El atasco político, Angrois y el terrorismo, presentes en la Ofrenda al Apóstol

Decenas de nacionalidades se dieron cita ayer en la Catedral de Santiago para participar de la tradicional Ofrenda al Apóstol. Más de un millar de personas, entre fieles y peregrinos, hicieron cola desde primera hora de la mañana a las puertas de la basílica compostelana, engalanada para celebrar un acto en el que no faltaron las alusiones a la situación de atasco político. En el papel de delegado regio, el presidente del Parlamento, Miguel Santalices, pidió al Apóstol para «quienes asumen la responsabilidad de gobernar». «Que puedan hacerlo en la mejor concordia y sabiduría, procurando el bien común, mejorando las deficientes situaciones políticas, económicas y sociales. Y todo ello, desde una honradez y moralidad intachables», indicó. En su réplica, el arzobispo Julián Barrio insistió en la misma idea.

«Intercede por nuestros gobernantes para que sepan entrar en un diálogo auténtico y por toda aquellas personas que están ofreciendo sus mejores esfuerzos para responder a la exigencias de un bien común y construir una sociedad mejor», solicitó.

El terrorismo yihadista, que mantuvo a la capital gallega en máxima alerta durante las celebraciones de este 25 de julio, también se coló en las intervenciones dirigidas al Apóstol. A la «luz de la fe que nos motiva a erradicar las causas de las que emergen guerras, odio y terrorismo» se refirió abiertamente Julián Barrio, que también encaró la degradación de la sociedad actual. Por su parte, el delegado regio de este año recordó a quienes «padecen injusticias, persecución y tiranías limitadoras», como ocurre con los que son «víctimas de culturas y regímenes políticos inadecuados, incapaces de asumir, con inteligencia y realismo, los mejores logros del progreso de la humanidad».

Una tragedia latente

En las intervenciones del acto central de las celebraciones del Día de Galicia también estuvieron muy presentes las 80 personas que hace tres años perdieron la vida en el accidente de tren de Angrois. A los supervivientes y a sus familias dirigieron, tanto Barrio como Santalices, palabras de consuelo y apoyo. «Ninguno de nosotros puede olvidar esa sombra de dolor que en vísperas de las Fiestas del Apóstol de hace tres años se extendió en la ciudad por la tragedia de Angrois», rememoró el arzobispo de la diócesis. Otros de los temas que trufaron los discursos ante el patrón fueron la pérdida de valores, ante la que Barrio exigió «coraje moral», y el auge de un Camino de Santiago, que «cobra renovada vigencia en la sociedad europea actual», apuntó Miguel Santalices.

La protección del Apóstol para los enfermos, especialmente para las personas que sufren una enfermedad mental y para sus familias, también fue reclamada coincidiendo con el Día de Galicia. Una jornada en la que no faltó el guiño a las víctimas de la violencia machista, ni tampoco al centenario de la creación de las Irmandades da Fala. A ellas dedicó la parte final de su intervención Miguel Santalices, que puso de relieve ante los presentes el valor de la lengua y la cultura gallegas para referirse a un pueblo «forjado con madera, piedra y hierro, pero también con lienzos, versos y cinceles». «Es la Galicia de Rosalía, de Murguía, de Valle-Inclán y de Castelao», afirmó.

El Obradoiro, telón de fondo

Antes del inicio de la eucaristía, al filo de las 10 de la mañana, la plaza del Obradoiro, engalanada para la ocasión, se convirtió en escenario del pase de revista a las tropas por parte del delegado regio. A continuación, las autoridades civiles procesionaron desde el Pazo de Raxoi hasta la Catedral de Santiago. Entre los participantes en la Ofrenda estuvieron el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y la mayoría de los conselleiros de su Gobierno. Junto a ellos, el delegado del Gobierno en Galicia, Santiago Villanueva; el presidente del TSXG, Miguel Ángel Cadenas y representantes municipales del PP y PSOE, así como autoridades culturales, civiles y militares. También se pudo ver en la basílica a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. El vuelo del botafumeiro, retratado por centenares de asistentes, clausuró la ceremonia a los pies del altar mayor.