El líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, y la cabeza visibe de la formación en Escocia, Kezia Dugdale, este lunes en el segundo día de la Conferencia de Liverpool
El líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, y la cabeza visibe de la formación en Escocia, Kezia Dugdale, este lunes en el segundo día de la Conferencia de Liverpool - REUTERS

El laborismo promete más salario mínimo, más deuda y más intervencionismo

«Se acabó susurrar que este partido se llama socialista», proclama el brazo derecho de Corbyn

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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John McDonnell, que tiene 65 años y no sabe lo que es trabajar fuera de la política, es el brazo derecho de Jeremy Corbyn, de 67 y con el mismo pasado. McDonnel fue sindicalista y lleva 20 años de diputado en los Comunes. Su jefe y amigo lo supera: 34 años seguidos con nómina en el Parlamento. Corbyn nombró hace un año a McDonnel como responsable de economía del Partido Laborista y hoy ha presentado en la convención de Liverpool su programa en la materia: intervencionismo, proteccionismo para las empresas británicas, más impuestos «para los ricos», rechazo a la globalización y la promesa de subir el salario mínimo a diez libras la hora en 2020.

McDonnell, vástago de un conductor de autobuses de Liverpool, citó al hijo más querido de la ciudad portuaria, John Lennon, e invitó al auditorio a imaginar otro futuro evocando su canción «Imagine».

Pero los mayores aplausos los arrancó al final de su alocución, cuando proclamó: «Se acabó lo de susurrar que este partido se llama socialista».

El catálogo de propuestas económicas que presentó para el caso de que Corbyn alcance el Gobierno -hipótesis improbable, según incluso en las encuestas entre la propia militancia laborista- fue un recital de socialismo de vieja escuela. McDonnell propuso un programa de «justicia radical» y arrancó con este diagnóstico de la situación mundial: «Los vientos de la globalización están cambiando de dirección. Soplan contra la creencia en el libre mercado y a favor de la intervención».

Los laboristas prometen un «Gobierno intervencionista», que también será proteccionista para defender a las empresas locales. Como todos los partidos socialistas europeos, el rigor contable queda descartado. McDonnell anunció que se endeudarían más a corto plazo «para una futura prosperidad». Con un recetario de eco ya casi chavista, proponen crear un banco nacional de inversiones, dotado con 100.000 millones de libras, y nacionalizar el ferrocarril y otros servicios.

El Reino Unido, a pesar de los ajustes de George Osborne en los últimos seis años, figura entre los países más endeudados del mundo, con una deuda pública que todavía supone el 87,7% del PIB (en España superó el pasado mayo el 100% del PIB, es decir, el Estado ya debe más dinero de la riqueza que genera España). Esa losa no deja mucho margen para más gasto público, pero el corbynismo pasó ayer por encima de esa realidad.

Los laboristas prometen también más impuestos para los más ricos y acabar con las tretas legales de elusión fiscal. Resumido en grandes logos, anuncian «el fin de la austeridad» y que «todo el mundo ganará para vivir». Este giro a la izquierda convierte en un centrista moderado a Ed Miliband, el predecesor de Corbyn, que expresaba un cierto interés en controlar el déficit y era mucho más empático con el mundo empresarial.

La promesa concreta más llamativa fue subir el salario mínimo, que el pasado abril Cameron fijó en 7,20 libras la hora (8,24 euros). Los laboristas garantizan que si llegan al poder en 2020 será de diez libras la hora (11,5 euros), frente a las nueve libras que calcula para entonces la administración tory. Si se cumpliese la promesa de McDonnell, en 2020 el trabajador peor pagado a jornada completa percibiría anualmente en el Reino Unido el equivalente a 22.162 euros (19.250 libras).

En el tema del Brexit, McDonnell se limitó a decir que hay que intentar mantener el acceso al mercado único con «el mejor acuerdo posible».

Los conservadores han contestado diciendo que «los laboristas empeorarían la vida de la gente trabajadora, con más gasto, más endeudamiento y más impuestos, a niveles todavía mayores que la última vez que estuvieron en el poder, son una alternativa de Gobierno incompetente y nada creíble».

La mala situación del Partido Laborista la acredita una encuesta que ha realizado entre su militancia Sky Televisión en el transcurso de la conferencia de Liverpool: el 59% de los laboristas creen improbable que Corbyn pueda ganar las próximas elecciones y un 45% piensan que no lo logrará nunca. Pero ese es el líder que han elegido con un respaldo de más del 60%.

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