La 'chivata', una bolsa legendaria

Murió su dueña, que era mi tía, el piso quedó solo y cerrado y la bolsa de red seguía colgada en el mismo clavo, la misma alcayata de siempre, tras la puerta de la cocina. Dio muchos servicios a la casa y durante muchos años. Transportó de todo: botellas de leche, embutidos en papel de estraza, el pan de cada día, paquetes de café sin moler, bolsas de arroz, lentejas o alubias, incluso botellas de aceite de dos litros o frascos de Mistol vajillas. Curiosamente, el deterioro mental de mi tía coincidió con el transporte de refrescos de cola, algo desconocido hasta entonces.

En ella cabía de todo. Fue un ejemplo de utilidad. Ocupaba menos de lo que daba de sí.

¿Qué habrá sido de ella ¿La habrían tirado a la basura?

En casa siempre hubo una bolsa parecida dispuesta a colaborar. Estaban de moda y sirvieron para evitar cientos y miles de bolsas de plástico, aún por inventar, en época en que solo se compraba en pequeños almacenes, y en pequeñas dosis. Nadie tenía coche y no existían los grandes centros comerciales. Las chivatas daban su avío.

Hace poco encontré la imagen archivada en una de mis carpetas históricas en el disco duro. Y luego, zapeando en internet, localicé un blog que hablaba de ella, tal como la llamaban en la provincia de Málaga, igual que en Cádiz.

La bolsa de red, apodada ‘chivata’ dejaba ver su interior con dignidad, limitando su espacio de colocación pero multiplicando su utilidad. Me recuerda a las bolsitas tipo neceser transparentes que llevaban las empleadas de los grandes almacenes, y que servían para justificar su interior a la salida de su jornada de trabajo. En tiempos en los que no había escáner, claro.

Debería volver el modelo, forma parte de nuestros recuerdos y no tiene ningún inconveniente que se lo impida.

Y es que una chivata es una bolsa de red o malla elástica que servía para la compra. Espero que no muera este vocablo tal vez localista. Puede ser referencia de las bolsas no reciclables de otros formatos más incómodos.

Gloria a la Chivata. Hay cosas que no importa que se delaten, se demuestren o se informen. Transparencia doméstica podría ser.