Rocío Carrasco y Fidel Albiac, con la niña Rocío
Rocío Carrasco y Fidel Albiac, con la niña Rocío - gtres

Rocío Carrasco, la última «queridísima mamá»

Así llamaba la hija de Joan Crawford a su odiada madre. Su historia no es la única

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El 13 de octubre, la niña Rocío dijo que su madre se llamaba Olga. Su madre es Rocío Carrasco, y Olga, la mujer de su padre, Antonio David Flores, con el que vive. Nada más cumplir los 18, y como el que abre la mano para dar un guantazo, la nieta de Rocío Jurado abrió la puerta de su perfil de Twitter y mandó un recado público a su progenitora: «Ni te espero, ni te busco. Si me necesitas, si me quieres, si de verdad te importo, entonces aquí estaré. Quien mucho se ausenta, pronto deja de hacer falta... Decidí apartar de mi vida lo que no me aportaba... Dejando atrás un pasado que no tiene presente ni futuro», escribía toda campanuda.

Eso además del «interiormente, por suerte, me parezco a mi padre». Pese a resultar un poco suave (deja algún resquicio), merece entrar en el clásico club de los que odian a sus madres. Odiar a la madre no está bien visto. Quizá solo lo supera acostarse con ella y matarla. Lástima que no vayamos a ver una gresca televisiva como la de Bienvenida Pérez y la suya.

Joan Crawford y Christina Christina, la hija de Joan Crawford, publicó «Queridísima mamá» en 1978, un año después de la muerte de la actriz. La llamaba sádico monstruo del control. Hasta Bette Davis se compadeció. También la recordaba como una alcohólica dispuesta a castigar la mínima falta. Cuenta el día que la sacó de la cama para darle en la cabeza con un bote de detergente por haber dejado el baño manchado de jabón. Crawford había desheredado a Christina y a su hermano Christopher en 1976, manteniendo en el testamento a las gemelas Cathy y Cynthia. «El problema es que yo la adopté a ella, pero ella no me adoptó a mí», decía de su queridísima hija.

Ernest Hemingway y Grace. La madre del escritor los vestía a él y a su hermana Marcelline como gemelos. Al principio, como niños. Luego, como niñas. Con el pelo largo y vestidos deflores. A los tres años, Hemingway dudaba preocupado si Santa Claus sabría que era un niño. A los seis, su madre ya le permitió cortarse la melena. John Dos Passos decía de su amigo que era el único hombre que había conocido que realmente odiaba a su madre. Según Paul Johnson, su odio alcanzó la condición de un sistema filosófico. Y Martha Gellhorn escribió que Hemingway tenía miedo a las mujeres por culpa de su madre.

Marc Jacobs y Judy. El padre del diseñador, que era el agente de Joan Rivers, murió cuando él tenía 7 años. Su madre se casó tres veces y llevaba a sus tres hijos por distintas ciudades. De adolescente, harto de la inestabilidad mental de su madre, se fue a vivir con su abuela a Nueva York (una abuela que le dejaba hacer de todo). En 2011, en «Vogue», dijo que llevaba veinte años sin hablar con su madre y sus dos hermanos: «Odio la idea de que tengas que querer a alguien solo porque son familia. Nadie puede decirme lo que tengo que sentir. No los culpo, no los odio, es solo que no los quiero. Eso es todo. No voy a llamarlos porque la sociedad lo diga».

Martha Stewart y Alexis. La televisiva reina del hogar y mujer perfecta (cárcel aparte) no era precisamente una madre perfecta, según su hija Alexis, que escribió un libro. Cuenta que ni era una figura maternal ni estaba interesada en ser amable con los niños. «Me hacía envolver mis propios regalos en Navidad». Y en Halloween no había disfraces ni caramelos. «Apagábamos las luces como si no estuviéramos en casa». Tampoco soportaba que dejara abierta la puerta del cuarto de baño. «Sabes, tengo amigos aquí. No puedes hacer eso». Reveló también que su madre tenía una señal en cada puerta para que la gente se quitara los zapatos (aunque sus perros hicieran de todo en las alfombras). Vaya, Joan Crawford tampoco permitía a humanos pisar las alfombras blancas de su ático en Nueva York.

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