Asma al Assad
Asma al Assad - AFP

La esposa de Al Assad reaparece en una entrevista a un medio ruso tras ocho años en silencio

La primera dama del demolido país árabe relata sus vivencias y exteriorice su estado de ánimo

Corresponsal en Moscú Actualizado: Guardar
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Asma al Assad, esposa del presidente sirio y considerada antaño la mujer más glamurosa de Oriente Próximo, bautizada por sus admiradores como «la rosa del desierto», ha reaparecido tras ocho años de silencio.

Lo ha hecho concediendo una entrevista al canal de televisión público ruso «Rossía-24». La intencionalidad del medio era evidentemente propagandística, tratando de ofrecer una imagen amable del régimen sirio, pero también ha servido para que, entre líneas, la primera dama del demolido país árabe relate sus vivencias y exteriorice su estado de ánimo.

Asma, de 41 años, responde a la primera pregunta de la entrevista, sobre la razón de su silencio y de su respaldo incondicional a su cónyuge, diciendo que le ha apoyado y sigue apoyándole «porque comparto sus convicciones.

En cuanto a mi desaparición de la escena pública debo decir que nunca he procurado ser el centro de las miradas».

A este respecto, sostiene que nunca se planteó huir de su país pese a la guerra. «Sí, me ofrecieron la posibilidad de salir de Siria. La proposición incluía garantías financieras y de seguridad para mí y mis tres hijos, pero no hace falta ser un genio para comprender qué objetivos reales perseguían quienes me hicieron el ofrecimiento».

Según su opinión, « lo que menos preocupaba a esas personas era mi bienestar o el de mis hijos, era en realidad un intento premeditado de socavar la fe de la gente en su presidente. Lo que me ofrecieron era estúpido y no fueron sirios quienes lo hicieron». «Permanecí aquí desde el inicio mismo de la guerra y nunca pensé en estar en otro lugar», añadió. En varias ocasiones se llegó a rumorear que la familia del presidente sirio había abandonado el país, ya que el Daesh logró bombardear Damasco.

Asma considera «inevitables» las críticas contra su persona de parte de la «prensa occidental». «Es algo inherente a mi condición de esposa del presidente de Siria, como suele decirse, son gajes del oficio. Estoy segura de que después de esta entrevista seré objeto de críticas aún más duras desde determinados medios interesados en presentarme en plan negativo o superficial».

Ella reconoce que los piropos que la lanzaron hace tiempo algunas publicaciones, como la revista estadounidense Vogue cuando la llamó Rosa del desierto, «me halagan, pero no me impresionan. Prefiero dar imagen de mujer recatada y coherente conmigo misma».

A propósito de la prensa occidental, la mujer de Assad critica sin ambages su «doble rasero». Denuncia que se dio gran publicidad a la muerte de Aylan en una playa turca, y a lo sucedido con Omran, ensangrentado en una ambulancia tras un bombardeo en Alepo, fotos que dieron la vuelta al mundo, mientras se silenció la matanza en la localidad de Az-Zaria, en la parte sur de la provincia de Hama.

«Aylan era un niño sirio, independientemente de lo que pensaran sus padres, y lo mismo Omran y otros niños inocentes asesinados en Az-Zaria y en otras partes de Siria». Pero, según ella, de lo sucedido en Az-Zaria, matanza perpetrada en mayo contra mujeres, ancianos y niños por extremistas del Frente Al Nusra, «no se dijo nada». Denuncia también que a la prensa estadounidense y europea «les preocupan solamente la situación de los refugiados, que se encuentran en las zonas controladas por rebeldes, mientras que les importa poco el sufrimiento de la mayor parte de los desplazados, que viven en el resto del territorio del país», las controladas por el régimen. A su juicio, «todos son importantes, pero para ellos sólo cuentan las víctimas de una parte».

Habla de su marido como una persona «accesible, tranquila, pensativa y cordial, con quien se puede hablar de cualquier cosa». Eso sí, admite que la guerra «ha aumentado su responsabilidad, es un gran peso sobre él y consume todas sus energías y gran parte de su tiempo. Esta faceta de sus personalidad es la que más me impresiona, pero procura encontrar tiempo para su familia, especialmente para nuestros hijos. Comprende perfectamente la importancia de su papel como padre».

En cuanto a su actual actividad en Siria, Asma cuenta que « mi principal prioridad consiste en viajar por el país, dar apoyo a las familias de los caídos en la contienda, ayudar a los soldados heridos y a todas las víctimas que han perdido la vivienda o lo que tenían. Gracias a esta gente existe todavía Siria».

Las televisiones sirias la muestran regularmente visitando hospitales de campaña, reuniéndose con heridos, huérfanos o acudiendo a centros educativos. Hablando de sus hijos, la señora Assad recuerda el ataque lanzado en 2012 contra el Ministerio de Defensa en Damasco. «Aquello marcó mucho a mis tres hijos. El mayor tenía entonces 10 años y el pequeño no había cumplido los 7. Les asustó mucho lo sucedido, pero aquel día acudieron al colegio, pese a que desde el aula escuchaban el tiroteo en la calle». «Para ellos ha sido uno de los momentos más recordados de su infancia».

Asma nació en Londres el 11 de agosto de 1975 y tiene doble nacionalidad, británica y siria. Su padre, Fawaz Akhras, era médico cardiólogo y su madre, Sahar Otri, diplomática en la embajada siria. Asma creció en el barrio londinense de clase media de Acton, al oeste de la ciudad, y estudió en el Kings College computación y literatura francesa. Tras graduarse, trabajó en la banca, en el Deutsche Bank y después en el J.P Morgan, en la oficina de Nueva York.

Conoció a su futuro marido en Londres, a donde fue a estudiar oftalmología, Asma se trasladó definitivamente a Damasco en 2000, tras la muerte de Hafez al Assad, su suegro. La boda con el heredero del jerarca fallecido se produjo en diciembre de aquel año.

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