Xose Lourenzo Vidal, en su último día de clase tras 34 años como profesor
Xose Lourenzo Vidal, en su último día de clase tras 34 años como profesor - Miguel Muñiz

Ayer y hoy en las aulas gallegas

ABC conversa con un maestro de Primaria que se jubila hoy tras 34 años dedicados a enseñar idiomas y con una profesora de Ciencias Naturales que afronta su segundo curso como tutora de Secundaria

Santiago Actualizado: Guardar
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Xosé Lourenzo Vidal se jubila hoy lunes después de 34 años como profesor de idiomas en Primaria. Sus últimas enseñanzas las impartió el viernes en 2º A y 3º B en el colegio Ramón Cabanillas de Santiago. Cuando comenzó a dar clase, Verónica Peña Taín aún no había nacido. Tiene 27 años y es tutora de 2º de ESO en el instituto Leiras Pulpeiro de Lugo. Lo suyo son los adolescentes y las ciencias naturales. Con ellos charlamos sobre el pasado y el presente de la educación en las aulas de Galicia.

Si empezamos por el principio, les preguntaremos cómo fue su primer día de clase. De esas anécdotas iniciales se extraen ya algunas conclusiones:

—La primera vez que di clase fue en sustitución de una tía mía, sin mediar la administración.

Me pagó por relevarla dos meses. Ella cobraba la mitad del sueldo y yo la otra mitad —relata Xosé en las horas previas a colgar las botas. En su caso, la tiza y los deberes.

—Fue el curso pasado. Llena de nervios. En concreto, mi primera clase fue con alumnos de 1º de ESO. Era también su primer día en el instituto, así que íbamos a la par en miedo. Pero en una semana acabé de corroborar que quería dar clases. Cuesta meterse en la dinámica, no sabes cómo funciona un centro… Fueron unos primeros meses caóticos, pero tuve mucha ayuda.

«Son niños, no máquinas»

Podríamos, en cambio, comenzar también por el final y pedirle a Xosé Lourenzo algún consejo para Verónica.

—Sobre todo mucha paciencia y tolerancia. Trabajamos con personas, no son máquinas. Primero la persona y después lo que le tengas que enseñar. En gallego, «aprender» y «enseñar» se dicen con el mismo verbo: «aprender». Y esa filosofía me gusta. Nosotros también aprendemos de ellos.

Verónica lo recibe. Algunos de sus compañeros le dicen que anda con tantas ganas porque acaba de arrancar, pero ella sostiene que «la ilusión va más ligada a la personalidad que a la edad. Espero ser igual de cercana dentro de unos años. Mis alumnos dicen que soy la única que les comprende. Educo, con modestia, desde otro punto emocional que echo en falta. Trato de darles lo que yo no tuve: un profesor al que le habría pedido ayuda ante un problema».

Verónica Peña, durante una clase en el IES Leiras Pulpeiro de Lugo
Verónica Peña, durante una clase en el IES Leiras Pulpeiro de Lugo - Pedro Agrelo

Adolescencia «acelerada»

—¿Y te la piden?

—Sí, hasta el punto de llegar a agobiarme. Estoy rodeada de adolescentes. Se ha acelerado mucho la edad de maduración. En mi época con 12 años éramos pardillos. Hay niños que son medianamente maduros, pero otros son más fácilmente manipulables.

«Trato de darles a mis alumnos lo que no tuve: un profesor al que pedir ayuda ante un problema»

—¿Pones barreras, Verónica?

—Sí, lo tuve claro y fui cauta. Una vez que se sobrepasa la confianza, está perdida. Dicen que soy la profe-amiga, pero saben dónde está el límite. Respondo dudas o algún problemilla a través del correo electrónico. Pero nada más.

—¿Les adviertes sobre los peligros de un mal uso de las redes sociales?

—Se creen que lo saben y lo controlan todo. De amigo a amigo les aconsejo. Y ante la mínima sospecha, hablo con los padres. Los conozco bien.

Xosé ha pasado por unos «nueve o diez colegios» a lo largo de tres décadas: «Me gusta cambiar. Conoces a gente distinta. Santiago ha sido la meta. Como un peregrinaje por el Camino Portugués». Ha querido poner fin a esta etapa «porque las perspectivas laborales no son buenas y también hay cansancio». Lo afronta sin dramatismo: «He procurado siempre que el humor presidiera mi trabajo porque es una manera de tirar hacia adelante».

—¿Y qué te preguntan los niños cuando les cuentas que te marchas?

—Que qué voy a hacer. Les hablo en positivo. Les digo que me voy para casa para cuidar a mi padre que está enfermo. Seguiré trabajando. Me gusta más la investigación que la docencia. La he ejercido porque no tuve ocasión con la investigación ni con la diplomacia. Hoy optaría por haber estudiado Traducción e interpretación. Ahora abordaré la obra de los principales escritores gallegos y universales. Me estoy jubilando en el año de Shakespeare y de Cervantes, de Castelao, de Cela y de ValleInclán. ¡Me jubilo con los grandes!

Si ellos fueran ministros...

Por sus lecciones han pasado tres leyes de educación. «Deberían ser más consensuadas y experimentarlas durante una decena de años. Tengo buen recuerdo de la EGB». Si fuera ministro, plantearía varias modificaciones: propondría que en todas las comunidades autónomas se aprendiera gallego, euskera y catalán a lo largo de tres cursos como alternativa a la religión. Aboga porque Galicia tenga todas las competencias en esta materia. Con el gallego, cree necesario «poner toda la carne en el asador y no conformarse con tostar un poco». Reduciría la ratio de alumnos por clase, ahora en 25, para mejorar la enseñanza de idiomas, e incentivaría el uso de tecnologías como las videoconferencias con colegios anglosajones a través de Skype. Considera que en la escuela «no solo se trata de atiborrarse de conocimientos. Socializarse es cada vez más importante». No entiende que un niño menor de 10 años tenga móvil y reconoce que «cada vez hay más elementos que distraen».

Verónica aún no tiene tantas ideas para ocupar el Ministerio de Educación, pero afirma que «se da más importancia al saber que al saber estar y al saber hacer, a los valores. Eliminaría muchísimos contenidos teóricos y me centraría en otro tipo de ayuda desde el plano emocional o psicológico. Que la educación no sea tan hermética y esté a favor de los intereses del alumno».

No concibe sus enseñanzas al margen de las nuevas tecnologías. Las usa «a diario» gracias al proyecto Abalar de la Xunta en el que participa su instituto. «Me parece imprescindible el uso de material audiovisual y por eso siempre quieren tener Biología y Naturales». «Cada alumno tiene un portátil y los puedo controlar perfectamente. No hay que tener miedo a enseñar así».

Décadas de cambios

—Xóse, ¿han cambiado mucho los padres en estos treinta y cuatro años?

«Un amigo me decía: "No hay solución si por la mañana no viene los niños al colegio y por la tarde sus padres"»

—Un amigo me decía que «la educación no tiene solución mientras no vengan por la mañana los niños al colegio y por la tarde sus padres» —ríe—. No digo que tenga que ser así, pero no estaría mal más coordinación entre cómo enfocan ellos la vida de sus hijos y el colegio. Se ha perdido confianza en la docencia con esto de que van estando más supuestamente al día. No digo que los profesores seamos santos, hay de todo. Pero hay que dar un margen de confianza para que las cosas funcionen.

—¿Y los niños?

—También. Tienen más medios de trabajo. Las familias han evolucionado; hay menos familias numerosas, más hijos únicos… Los niños están quizá más mimados y consentidos.

—¿Ha salido al mercado laboral hoy la generación mejor formada, Xosé?

—Los de la LOGSE son gente mejor formada, pero se ven universitarios con faltas de ortografía… Es la generación mejor formada porque nosotros no tuvimos todas esas posibilidades.

—Yo veo una generación absolutamente perdida —rebate Verónica—. No sé hasta qué punto es cierto. Va en función de la persona. Antes y ahora.

Cerramos con dos reflexiones sobre el «bullying». Xosé nunca ha vivido una situación de acoso entre escolares más allá de típicos juegos infantiles: «A veces no tienen intención de hacerse daño, pero hay que vigilar». Verónica ha presenciado varios casos en solo dos años: «No paso ni una. Estás todos los días con ellos y sabes cuándo tienen un mal momento. No hay más que hace unos años, pero con internet es un machaque continuo difícil de controlar».

Por las manos de Xosé ha pasado un director xeral autonómico del que prefiere no dar nombre. Eso da satisfacción, aunque le gusta más «que destaquen en ciencias e investigación». Tiene un hijo, pero no ha ejercido con él de profesor, tan solo de «ayudante».

—¿Qué no vas a echar de menos, Xosé?

—Los madrugones, aunque habrá una ausencia los primeros días.

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