El empresario barcelonés junto a Joaquim uno de sus dos hijos y encargado de la decoración de sus establecimientos
El empresario barcelonés junto a Joaquim uno de sus dos hijos y encargado de la decoración de sus establecimientos - ABC

Jordi Clos, el coleccionista de hoteles

Tiene negocios en París, Londres y Madrid, y una de las mayores colecciones de arte antiguo de Europa. Pero le gusta volar en low cost

ENVIADA ESPECIAL A PARÍS Actualizado: Guardar
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Cuando Jordi Clos, jerarca de una de las familias hoteleras más importantes de España y un prestigioso coleccionista de arte egipcio y precolombino, presenta un nuevo proyecto, es él quien sirve de guía. A pesar de su edad (65 años) y de su cojera (vestigios de polio), el señor sube y baja escaleras. Conoce todos los detalles de cada uno de los hoteles y apartamentos turísticos de la cadena Derby, que forjó en Barcelona, expandió a Madrid (Villa Real y Urban) y después a París y a Londres (y próximamente a Ámsterdam). Sabe de dónde vienen el mármol, la madera, recuerda la historia de cada una de las piezas de joyería que ahí se exponen y todo lo que haya que saber sobre los edificios (muchos de su propiedad; odia los bancos, repite a menudo).

Incansable, gran contador de historias, ABC le acompañó durante un día en París.

Comienza temprano, dormir es para los débiles. La familia Clos viaja por Vueling, no van en asientos preferentes, tampoco llevan equipaje documentado. ¿Viajarán también así a Egipto? El señor Clos ha ido más de cien veces y, además de un libro, le ha dedicado un museo en el Ensanche (a pocos metros de su hotel insignia, el Claris). El Museo Egipcio de Barcelona ha recibido a más de 5.000.000 de visitantes desde que abrió en 1994. Egipto no sólo le ha dado una de sus experiencias más reconfortantes, la excavación de la tumba de Sharuna; también a su compañera de viaje, Montse Casellas, barcelonesa también, a quien conoció en aquel país y es la madre de sus dos hijos mellizos, Jordi y Joaquim. Ambos han comenzado el cambio de estafeta de la compañía, que hace meses se trasladó de Barcelona a Madrid por los beneficios fiscales que da la capital para ello.

Una vez en París, en el hotel Banke, un antiguo banco suizo, el señor Clos se emociona al enseñar la terraza que augura conseguirá próximamente el permiso para explotar. Ya lo logró en Barcelona: «La primera fue la del Claris, ahora hay más de 66 terrazas en la ciudad». De la terraza, sin usar el ascensor, al sótano, donde se ubican las antiguas cajas fuertes del banco, que aún están abriendo poco a poco, sin romperlas. El buscador de tesoros es paciente. «La tumba de Sharuna esperó más de 3.000 años para ser descubierta, no tengo prisa», explica. Aprendió esa paciencia en la infancia, cuando contrajo polio a los 2 años y tuvo que pasar hasta los 4 dentro de un pulmón de acero. Gracias a los cuidados extremos de su madre, a los 6 logró andar (¿volar?) y salir a jugar a las calles de su barrio, el Raval. La enfermedad y el entorno le dejaron el temple y la determinación que le caracterizan. Su educación se la debe a su cuñado, Ramón de Dalmases, marqués de Mura, que, tras casarse con su hermana, lo apadrina, lo lleva del Raval a Sarriá y a viajar por el mundo (tenía tan solo 9 años).

«Hombres blancos»

Tras probar la nueva oferta gastronómica del Banke, la agenda marca visitar el Museo de las Culturas Quai Branly. «Venir aquí me sirve de catálogo para saber qué piezas hay en el mercado y comparar con las mías», comparte el señor Clos. Hay algunas piezas de las que conoce más, las de Papúa Nueva Guinea. Estuvo ahí el año pasado, exploró poblados que tenían 30 años sin ver «hombres blancos» (su colección de esa zona está en el hotel Urban de Madrid).

Es el turno de visitar Drouot, una casa de subastas alejada del lujo de Sotheby’s o Christie’s. Aquí, Clos quiere ver de cerca el brazo de un «cuidador de tumba» egipcio que encajaría con una figura que tiene en el museo de Barcelona, que perdió su brazo por fuego. Es asiduo a subastas de aficionados. Tras el viaje confiesa que lo ha conseguido, aunque tuvo que pagar por él más de lo que esperaba (el precio de salida era de 200 euros).

Su hijo Jordi es también coleccionista y es el encargado de la decoración de los hoteles y la incorporación de las piezas de arte en ellos; y su otro hijo, Joaquim está al frente de la compañía desde hace seis años.

El día se acerca a su fin, la sobremesa de la cena se alarga porque las historias del señor Clos son inagotables. Montse y Joaquim parecen ya haberlas escuchado todas; el resto, atentos, quisieran que el día se alargara para escuchar más. Jordi Clos inyecta ganas de salir volando, aunque sea solo con la imaginación.

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