Los dietistas de la Casa Blanca meten en cintura a Trump

El lenguado desplaza a las hamburguesas, los filetes con kétchup y los helados en su dieta. El objetivo es perder 400 gramos a la semana

El presidente de EE.UU. participa en el Día del Fitness, en la Casa Blanca, el pasado miércoles REUTERS
Manuel Erice Oronoz

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En su pulso con los dietistas de la Casa Blanca, Donald Trump parece haber tirado la toalla. Aunque nada es seguro ni para siempre en la caprichosa forma de actuar del magnate aficionado a la improvisación, por primera vez los médicos han logrado imponer un plan de combate contra su exceso de peso , fronterizo con la obesidad, y su vida sedentaria. El objetivo se ha fijado en reducir al menos seis o siete kilos de los casi 110 que, repartidos por sus 190 centímetros, constituyen un indiscutible exceso. Los autores del proyecto han tenido en cuenta los hábitos de su paciente a la hora de limitar una aspiración que, idealmente, debería apuntar a una pérdida de trece o catorce kilos.

Una alimentación más saludable y un mayor ejercicio , limitada hasta ahora a los fines de semana, cuando recorre algunos hoyos de golf con la asistencia de un carrito, integran el proyecto para meter en cintura a Trump. Aunque para ello tenga que sacrificar su imagen de engullidor de comida rápida que supo explotar durante la campaña electoral para reforzar su populismo nacionalista. Si el ahora presidente cumple con lo prometido, su fiel votante verá pocas veces en adelante a su líder deglutiendo la hamburguesa con queso, en un McDonald’s o en un Burger King. Al contrario, esta misma semana, en un evento plagado de deportistas de élite, el presidente se estrenó en una llamada al ejercicio y la dieta sana que nunca se le había escuchado.

Bajo vigilancia

Para empezar, el estrellato de los almuerzos y cenas ya ha recaído en el «Dover sole», un lenguado procedente de los mares del norte que no sólo ha desplazado a la carne picada y al kétchup, sus compañeros inseparables durante tantos años, sino también la otra ración favorita del voraz Trump: un gran filete bien hecho, acompañado con puré de patata o, más tentador aún para él, rebañado por chorros del kétchup de sus amores. Además, los vegetales y las frutas empiezan a aparecer en sus platos, según ha confirmado personal de la cocina del complejo presidencial. La otra modificación ha consistido en recortar a la mitad el bollo de hamburguesa que siempre ha formado parte de sus comidas. Con este mordisco a la alimentación diaria, complementado con una vigilancia expresa de los helados y los dulces, los dietistas calculan que Trump ya debería de perder unos 400 gramos semanales , fruto de una reducción de calorías situada en varios cientos diarios.

El otro frente de la batalla de Trump contra la obesidad, el aumento del ejercicio, se contempla con más escepticismo en la Casa Blanca . Para los implicados, no es sólo una cuestión de concienciación del presidente, a la que ayudan con frecuencia su mujer, Melania, y su hija, Ivanka. Se trata de modificar unos hábitos de una persona de 71 años que nunca ha practicado deporte de manera regular. Su afición al golf, adquirida a medida que invirtió en los numerosos campos de los que hoy es propietario, jamás se ha visto complementada con actividad de gimnasio o caminatas al aire libre. Si a eso añadimos, su desmedida afición al Twitter desde muy primera hora de la mañana, es explicable que aún no hayan logrado que el presidente utilice el gimnasio ni la piscina que tiene a su disposición.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación