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Un grupo de jóvenes, con el rostro tapado, se enfrentan a las fuerzas de seguridad francesas en una nueva manifestación ayer en París - AFP

El terrorismo, las huelgas y la crisis política sumen a Francia en el caos

El atentado yihadista contra un policía y su mujer, los altercados en la Eurocopa y las protestas contra la reforma laboral sobrepasan a un impopular Hollande

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Francia se encuentra actualmente en estado de emergencia militar, policial, judicial, social y político, con el gobierno más impopular de las últimas décadas afrontando con debilidad temibles desafíos terroristas, sociales y sindicales. Este panorama coincide con una Eurocopa que añade más inquietud a la situación, como han demostrado los altercados en Marsella y Niza. Cualquiera de esas crisis sería muy grave por si sola, pero si además coinciden, como sucedió entre la noche del lunes y la tarde noche del martes, componen un patético fresco del estado de la Francia de Hollande.

Atentados yihadistas

La noche del lunes al martes, un francés fanatizado por el yihadismo degolló a un comandante de policía y a su esposa en Magnanville, a 60 kilómetros de París.

Antes de ser abatido a tiros por las fuerzas de seguridad, el asesino tuvo tiempo de confesar que estaba «sediento de sangre» y que aspiraba a «convertir la Eurocopa en un cementerio» en nombre de Daesh.

Manifestaciones en las calles

Mientras Francia descubría y recordaba, inquieta, la deriva yihadista de varios millares de franceses crecidos en sus suburbios, centenares de miles de sindicalistas volvían a salir a la calle en París y en varias capitales de provincias ayer por la tarde para continuar pidiendo la retirada de una reforma laboral aprobada en primera lectura con un decretazo sin voto parlamentario. Ahora pasará al Senado, en segunda lectura, donde volverá a ser retocada al gusto o disgusto de unos senadores mayoritariamente conservadores.

Según los sindicatos CGT y FO, ayer se manifestaron en París más de un millón de personas. El ministerio del Interior estima que solo hubo entre 75.000 y 80.000. Más allá de la tradicional batalla de cifras, nadie duda del éxito de la última gran jornada de protestas, cuyos «enfrentamientos violentos se cobraron más de 40 heridos», según Le Figaro. Un ritual ya clásico, tras el estallido de la crisis a mediados del mes de enero pasado: las manifestaciones comienzan y terminan con estallidos de violencia «incontrolada», sofocados con gases lacrimógenos y cañones de agua.

La Eurocopa, un nuevo frente

François Hollande, presidente, y Manuel Valls, primer ministro, esperaban que la protesta sindical contra la desguazada reforma laboral terminase «diluyéndose» con el comienzo de la Eurocopa el 10 de junio y la llegada al Senado del texto ya muy descafeinado. Esperanza vana. El comienzo de la competición futbolística ha abierto un nuevo frente de crisis. Los sindicatos anuncian más jornadas de protesta. El Senado seguirá desguazando el proyecto gubernamental, tras aprobar el estado de emergencia nacional hasta finales de julio. Después de Roland Garros y la Eurocopa, el Tour abrirá un nuevo frente de inquietudes en el terreno de la seguridad nacional.

Despliegue de seguridad

Ante las amenazas terroristas y los desafíos que conlleva de la Eurocopa, el Gobierno movilizó a más de 100.000 soldados, gendarmes, anti disturbios, policías del Estado y policías locales, regionales y privadas. Despliegue excepcional que no ha impedido el estallido de violencia en Marsella y Niza. El Estado había tomado todas las medidas policiales indispensables, descuidando el más inflamable de los frentes: la venta libre de bebidas alcohólicas en las inmediaciones de los campos de fútbol.

División de la izquierda

Hollande quiso reformar la Constitución para institucionalizar el estado de emergencia judicial, policial y militar decretado tras los atentados terroristas del mes de noviembre pasado. Ese proyecto, que incluía la retirada de la nacionalidad a los terroristas, dividió gravemente a las izquierdas y no contó con el apoyo de las derechas. Enterrada la reforma constitucional, Hollande se ha tenido que contentar con la prolongación del estado de emergencia judicial, policial y militar.

El semillero de los suburbios

La presencia de soldados en los lugares públicos más emblemáticos tenía por objeto enviar mensajes de seguridad a una opinión pública preocupada. Esto no ha impedido, sin embargo, que un francés fanatizado degüelle a un comandante de policía y a su esposa, recordando que la «banlieue» parisina y los suburbios de las grandes ciudades francesas son un semillero de podredumbre criminal.

Una huelga continua

A las protestas por la reforma laboral se han sumado las huelgas de basureros, en París, y los paros aleatorios de ferroviarios y pilotos, aportando al panorama un «perfume» mal oliente y síntomas palmarios de angustia y desorden social grave. La fragilidad política de Hollande no ayuda, sino que agrava aún más la incertidumbre. Según el último sondeo de Le Figaro Magazine, un 84% de los franceses tienen mala o muy mala opinión de su presidente.

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