Asamblea Nacional Popular de China, un Parlamento «de pega» al servicio del Partido Comunista

Con 3.000 diputados, se reúne una vez al año en un mastodóntico edificio de sobrio estilo soviético construido en 1959 en la plaza de Tiananmen, corazón político del régimen

CORRESPONSAL EN PEKÍN Actualizado: Guardar
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Que China sea un régimen autoritario no significa que no tenga Parlamento. De hecho, posee el poder legislativo más numeroso del mundo con unos 3.000 diputados. Orgánico, eso sí, ya que la inmensa mayoría de sus diputados pertenecen al Partido Comunista y votan lo que se les ordena.

La Asamblea Nacional Popular, como se denomina oficialmente, tiene poder para promulgar leyes y, en teoría, para supervisar la labor del Gobierno y elegir a los altos cargos del Estado, pero en realidad es un Parlamento “de pega” al servicio del régimen donde no hay oposición alguna. Eso no significa que no haya discusiones (siempre a puerta cerrada) y, en ocasiones, hasta disensiones internas, ya que ha habido leyes que han tardado años en ser aprobadas.

Es el caso de la Ley de Propiedad, que fue redactada por primera vez en 1993 y aprobada finalmente por la Asamblea en 2007 tras siete revisiones por parte de su Comité Permanente. Como esta norma reconocía la propiedad privada y la equiparaba a la pública, base de cualquier sistema socialista, generó un intenso debate en el seno de un régimen que se sigue definiendo como comunista pese a haber abrazado el capitalismo más salvaje, controlado además por el Estado.

Para evitar tales divisiones, las nuevas leyes llegan a la Asamblea consensuadas y listas para su aprobación por parte de los diputados tras haber sido debatidas, analizadas y enmendadas por distintos comités. Por ese motivo, se considera embarazoso para el régimen que una disposición obtenga menos del 70 por ciento de votos a favor, como ocurrió en 1992 con la controvertida presa de las Tres Gargantas.

Al margen de estas polémicas puntuales, las sesiones de la Asamblea suelen ser más festivas que políticas, ya que la propaganda oficial las explota como uno de los pilares “democráticos” del régimen. Al contrario que en otros países, donde el Parlamento se reúne cada semana, el pleno de la Asamblea Nacional Popular se convoca una vez al año, generalmente entre el 5 y el 15 de marzo. Venidos de todos los rincones del país, sus 3.000 diputados acuden a Pekín para escuchar en la sesión inaugural el informe del Gobierno, leído por el primer ministro e interrumpido cada dos por tres por sonoros aplausos. Como en los días previos a la Asamblea se reúne la Conferencia Político-Consultiva del Pueblo Chino, un órgano asesor del poder legislativo formado por importantes personalidades que abarcan todos los espectros de la vida pública, dichos encuentros se conocen popularmente en mandarín como “Lianghui” (“Las dos sesiones”).

Dicha cita, en la que se fijan los objetivos económicos y sociales del año, supone el evento político más importante de China y concita la atención de los medios nacionales y extranjeros. Además de destacar por su colorido y exotismo, ya que los diputados de las minorías étnicas acuden vestidos con sus trajes tradicionales, la Asamblea es uno de los pocos momentos en que los periodistas internacionales pueden tener acceso a los políticos en un régimen tan hermético como el chino. Junto a las ruedas de prensa que se convocan cada día, el primer ministro comparece ante cientos de reporteros el día de la clausura. Sin embargo, todas las preguntas han sido acordadas con los medios en esta comparecencia multitudinaria, donde no hay margen para la improvisación y se filtran las cuestiones que puedan poner en un brete al primer ministro, como los derechos humanos y la corrupción al más alto nivel.

Tanto esta rueda de prensa como la sesiones de la Asamblea Nacional Popular tienen lugar en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, un mastodóntico edificio de sobrio estilo soviético enclavado en el lado occidental de la plaza de Tiananmen, presidida por el retrato del “padre” de la patria, Mao Zedong, sobre la entrada a la contigua Ciudad Prohibida. Erigido frente al Museo Nacional de China y al Mausoleo del “Gran Timonel”, que ocupa el centro de la plaza, el Gran Palacio del Pueblo es uno de los símbolos del poder del régimen.

Construido por el arquitecto Zhang Bo, fue inaugurado en 1959 como una de las “Diez Grandes Construcciones” que conmemoraron el décimo aniversario de la fundación de la República Popular China. Levantado en solo diez meses por miles de obreros y voluntarios, este gigantesco recinto ocupa unos 170.000 metros cuadrados y mide 356 metros de largo por 206 de ancho. En el frontispicio, que se eleva hasta 46,5 metros sobre columnas clásicas, luce el emblema nacional bajo las banderas rojas que coronan el tejado.

El interior se distribuye en un laberinto de pasillos y salones que, distribuido en tres pisos, confluye en el auditorio principal, donde se sientan los diputados. En total, su aforo es de unas 10.000 personas, ya que puede albergar a 3.693 en el auditorio inferior, 3.515 en el anfiteatro de la segunda planta y 2.518 en el de la tercera, así como unas 500 en el estrado. Sobre todos ellos, en el techo de esta descomunal caverna de mármol, luce una enorme estrella roja, recuerdo del poder totalitario que pende sobre sus cabezas.

Junto a la treintena de salas dedicadas a cada provincia, decoradas con motivos locales, destaca el Salón de Banquetes Estatales, que ocupa 7.000 metros cuadrados y puede acoger a unos 5.000 comensales, como ocurrió durante la histórica visita que protagonizó en 1972 el entonces presidente estadounidense, Richard Nixon.

Y es que, además de albergar al Parlamento de China, el Gran Palacio del Pueblo se usa para dar la bienvenida a los mandatarios extranjeros, que pasan revista a la guardia de honor frente a su fachada o en sus grandes salones interiores, donde cuelgan cuadros alegóricos de China y de la revolución comunista.

Entre sus diversas funciones, en el edificio también se celebra el Congreso del Partido Comunista, que tiene lugar cada cinco años, y sirve como escenario para importantes reuniones estatales. Fuera de su ámbito político, tan solemne recinto incluso ha albergado conciertos de música “pop” en los que, rigurosamente vigilados por guardias de seguridad, sus espectadores han podido escuchar la música sentados en los escaños de los diputados. Al igual que China, su Asamblea Nacional también se ha adaptado a la música que sonara según los tiempos, pero, eso sí, interpretada siempre por el Partido Comunista.

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