Obama y Bush critican las «políticas del siglo XIX y de intimidación» pero sin nombrar a Trump

Barack Obama ha participado, por primera vez desde que en enero dejó la Casa Blanca, en dos mítines de candidatos gubernamentales demócratas

JAVIER ANSORENA

Es raro que los expresidentes de Estados Unidos tomen partido en el debate político interno. Todavía lo es mucho más que dos de ellos elijan el mismo día para hacerlo. George W. Bush y Barack Obama salieron hoy del cascarón para censurar el clima político que Donald Trump ha impuesto desde su llegada a la Casa Blanca. Fue en discursos en ciudades diferentes, a distinta hora, sin relación entre ellos, pero que parecieron coordinados en el mensaje central: el rechazo de la división política con la que el presidente de EE.UU. ganó las elecciones y que no ha abandonado en el Despacho Oval.

Bush tuvo una intervención de quince minutos en una conferencia en Nueva York organizada por su instituto de estudios. Obama viajó hasta Newark (New Jersey) y Richmond (Virginia) para participar en mítines de apoyo a los candidatos demócratas a gobernador en ambos estados. Sus discursos tuvieron mucho en común: ambos citaron a Thomas Jefferson para recordar los valores fundacionales de EE.UU.; ambos usaron palabras como «crueldad», «intolerancia», «división» o el «credo» de la democracia estadounidense; y ninguno nombró a Trump, aunque no hacía falta hacerlo para saber a quién dirigían sus críticas.

Tanto Bush como Obama tienen razones para romper la tregu a a la tradicional neutralidad de los expresidentes con el actual inquilino de la Casa Blanca. Trump basó parte de su campaña, sobre todo durante las primarias, en ataques al establishment republicano, al que responsabilizaba de muchos de los desastres sufridos por el país. A Bush le acusó de no impedir los ataques del 11-S y de los fracasos en la guerra de Irak. Además, se burló sin descanso de su hermano Jeb, candidato como él a la presidencia, y que partía como favorito. Repitió que era «low energy» (con poca energía) y se rió de los más de cien millones que se gastó, para nada, en la campaña. Obama está todavía más cargado de razones: Trump se ha dedicado a desmantelar una por una las piezas centrales de su legado , desde su reforma sanitaria (conocida como Obamacare) a la regulación medioambiental o el acuerdo nuclear con Irán.

«Hemos visto cómo el nacionalismo se ha distorsionado hacia el chovinismo, cómo se ha olvidado el dinamismo que la inmigración ha traído a EE.UU.», dijo Bush en su discurso, en el que también criticó las propuestas aislacionistas de Trump , tanto en lo económico como en lo diplomático. «Vemos una caída de la confianza en el valor del libre mercado y del comercio internacional, olvidando que el conflicto, la inestabilidad y la pobreza son consecuencia del proteccionismo. Hemos visto un regreso al sentimiento aislacionista, olvidando que la seguridad de EE.UU. está directamente amenazada por el caos y la desesperanza en otros lugares».

Contra los supremacistas

Bush y su padre, el también expresidente George H.W. Bush, emitieron comunicados de condena tras los incidentes protagonizados por supremacistas este verano en Charlottesville (Virginia), a los que Trump reaccionó con una postura tibia que le valió críticas generalizadas. «El racismo y la supremacía blanca en cualquier forma son una blasfemia frente al credo estadounidense», dijo en Nueva York y recordó que «el “bullying” (matonismo) y los prejuicios en la vida pública establecen un tono en todo el país, dan cancha a la crueldad y al racismo y comprometen la educación moral de los niños», en clara referencia a las palabras de Trump.

Obama, con una presidencia mucho más fresca, fue menos agresivo en sus palabras, pero transmitió un mensaje central similar. «Os habréis dado cuenta de que no he hablado mucho de política últimamente», dijo al público congregado en Richmond. «Pero hay una cosa que sí sé: si para ganar una campaña tienes que dividir a la gente, no vas a ser capaz de gobernar. En vez de mirar formas de trabajar juntos y hacer cosas de una manera práctica, tenemos a gente que de forma deliberada trata de enfadar, de demonizar a quienes tienen ideas diferentes, de enardecer a sus bases porque le da una ventaja táctica a corto plazo». Los de este jueves eran los primeros mítines en los que Obama participaba desde que su secretaria de Estado, Hillary Clinton, perdiera las elecciones con Trump. En el cierre de su discurso, al igual que Bush, trató de ofrecer una idea optimista sobre la fortaleza de la democracia y contra la pérdida de confianza en ella. «Nuestro destino está en nuestras manos», dijo el último presidente demócrata. «Esa es la idea radical de EE.UU., que nosotros decidimos nuestra dirección».

Trump ha obviado de momento estos discursos y no respondió a ellos en Twitter. Preguntado si sus críticas se escucharán en la Casa Blanca, Bush sonrió: «Creo que sí».

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