Donald y Melania Trump en su casa de Miami
Donald y Melania Trump en su casa de Miami - ABC

La Casa Blanca, el próximo «Versalles» de Trump

Si la lengua de Donald Trump es grandilocuente, su gusto estético no le va a la zaga. ¿Cómo redecoraría la Casa Blanca el favorito republicano?

Nueva York Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En 1999, una parodia del programa humorístico «Saturday Night Life» presentaba a un Donald Trump dispuesto a presentarse a las elecciones y con grandes planes para la residencia presidencial: convertiría la Casa Blanca en la Casa Trump. «Será una instalación gubernamental de lujo de noventa pisos con casino y todo lujo de detalles», anunciaba el imitador del multimillonario, entre las risas del público.

Entonces, el desembarco de Trump en la Casa Blanca era un chiste recurrente. Diecisiete años después, es una posibilidad cierta, con el candidato republicano en cabeza de todas las encuestas y el establishmentde su partido desesperado por encontrar maneras para deshacerse de él.

Salón de su casa de Nueva York
Salón de su casa de Nueva York - ABC

Si Trump acaba por instalarse en el número 1600 de la avenida Pensilvania, el revolcón político que ha prometido al país –política migratoria, relaciones comerciales, ruptura del acuerdo con Irán– será fenomenal.

¿Afectará también a uno de los símbolos de la presidencia de EE.UU., la Casa Blanca?

Un recorrido por el gusto estético de Trump pondría a temblar a los muros sobrios de la residencia presidencial, ejecutada en estilo neoclásico a finales del siglo XVIII. Muchos de sus grandes proyectos inmobiliarios bailan en la frontera entre lo lujoso y lo chabacano (y a veces la pasan de largo). Trump es en sí mismo el cliché del multimillonario exhibicionista, ávido de mostrar su éxito a través de sus jets, helicópteros, coches… Se ha forjado una imagen pegado a un Rolls Royce, en lo alto de un rascacielos de lujo, entre sedas y terciopelos y con más oro en sus relojes que el cuello y las manos de los raperos de la era bling bling de finales de los 90. Todo en Trump tiene que ser más grande, más lujoso, con más quilates. Desde las letras con su nombre en las torres Trump hasta las corbatas de seda, que le caen varios centímetros por debajo del cinturón.

Despacho Oval de la Casa Blanca
Despacho Oval de la Casa Blanca - Reuters

Un buen ejemplo es Mar-a-Lago, un club residencial en Palm Beach (Florida) con una arquitectura en la que se acumula lo colonial, lo toscano y lo morisco. Su salón de baile es un espacio versallesco en el que se amontonan los detalles en oro, los drapeados, las molduras imposibles y el cristal de los candelabros. Allí celebró Trump sus extraordinarios resultados del pasado «Super Martes», un empujón a su campaña en las primarias, y allí recibió el apoyo de uno de sus contrincantes durante parte de la carrera presidencial, Ben Carson.

Pero, ¿qué define mejor el universo estético de una persona que su propia casa? La residencia principal de Trump está en Nueva York, en la misma Torre Trump. Es un triplex con vistas inmejorables a Central Park. La decoración es el equivalente a contratar de interiorista a un Luis XVI lisérgico y regalarle un cañón de oro líquido. El aspecto de la casa se conoce muy bien por un reportaje al que la familia Trump accedió en 2010, en el que el magnate posaba con Melania –su actual mujer– y el hijo de ambos. La residencia es una fantasía barroca de mármoles de Carrara, cristal de Bohemia, columnas griegas, frescos en los techos y paredes, balaustradas, muebles de época, todo con ornatos excesivos.

Cualquier reforma en la Casa Blanca es motivo de polémica –a Nancy Reagan, fallecida hace dos semanas, se le criticó durante años por gastarse demasiado en la vajilla–, y Trump se apresuró a decir que, si se convierte en presidente, solamente la redecoraría «un poco». Después de ver su casa, para muchos «un poco» de Trump podría ser demasiado. Lo que sí ha insistido es en construir una salón de baile, para no tener que hacer recepciones en una carpa en el jardín de la Casa Blanca. «Contrataremos a los mejores, a los mejores en todo, tendremos el mejor salón de baile», proclamó un su estilo tan ambicioso como vago. Incluso se ofreció a pagarlo con su propio dinero. Quizá ahora tenga el plan de que lo pague México, como el muro en la frontera.

Ver los comentarios