María José Ferrer San-Segundo* - DE FRENTE
Que se sepa
«No sé si alarma más la falta de rigor histórico o de talante democrático»
Tenía previsto escribir sobre otro tema. Pero la reacción en tromba de bioespecies diversas del Botànic, sobre todo del entorno Compromís, por la entrega a Societat Civil Catalana del Premio Manuel Broseta de “Convivencia” (ojalá retuvieran la palabra quienes la fracturan, blandiendo carnets de demócratas a tiempo parcial), con notas desbocadas y coléricos tuits , nos ha propinado un bofetón de realidad. Recordándonos lo nocivo que es el odio, y lo cerca que lo tenemos.
Vaya por delante mi cercanía con la causa. Fui alumna del Profesor Broseta ; compartía claustro como joven docente en la Facultad de Derecho cuando fue asesinado por ETA en el campus de Blasco Ibáñez; no puedo olvidar el shock imborrable de aquel día; y asisto cada 15 de enero, desde hace muchos años, al acto de homenaje junto a su monolito, en recuerdo a su legado y en solidaridad con todas las víctimas del terrorismo. No soy, pues, imparcial, ni quiero serlo.
Desde aquel triste 1992, los jurados de cada año han otorgado el Premio a personalidades , distintas y plurales, como Felipe González, Jacques Delors, la niña pakistaní Malala Yousafzai, Gesto por La Paz, Adolfo Suárez González, Francisco Tomás y Valiente, Jóvenes contra la Intolerancia, Manuel Gutiérrez Mellado, la Ponencia Constitucional, el Pueblo de Ermua, Vicente Ferrer, Mijail Gorbachov, Nicolás Sarkozy, Javier Solana, la científica Pilar Mateo, las Damas de Blanco, la obra hospitalaria San Juan de Dios, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR ... Y los actos de entrega se han venido celebrando en el Palau de la Generalitat o en San Miguel de los Reyes.
En la 26 edición, tras haber sido otorgado a Societat Civil Catalana, la corriente ‘Bloc i País’ de Compromís ha destapado, y esparcido, toneladas de intolerancia , clasificando -y descalificando- a sus miembros -y apoyos- como “extrema derecha” dedicada a “crispar, provocar y fomentar la discordia“. Como en el mundo al revés. Ahora resulta que crispa quien pide que una parte de la sociedad no se irrogue la representación de toda. Y que fomentan la discordia quienes reclaman que se cumplan las leyes, no quienes las quebrantan.
Censuran que la premiada sea una plataforma “españolista” (en su argot, ésto es un insulto) y ”antiindependentista” (también): una confesión en toda regla de dónde, y con quién, está Compromis, Podemos y una parte significativa del Botánic. Y alegan que “esta polémica”, que han lanzado ellos, “fomenta la implantación y normalización de posicionamientos de la época franquista". No sé si alarma más la falta de rigor histórico o de talante democrático.
También se ha lanzado al ruedo la “Plataforma pel Dret a Decidir del País Valencià” (que sí, también se impulsa aquí, desde los mismos entornos, aunque cuando lo denunciamos se niegue). Es difícil de comprender, desde el sentido común, que se asegure públicamente que en nuestra Comunitat (para ellos, País Valencià) hay un “problema de fascismo directo y violencia estructural sufrido por los valencianos y valencianas en nuestro día a día”. Pero lo que resulta indigerible, es que ésto, o parecido, lo sostengan cargos públicos, y que el President Puig lo minimice y mantenga, sin hacer nada por ponerle fin.
Se puede tener más o menos afinidad con los premiados en una u otra edición. Incluso no compartir las razones del otorgamiento. Pero no es su entrega, sino las compulsivas reacciones excluyentes, lo que altera el respeto y la convivencia. En momentos donde la concordia debería ser valor esencial, esta dialéctica virulenta no es, como alguien dijo de la entrega del premio, “un error no forzado”. Es, ni más ni menos, lo que piensan. El artefacto maniqueo que integra este Botánic. Urge desenmascararlo. Pásalo. Que se sepa.
(*) Doctora en Derecho
Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración
Diputada autonómica PPCV
Twitter: @MJFSanSegundo
Instagram: @mjfss
