El campo necesita sensores y algoritmos frente a la sequía

La tecnología permite ajustar al máximo la cantidad de agua necesaria en un cultivo para no desperdiciar ni una gota

Aspersores en funcionamiento. Efe

A. Herranz

El crecimiento de la población y el aumento de la superficie de agricultura de regadío, conllevan a una mayor necesidad de agua y energía en un momento en el que el calentamiento global y el aumento de gases de efecto invernadero son un verdadero problema medioambiental.

Pero el agua es un bien escaso y, en tiempos de sequía , aún más preciado. Ahora, algoritmos, sensores y biotecnología se encargan de investigar las formas más eficientes de consumir el líquido elemento en un sector clave como la agricultura, todo gracias al cálculo más estricto del consumo exacto que necesitan algunas plantas o cultivos para crecer. Tanto que en un futuro cabría la posibilidad de que los productos de la tierra podría estar clasificados entre aquellos que tienen 'bajo consumo' de agua, como un factor de sostenibilidad, y los que no porque no han contado con estas tecnologías.

Control del agua

La compañía valenciana Idrica, por ejemplo, ha desarrollado algunas tecnologías que permiten la gestión del riego en la agricultura y otras más específicas para el de parques y jardines. En ambos casos, se emplean algoritmos no sólo para optimizar el consumo, sino también para detectar fugas y fraudes de manera temprana.

Estos sistemas se están empleando ya en zonas ajardinadas de Catar, un país que, como Israel , tiene una escasez de agua considerable. Begoña Tarrazona, técnico especialista en riego de Idrica, explica que lo más complicado en este tipo de proyectos es «el bajo nivel de digitalización en la que se encuentran las infraestructuras de riego en la actualidad, que implica no sólo la implementación de una plataforma tecnológica, sino la sensorización de las redes de riego, lo cual tiene un coste que el cliente debe estar dispuesto a invertir».

«Hay que concienciar al regante de que, regar más, no siempre implica una mayor producción»

Begoña Tarrazona

técnico especialista en riego de Idrica

Además, el sector ‘agro’ es «muy tradicional, reticente al cambio y a la innovación», lo que dificulta muchas veces la incorporación de estas nuevas tecnologías. «Hay que concienciar al regante de que, regar más, no siempre implica una mayor producción, hay que regar según las necesidades de las plantas: el estado de humedad del suelo, las condiciones climáticas, las previsiones meteorológicas y la tipología de riego. En este sentido, el uso de la tecnología te permite calcular la frecuencia y dosis de riego necesarias para un crecimiento y producción óptimas».

Una visión compartida por Silvia Tomillo, fundadora de Agrimetrics Global, que desarrolla soluciones innovadoras para distintos tipos de cultivos, sobre todo en los viñedos, quien asegura que la agricultura «ve el avance como algo necesario, pero se basaban mucho en la tradición e intuición».

Menor consumo

Desde hace tiempo también se viene investigando sobre cómo reducir la cantidad de agua que se necesita en el sector agroalimentario. Según la FAO, «si no cambiamos nuestros hábitos ahora, la demanda mundial de agua podría aumentar un 50% para 2030.

Se necesitan entre 2.000 y 5.000 litros de agua para producir los alimentos que consume una persona diariamente

Naciones Unidas

Este organismo asociado a las Naciones Unidas ha calculado que, según el tipo de dieta que se lleve, una persona necesita entre 2.000 y 5.000 litros de agua para producir los alimentos que consume diariamente.

En el mejor de los casos un hogar con cuatro miembros necesita algo más del equivalente a una piscina olímpica (2.500 metros cúbicos) solo para comer durante un año. Es lo que se conoce como la huella hídrica y que puedes conocer en más profundad en la Water Footprint Network, donde podrás comprobar cuánta cantidad de agua es necesaria para la producción de diferentes alimentos y productos.

La agricultura representa casi el 70% de todas las extracciones de agua y hasta el 95% en algunos países en desarrollo. El Centro de Experiencias de Paiporta de la Fundación Cajamar ha realizado ensayos en sandía, melón pimiento, berenjena, tomate, lechugas, albaricoque y cítricos para la obtención de productos con «residuo cero», tanto a través de técnicas de producción ecológica como integrada, con el objetivo de obtener frutas y hortalizas que llegan a la mesa del consumidor sin residuos. Y con un menor consumo de agua. En estas pruebas se logró reducir el consumo de agua en un 20%.

Gestión inteligente

El uso de plataformas tecnológicas se presenta, pues, como un medio para tener un control en tiempo real de las infraestructuras, una mejora en la eficiencia hidráulica de las redes de abastecimiento y, consecuentemente, la reducción del volumen de agua no registrada. «La incorporación de algoritmos para el cálculo del riego agronómico también supone un gran avance en favor de la sostenibilidad medioambiental», defiende Begoña Tarrazona.

Aunque existen métodos tradicionales para reducir la huella hídrica, el apoyo en las nuevas tecnologías, además de lógico, es completamente necesario. «En pleno siglo XXI, en el que las autoridades apuestan e impulsan la transformación digital de las empresas y sus procesos, la sociedad no puede permanecer impasible ante esta transformación y los retos presentes y futuros, y debe por ello poner en práctica todas las herramientas tecnológicas del ecosistema a su alcance para reducir la huella hídrica y energética en aras de favorecer la sostenibilidad medioambiental».

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