Kiko Rivera y Jordi Cruz, la mesa de la «cuchipandi», Eva y sus compañeros de MasterChef, María José Suárez y los novios después de comulgar en la iglesia
Kiko Rivera y Jordi Cruz, la mesa de la «cuchipandi», Eva y sus compañeros de MasterChef, María José Suárez y los novios después de comulgar en la iglesia - ABC / Instagram

Copla, reggaeton y «Suspiros de España» en la boda de Eva González y Cayetano Rivera

En un enlace divertido, emotivo y «muy de pueblo», Kiko Rivera fue uno de los protagonistas

MADRID Actualizado: Guardar
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La llamada «boda del año», más allá de los enamorados novios, Cayetano Rivera y Eva González, contó con un protagonista. Y este fue Kiko Rivera, quien el pasado viernes se presentó solo en la iglesia de Mairena de Alcor (Sevilla), pueblo natal de Eva. Su actual novia, Irene Rosales, guarda reposo debido a su avanzado embarazo.

Cuentan que Kiko disfrutó como nadie un el banquete celebrado en la finca «Los Molinillos» y la posterior fiesta. Por algo tiene fama de ser el perejil de todos los saraos. Con su chaqué alquilado, y relajado y contento, el hijo de Isabel Pantoja lo dio todo en una fiesta que fue pura exaltación de la amistad y de la familia

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Pero antes, en el interior de la iglesia parroquial de Mairena de Alcor, hubo escenas muy emotivas. Junto al altar, a Eva se le escaparon las lágrimas cuando se mencionó a su padre, Manuel González, fallecido el pasado año. De una manera similar, aunque más contenido, reaccionó Cayetano al escuchar el nombre de Carmina Ordóñez, su madre, muerta en 2004. La voz de Manuel Lombo puso la nota flamenca a la ceremonia, que en el aspecto musical, además, contó con un cuarteto de viento y un coro de niños. La misa se cerró con el pasodoble «Suspiros de España», del maestro Antonio Álvarez Alonso.

Las referencias a la canción española fueron una constante en el enlace de Eva y Cayetano. Por ejemplo, las mesas donde se iba a servir la comida (rabo de toro, arroz con bogavante, jamón ibérico...) se identificaron con títulos de la copla. Así, los 400 invitados se distribuyeron entre «Tatuaje», «Ojos verdes», «La bien pagá»... En una de esas mesas se agruparon las amigas de la novia, las autodenominadas «cuchipandi», entre las que se encuentran María José Suárez, Elena Tablada y Elizabeth Reyes.

Enseguida llegó la fiesta, a la que Kiko Rivera se entregó en cuerpo y alma. Ejerció como DJ y estuvo en la cabina hasta las seis de la mañana dándole fuerte al reggaeton, mientras, micrófono en mano, no dejaba de transmitir sus felicitaciones a los novios. Vamos, que se vino arriba y no hubo quien lo bajara.

Otro que se entregó al canto fue el torero Enrique Ponce. Unos amigos mexicanos regalaron a Eva y Cayetano la actuación de unos mariachis, y con ellos se fue Ponce, que se arrancó por esas rancheras y boleros que tanto le gustan. Por cierto, su mesa fue la más taurina, dado que se acomodó con El Fandi y José María Manzanares. Con ellos se sentó un amigo de toda la vida de Cayetano, Julio Ayesa, que viajó desde su Navarra natal para estar en el enlace.

Solo los amigos

«Si no fuera porque había que estar todo el rato posando para la exclusiva, diría que ha sido una boda de lo más normal, sencilla y divertida... como tantas a las que he ido», comentaba uno de los invitados. Y es que los contrayentes, sobre todo Eva, son así. Sencillos y de su pueblo. Por eso no hubo caras famosas más que las de quienes son amigos de verdad. Desde las misses al chófer del novio, o su mozo de espadas. Sin florituras ni blasones. «Una boda de pueblo de toda la vida. Mucho brillo en los rasos de los vestidos y floripondios», añade. Y mucho flamenco y rumba para bailar.

Eva sorprendió con un segundo vestido, blanco y con la espalda al aire, y la melena suelta. Para los más marchosos, se habilitó una mesa gigante de golosinas y se repartieron manoletinas a las mujeres que no podían más con los tacones. Hambre no pasó nadie, pues de madrugada se sirvió una cena bajo la carpa instalada en el jardín.

En cuanto a los aciertos y desaciertos en el vestir, el veredicto está claro: las más elegantes fueron Paloma Cuevas y África Serra de Bohórquez. Cachondeo fino hubo al ver llegar a Fran Rivera a Mairena, con la chistera donde solo se esconden los centímetros de diferencia que le separan en altura de su mujer, Lourdes Montes.

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