Gaia Matisse y Paris Hilton
Gaia Matisse y Paris Hilton - INSTAGRAM

Las travesuras de la tataranieta rebelde de Henri Matisse

Gaia Matisse es el nuevo verso libre de los niños guapos, ricos y alocados de la alta sociedad neoyorquina

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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El pasado fin de semana, Gaia Matisse colgaba una foto en la red social Instagram desde el James Hotel, uno de los puntos de reunión de la gente guapa neoyorquina. Vestida con un top de lencería, agarraba por el cuello para besarla a otra chica de su estirpe –guapa, joven, rica–, la princesa Olympia de Grecia. La conquista de Matisse no es otra que la hija de Pablo y Marie-Chantal de Grecia, nieta del antiguo Rey Constantino y, por tanto, sobrina nieta de la Reina Doña Sofía.

La foto de alto voltaje protagonizada por ambas «niñas bien» no es la excepción, sino la regla, en el autorretrato que Gaia Matisse proyecta en las redes sociales. Tataranieta del pintor posimpresionista Henri Matisse, hija del icono del arte pop europeo Alain Jacquet, la joven veinteañera incendia cada pocos días Instagram con sus fotos y su estilo de vida.

Matisse es uno de los miembros destacados de la última hornada de la élite global entregada al lujo y la fiesta. Antes los perseguían los paparazis y ellos se encerraban en sus castillos de oro. Ahora lo muestran todo en las redes sociales. En su círculo íntimo está la hija de Pablo y Marie-Chantal de Grecia, pero también otros jóvenes –algunos recién despedidos de la adolescencia– como Andrew Warren, diseñador de moda y socialite incansable; Tiffany Trump, hija del magnate que ha puesto patas arriba las primarias republicanas, o los hermanos Peter y Harry Brant, hijos del multimillonario coleccionista de arte Peter Brant y la exactriz y exsupermodelo Stephanie Seymour.

La actriz Bella Thorne; EJ, el hijo de la leyenda de la NBA Magic Johnson; Reya Benítez, hija del mítico John «Jellybean» Benítez, pinchadiscos de Studio 54 y productor de Madonna y Whitney Houston, o Kyra Kennedy también forman parte de su pandilla. Esta última es la nueva niña maldita del clan Kennedy, a la que echaron de una discoteca en Syracuse por tratar de entrar con el pasaporte de su hermana («Soy una Kennedy. Míralo en Google», le amenazó al portero).

Sus aventuras se publican a diario en Instagram: jet privado a St. Barts, reunión de amigos en Montauk, escapada a Bali, copas en Chateau Marmont, clubs de Beirut, playas de Cartagena de Indias… Ellos forman parte del llamado grupo «Rich Kids of Instagram» («Los niños ricos de Instagram»), una etiqueta creada por una web anónima que reúne las fotos de despilfarro, juerga y ostentación de los herederos de las grandes fortunas del mundo. En ella se ve a un joven llenando un jacuzzi con Moët & Chandon o un descapotable con una bolsa de regalo en el asiento del copiloto: «Otro día, otro Birkin», reza la descripción de la foto.

Matisse, quizá afectada por su sangre europea, se inclina por exhibir menos diamantes y botellas de Dom Pérignon y más de ella misma. Juega en sus innumerables «selfies» con una imagen sensual y misteriosa, con la que ha conseguido más de 20.000 seguidores en Instagram.

Sus planes profesionales no están claros. Ha repetido que no quiere seguir el camino de sus antepasados y dedicarse al arte. Se sabe que se graduó, con notas excelentes, en la Universidad de Nueva York con estudios sobre «El yo y los otros: performance integradora y psicología oriental». Quiere ser actriz. Dice que trabaja desde los 16 años con un gurú de la actuación, el que forjó la carrera de Bradley Cooper. Lo conoció una noche en una cena con Mickey Rourke.

«Sé que se van a escribir libros sobre mí», dijo hace poco, sin sombra de duda, a la revista de culto «Galore». La periodista le preguntó si le daba miedo la muerte. «No me asusta morir», dijo Gaia, antes de hacer una pausa. «Pero no puedo morirme hasta que todos esos libros se hayan escrito».

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