indican otra cosa más allá que ese alimento tiene en su composición aditivos .

No hay que alarmarse, pues muchos alimentos tienen esta clase de compuesto. Como explica Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y experta en seguridad alimentaria, es importante que los consumidores sepan que, antes de poder utilizar los aditivos, tienen que pasar unos controles de seguridad .

¿Y qué es un aditivo? Juan José Samper, autor del libro «Guía definitiva para interpretar las etiquetas de los alimentos» comenta que se considera «aditivo alimentario» a toda sustancia que normalmente no se consume como alimento en sí misma ni se usa como ingrediente característico de los alimentos, sino que se añade de forma intencionada a los alimentos, normalmente durante su fabricación o transformación.

Control de los aditivos

La regulación de estos aditivos corre a cargo de la Unión Europea. Antes de poder utilizarse, narra la tecnóloga de alimentos el proceso que sigue. Primero el aditivo debe ser evaluado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, por lo que es importante saber «que no es de uso libre». Además, tal como cuenta, no solo se regula qué tipo de aditivo se utiliza, sino también la dosis y el uso que se le da. «Según el alimento la cantidad puede variar... se regula absolutamente todo. Una vez autorizado no puede ser de uso libre , sino que debe especificarse en qué alimento se utiliza y cuando, está muy controlado», apostilla la experta.

Juan José Samper da las claves para entender por qué el uso de estos componentes está tan extendido. Estas sustancias se utilizan en la preparación de los alimentos con diversas finalidades, como puede ser la coloración , la conservación, la potencia del sabor, la edulcoración , etc.

«Una clasificación detallada es bastante extensa, pero podemos destacar las siguientes clases funcionales de aditivos, fundamentalmente por ser los más conocidos: edulcorantes, colorantes, conservadores, antioxidantes , emulgentes, potenciadores del sabor, estabilizantes o espesantes, por ejemplo», enumera el experto.

Por otro lado, es necesario saber que hay dos maneras en las que podemos encontrar este etiquetado. En primer lugar, siempre nos va a aparecer la función tecnológica que tiene, es decir, si es un conservante, un colorante o por ejemplo un antioxidante. Después el aditivo concreto que es puede aparecer de dos maneras, con un código o directamente con su nombre.

¿Son seguros?

La seguridad de estos compuestos no se puede poner en entredicho, dado que están aprobados por un organismo de seguridad alimentaria. Beatriz Robles afirma que «hay alimentos que tienen aditivos como las conservas, y por eso no quiere decir que el alimento sea malo o tenga un mal perfil nutricional». «Si estos se utilizan, es porque son necesarios para que el alimento conserve sus propiedades y se conserve el», dice.

Por su parte, Juan José Samper comenta que, «sin caer en lo que algunos llaman "quimifobia"» es preciso señalar varias cuestiones importantes. Señala que en algunos casos se añaden aditivos a los alimentos que «no son estrictamente necesarios», como los colorantes o potenciadores del sabor, «solo para incitar al consumidor a un mayor consumo del producto». Asimismo, advierte sobre su excesivo consumo, ya que «se puede producir una acumulación».

Marián García, doctora en farmacia y graduada en nutrición humana y dietética, explica en su libro «El jamón de york no existe» que es importante diferenciar entre los términos «seguro» y «saludable» y afirma que, aunque los aditivos son seguros, no siempre son saludables. Pone como ejemplo de «aditivos que sí», el E330 (ácido cítrico), un aditivo que se añade al tomate frito como corrector de la acidez, o el EDTA, que se añade a las lentejas en conserva para que no se oscurezcan.

Por otro lado, habla de «aditivos que no», como los potenciadores de sabor. Aunque indica que «no dañan al cerebro como algunos predican, afirma que el problema de estos es que modifican nuestra conducta de alimentación haciendo que comamos más. «Los añaden a comida que no suele ser saludable, por lo que el efecto es peor», explica la autora.

«Los aditivos sí son seguros, pero se deben ver con mucha precaución. Mi recomendación es evitarlos si es posible», dice Juan José Samper y apunta para terminar que «hay muchas opiniones al respecto, y en infinidad de ocasiones son contrapuestas».

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