Un vaso de agua para regar todo un campo de habas

La agricultura de precisión se presenta como una de las grandes aliadas para la sostenibilidad en el campo y el planeta

Cultivos en Almería. IBM

José A. González

«Desde el espacio destacan más los invernaderos de Almería que la Muralla China». Estas son palabras del ex ministro de Ciencia, Pedro Duque. Desde lo alto del cielo, el Poniente almeriense se ve como un gran mar blanco que llega casi a tocarse con el azul del Mediterráneo.

Entre tomates, pimientos, berenjenas o calabacines, un equipo de científicos trabajan con sandías, con lechugas, con papayas y con datos, muchos datos.

En concreto, «más de 200 fuentes de datos», asegura Alejandro Blaas, director de Plataforma Tierra, una iniciativa conjunta de IBM y Cajamar para digitalizar el campo español . «Tenemos más de 500 indicadores que recogen información de los invernaderos y de los propios agricultores», añade.

Este laboratorio 'verde' de Las Palmerillas (El Ejido) es un campo de pruebas para adelantarse a la agricultura del futuro. «El objetivo de Tierra es impulsar la transformación del sector agroalimentario y hacerlo más competitivo, rentable, sostenible y atractivo», detallan los responsables de la iniciativa.

Para el año 2050 se prevé que la población mundial supere los 9.700 millones de personas y la duda, aún sin despejar, es si habrá alimentos suficientes para todo el planeta. Además, el cambio climático modificará la manera de producir, influyendo en factores como lluvia, temperaturas y calidad del suelo.

El calentamiento terrestre «hace que la incertidumbre sobre las precipitaciones sea cada vez mayor», asegura Rafael Séiz, experto del programa de Agua de la oenegé WWF. Con apenas dos meses cumplidos de 2022, España está en una «situación de sequía meteorológica importante». «Hay poca agua», responde Emilia Navarro, agricultora almeriense.

Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en España se cultivan 16,7 millones de hectáreas, de las que 3,8 % son de regadío (el 22,6%). Los embalses españoles se encuentran al 44% de su capacidad. «Sin agua, no hay cultivo y sin cultivos no hay alimentos», recuerda Navarro.

Los trabajos realizados en estos centros experimentales demuestran que se puede ahorrar hasta un 13% de agua en el cultivo de tomate

El embalse de Benínar, al noroeste de El Ejido, agoniza con tan sólo un 8% de su capacidad total, «la desaladora ha subido los precios y es costoso sacar agua de los pozos», añade Navarro. La tierra bajo las lonas de plástico se seca con la falta de agua, pero empieza «lo que nosotros llamamos cocina», explica con una sonrisa Ieltxu Gómez, director de la Estación Experimental de Las Palmerillas.

Los trabajos realizados en estos centros demuestran que se puede ahorrar hasta un 13% de agua en el cultivo de tomate . «Este campo de habas, según nuestra experiencia, se riega cinco minutos a la semana», explica mientras recoge una habichuela de la planta. «Eso es un vaso de agua», añade antes de llevársela a la boca. «Las explotaciones tienen que ser sostenibles y eso es lo que estudiamos», puntualiza.

Esta es una de las 200 fuentes de datos que alimentan Plataforma Tierra. «La información está en la nube», comenta Blaas. «El futuro es compartir la experiencia o el conocimiento», apunta Mikel Díez, director de innovación de IBM.

Una siembra de datos colaborativos en la nube que llega de las líneas de investigación de los expertos del centro experimental y también de la tecnología satelital e inteligente. The Weather Company de IBM y las capacidades de analítica geoespacial de la tecnológica permiten alimentar la herramienta. «Enseñamos a los agricultores, le damos la información y ellos la aplican para ser más eficientes», destaca Gómez.

Este instrumento facilita al agricultor su adaptación a las exigencias y recomendaciones medioambientales. Calcular el uso óptimo del agua es una cuestión fundamental en la agricultura y no solo por el coste ambiental, sino también por el económico. «Los márgenes de ganancias cada vez son más estrechos», advierte Juan Antonio Ibáñez, agricultor almeriense. «Nos han subido diez céntimos el metro cúbico del agua», añade Navarro.

Según datos del anuario de Cajamar, el agua y los fertilizantes representan el 3% y un 6,5% de los costes totales del tomate, uno de los cultivos más comunes del Poniente almeriense.

Tomates en un invernadero almeriense. José A. González

Recuperar el suelo

Sin agua no hay cultivo, pero sin suelo no hay tierra que regar y más del 75% de la superficie agraria de España está en peligro por la erosión y por la degradación. «Las temperaturas más altas y los fenómenos meteorológicos extremos relacionados, como sequías, inundaciones y tormentas, impactan en la cantidad y fertilidad del suelo en diversas maneras», revela la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

La salinización es un mal silencioso que avanza por las tierras de cultivo españolas. «La superficie afectada por salinización está incrementando debido a los cambios en el clima y el uso del suelo», avisa la Comisión Europea. «Pasa frecuentemente inadvertida y empeora con prácticas agrícolas no sostenibles», añade.

Más del 75% de la superficie agraria de España está en peligro por la erosión y por la degradación

La mala calidad del agua por su escasez y, sobre todo, el uso intensivo de fertilizantes provocan que la conductividad de la tierra, así se mide la salinidad, se dispare. «Según tu suelo y los problemas que tenga, nosotros te podemos dar una receta para regenerarlo», vuelve a responder Ieltxu Gómez con una sonrisa en la boca.

La Plataforma Tierra ofrece un servicio para calcular la fertilización óptima de las explotaciones basándose en el análisis del tipo de cultivo, suelo, objetivos de producción y las enmiendas previas realizadas al suelo.

Plantas en invernadero. IBM

Sin abandonar el campo de habas, Gómez remueve la tierra con su pie derecho. «Esto es un ejemplo de recuperación de suelo», explica. La conductividad normal de una tierra 'sana' está entre los 5 y 8 deciSiemens/cm. «El mar la tiene en 50 deciSiemens/cm y este suelo el triple», revela.

Tras un año de estudio y de trabajo, «hemos conseguido hacer un cultivo de habas con una especie sensible a la salinidad», detalla. Doce meses de estudio y observación del suelo «donde vamos experimentando y corrigiendo con IBM los datos para que a finales de este año los agricultores tengan su herramienta para conocer y trabajar su suelo para ser más sostenibles y eficientes», narra Gómez.

Esta, junto con la vigilancia del agua, es una de las líneas de investigación de los expertos de Las Palmerillas. «Mediante nuestra 'cocina' hemos conseguido reducir la conductividad de esta tierra», apunta.

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