Dimitri Rybolovlev
Dimitri Rybolovlev - ABC

La guerra entre un oligarca ruso y su marchante por 887 millones de euros

Dimitri Rybolovlev acusa a Yves Bouvier de haberle vendido cuadros con precios «inflados». El caso destapa las sombras del comercio de obras maestras

Corresponsal en Ginebra Actualizado: Guardar
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El espectacular litigio que enfrenta al oligarca ruso Dimitri Rybolovlev con el marchante y principal especialista mundial en el transporte y almacenamiento de obras de arte, el suizo Yves Bouvier, por una presunta estafa por valor de unos 1.000 millones de dólares (887 millones de euros), ha sacado a la luz pública la opacidad que rodea este tipo de transacciones, actualmente en plena expansión. Se trata de complicadas operaciones financieras por las que los marchantes de arte pueden llegar a ganar una notable fortuna comprando obras de arte que al poco tiempo venden a sus ricos clientes por el doble de precio.

El último episodio de este folletín ha tenido lugar hace algunas semanas en Mónaco. En el Principado se ha acusado a la abogada de Rybolovlev, Tetiana Bersheda, de violación de la vida privada al haber grabado una conversación entre su cliente y una supuesta cómplice de Bouvier, Tania Rappo.

Ambos se encontraban disfrutando de una cena en la casa del oligarca. Bersheda grabó la conversación que mantuvieron para luego presentarla como prueba en el proceso que enfrenta a su cliente con el marchante suizo.

En 11 años, 37 obras

Dimitri Rybolovlev acusa a Yves Bouvier de haberle «sobrefacturado» 1.000 millones de dólares en la venta de 37 obras maestras de grandes pintores que le vendió entre los años 2003 y 2014. El marchante se defiende diciendo que el beneficio lo obtuvo dentro del marco de su actividad de compra-venta de los lienzos, lo cual es perfectamente legal y por lo que no tiene que rendir cuentas ni dar explicaciones.

Una estafa, o conflicto personal, entre un poderoso magnate ruso –que se enriqueció explotando y modernizando minas de potasio en los Urales, que más tarde vendió tras sacarlas a bolsa en Londres a través de una operación valorada en unos 8.000 millones de dólares–, y un marchante de arte que, aprovechándose de la ausencia de reglamentación en el mercado del arte, ha logrado jugosos beneficios vendiendo fabulosas piezas de los mejores artistas.

Relación laboral y personal

Los destinos de estos dos poderosos hombres se cruzaron por primera vez en agosto del año 2002, cuando el ruso visitaba las instalaciones del Puerto Franco de Ginebra, un discreto búnker para millonarios especializado en el almacenamiento de obras de arte, una garantía de discreción y seguridad para familias acaudaladas que invierten en arte sin pagar impuestos. Bouvier, propietario de la sociedad de transportes Natural Le Coultre, impresionó favorablemente a Dimitri Rybolovlev. Juntos comenzaron una relación comercial y personal que duraría más de una década y que ninguno de los dos esperaba que terminase en los juzgados.

Ambos cerraron un acuerdo en virtud del cual los depósitos de Natural Le Coultre guardarían, conservarían y asegurarían las obras de la colección personal del oligarca mediante el pago de una comisión que correspondería al dos por ciento de su valor. Por otra parte, el marchante podría venderle otras obras de arte las cuales se facturarían a un precio fijado por Bouvier.

Amante de Modigliani

La densa red de contactos de Bouvier permitió a Rybolovlev satisfacer sus deseos de convertirse en un gran coleccionista de arte, uno de los más importantes del mundo. El suizo le hizo propietario de cuadros excepcionales entre los que se encuentran una obra de Leonardo da Vinci, «El salvador del mundo», varios desnudos de Modigliani –que son la debilidad del oligarca–, y pinturas de Picasso, Chagall y Klimt, entre otros.

Bouvier conseguía comprar estas obras, que a su vez se las revendía a Rybolovlev realizando plusvalías de varios millones de dólares. Como fue el caso de la venta de «Músico con flauta y mujer desnuda», un Picasso, que el marchante compró por sólo 3,5 millones de dólares y revendió veinticuatro horas después al ruso por 25 millones.

Cuando Rybolovlev descubrió estos detalles de las operaciones de compra-venta, su primera reacción fue la de presentar una demanda contra el suizo ante los tribunales de Mónaco y Singapur, donde reside oficialmente Bouvier. Aunque por el momento los tribunales no han fallado en su favor. Especialistas en arte calculan que el valor de la colección de los cuadros del ruso no ha cesado de aumentar y podría alcanzar en la actualidad los 3.000 millones de dólares. Una inversión que, tal vez, podría haber sido más grande si Rybolovlev no hubiera pagado unos cuantos millones de más por cada obra de arte.

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