Pedro Trapote en su domicilio madrileño
Pedro Trapote en su domicilio madrileño - Belén Díaz Alonso

Pedro Trapote: «Ni he bebido, ni he fumado ni jamás tomé cocaína»

Hace 35 años, este visionario inauguró la mítica discoteca Joy Eslava. Se inspiró en la neoyorquina Studio 54 y triunfó

Madrid Actualizado: Guardar
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«Hay secretos que no se deben contar». Toda una declaración de principios del empresario de ocio nocturno de mayor éxito del país, alguien que conoce como nadie los entresijos de las discotecas. Guardián de confidencias, testigo de historias que sólo se viven cuando el común de los mortales duerme, Pedro Trapote celebra los 35 años de uno de los templos de la noche madrileña. Fue un visionario sobre lo que se avecinaba en el Madrid de los 80, y hoy nos abre las puertas de su casa para hablarnos de su otro hogar: Joy Eslava.

—Todo empezó el 23 de febrero del 81…

—Recuerdo que estaba acojonado. Venía del mundo de la banca, sobre todo en Cataluña.

Pero cuando me lancé a hacer negocios fui capaz de abrir hasta diez salas de noche por toda España.

—¿Cómo se deja el horario de un banco para meterse en la noche?

—Eran los años en los que, para promocionarte, o eras hijo de un banquero o un «bendecido» por Deusto. Como no era mi caso, en 1972 pedí una excedencia para dedicarme al negocio de una embotelladora de vinos, que fue un fracaso. Aprendí de los errores y con un socio empecé a comprar locales para salas de fiestas.

—Su caso es singular, pues, aun siendo empresario de la noche, usted no es noctámbulo ni copero.

—Ni he bebido, ni he fumado ni jamás tomé cocaína. A mí lo que me ha gustado siempre son las señoras. Me casé cinco veces y tengo cinco hijos. Nunca me interesó alternar, pues siempre tuve el punto de vista del empresario.

—¿Cómo se fijó en el teatro Eslava?

—Todo comenzó con el boom de Studio 54 de Nueva York. Mi socio y yo viajamos hasta allí para conocer la sala, pero no nos dejaron entrar hasta el tercer día. El ambiente y el sitio nos fascinaron. Pusimos un anuncio en ABC solicitando un teatro, pero la debilidad que siempre tuve por Concha Velasco hizo que me inclinara por el Eslava. La compra fue fácil, porque nos encontramos con un caballero como era Luis Escobar. Formé un gran equipo con Jean Louis Mathieu, Juan del Campo, Julio Ayesa y Ramiro Jofre. El gran acierto es que supe rodearme de gente muy buena.

—Supongo que habrá presenciado el origen de muchas historias de amor.

—En Joy surgieron los noviazgos de Simoneta Gómez-Acebo y José Miguel Fernández Sastrón, de Lolita y Guillermo Furiase, de Kardam de Bulgaria y Miriam de Ungría… Aunque la popularidad fue gracias a que José Luis Uribarri consiguió que allí se grabara el programa de televisión «Aplauso».

—No quiero imaginar las cosas que habrá visto...

—Hay secretos que no se deben contar, como el caso del banquero que vio cómo su mujer se marchaba con otro. Para el álbum queda la primera fotografía de Miguel Boyer e Isabel Preysler juntos… En cuanto a anécdotas, las hay de todos los colores. Desde el multimillonario árabe que lanzaba fajos de billetes a la pista hasta las visitas de figuras como Roger Moore o Richard Gere cuando salía con Sofía de Habsburgo; la Lollobrigida, Catherine Deneuve…

—Y ahora las nuevas generaciones, como Felipe Juan Froilán de Marichalar, que estuvo de relaciones públicas en las sesiones light para menores.

—Más bien se encargaba de organizar las recaudaciones con rifas en la sala, para conseguir fondos para el viaje de fin de curso. Es un chico muy inquieto, simpático y muy avispado.

—¿Peligraría la imagen de algún político si se supiera qué hace por la noche?

—Por Joy ha pasado una generación de políticos, de todos los colores. En una época venía mucho el secretario del Partido Comunista, Gerardo Iglesias.

—¿Sigue usted al frente del negocio?

—Tengo cinco hijos varones, tres de ellos muy integrados en el negocio. Todos tienen unos expedientes muy buenos, y en concreto uno de ellos, Pablo, lleva actualmente Barceló y es mi claro sucesor.

—Su agitada vida sentimental se serenó con su quinta esposa, Begoña García Baquero...

—Begoña ha sido la culminación de mi vida. Su virtud es que me ha seguido siempre, y te aseguro que es muy difícil, porque tengo una actividad imparable. Agoto a todo el mundo.

—¿Cómo le ha afectado la crisis?

—Lo del IVA es brutal, pero supe planificar. Soy hijo de un carpintero y me siento muy orgulloso de no haber tenido que despedir a nadie. Tengo 268 empleados.

—¿Cómo ve el panorama político? A fin de cuentas, con un cuñado como Felipe González alguna información tendrá.

—Creo que estamos en una nueva Transición, aunque sería muy triste que nos olvidáramos de dónde venimos. No se puede hacer tabla rasa de un pasado que nos ha traído una felicidad incuestionable, ni poner el país patas arriba.

—¿El Ayuntamiento de Carmena facilita las cosas a los empresarios del ocio?

—No, y es una pena, porque habría que saber discernir quién contribuye a mejorar el ocio madrileño frente a los que abusan. Madrid necesita más altura por parte de los políticos locales.

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