Los dos acusados (Rufino con gafas), custodiados por dos policías nacionales.
Los dos acusados (Rufino con gafas), custodiados por dos policías nacionales. - M. Moreno

Crimen del cazador: ¿una probable venganza por 90.000 euros?

El psicólogo forense que estudió a Rufino y a Flores, juzgados por el asesinato, apunta a un préstamo de dinero al dueño de un prostíbulo como probable móvil que habría llevado al Conejo a matar a «mi amigo Antonio»

Toledo Actualizado: Guardar
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Probablemente, ni Rufino ni su primo Flores han contado al jurado popular, después de tres largas sesiones en la Audiencia Provincial de Toledo, el verdadero motivo por el que el cazador Antonio Fernández fue asesinado el 30 de septiembre de 2013.

Antes y durante el juicio, se ha escuchado en la sala que detrás de este atroz crimen en la finca «Los Baños» de Aldeanueva de Barbarroya estuvo el móvil del robo: material de caza de segunda mano de la víctima valorado en poco más de 3.000 euros.

Sin embargo, en 15 horas de manifestaciones de acusados, testigos y peritos, ninguna de las partes implicadas en el juicio contra Rufino y Flores preguntó por una deducción «no concluyente» que un psicólogo forense reveló este miércoles en su comparecencia.

«El fallecido había prestado 90.000 euros al dueño de otro club [de alterne], la competencia [de Rufino]. Yo entiendo que pudo haber una venganza empresarial; es una deducción, pero en absoluto concluyente», consideró el experto, quien apuntó a Rufino como el autor de este asesinato.

En efecto, Antonio había firmado ante notario un préstamo personal por ese importe, que la persona beneficiada le estaba devolviendo religiosamente, según confirmó después el abogado de la acusación particular a los periodistas. Para ser honestos, en la primera sesión la esposa del fallecido sí habló de un préstamo personal que Antonio firmó ante notario, pero no se dio referencias del destinatario.

Dos pruebas

El psicólogo forense llegó a la deducción de la posible «venganza empresarial» —ni robo ni celos— después de entrevistarse, por separado, con Rufino González, alias «el Conejo», y Flores Alba. Los encuentros fueron en diferentes días a primeros de junio de 2014. Habían pasado tres meses de las detenciones de los primos, que fueron excarcelados para asistir al encuentro con el psicólogo en el Instituto de Medicina Legal de Toledo.

Tanto a Rufino como a Flores, que «sabían perfectamente» lo que hacían el día del crimen, les realizó los mismos dos tests. Por un lado, «El Conejo» (67 años) se presentó «como una persona sociable», sin alteraciones psicológicas evidentes, pero reveló luego un trastorno antisocial de la personalidad. Es decir, un sociópata, que desprecia las normas sociales, actúa sin tener remordimientos y le da igual los sentimientos de los demás. Al psicólogo no le extrañó demasiado, ya que Rufino le contó que estuvo treinta años viviendo de la prostitución de otras personas (él regentó y alquiló clubes) hasta que ocurrió el crimen del cazador.

Si tras la entrevista el especialista descartó los celos y un objetivo lucrativo (el robo de las armas de la víctima), ¿por qué apuntó a la venganza empresarial? La pista se la brindó una frase que la Guardia Civil grabó al Conejo en la que se lamentaba, entre exabruptos, de que no había cazado y acababa con un «sin na».

El psicólogo ahondó y Rufino le relató que abrió un club de alterne en Talavera de la Reina que fracasó. Su «amigo Antonio», en cambio, prestó dinero (90.000 euros) al propietario de otro local, lo que podría haber enojado a Rufino porque era la competencia, según el forense. Además, en otras grabaciones de la Guardia Civil «el Conejo» hace referencia al fallecido con insultos «cargados de ira», como «ese gilipollas» y «ese hijo de puta».

Todo lo contrario que su primo, quien en esos mismos audios no usa palabras despectivas hacia el difunto. Sin embargo, el especialista rechazó que Flores (53 años) actuara con miedo el día del crimen. Su conducta esa tarde no muestra que se quedase «bloqueado». «Flores se comportó en sincronía con Rufino», concluyó el psicólogo.

Esta valoración provocó que el fiscal formulara repreguntas sobre el miedo hacia Rufino que Flores pudo haber padecido, algo que a la familia del fallecido disgustó. No obstante, en la lectura de las conclusiones elevadas a definitivas, el representante del Ministerio Público dejó claro que él no quiere que Flores sea absuelto. Por eso, propuso como alternativa el delito de encubrimiento, en caso de que el jurado popular no lo considerase autor del asesinato.

Sin embargo, manifestó su convencimiento de que Rufino apretó el gatillo de la pistola a metro y medio de Antonio, cuando éste estaba de espaldas y acababa de girar su cabeza. El único proyectil que disparó se alojó entre la base del cráneo y la primera vértebra cervical de la víctima, lo que le seccionó la médula y provocó su muerte casi de inmediato. «La misma pena para los dos sería injusta», apostilló el fiscal, tras explicar por qué pide que a Flores se le aplique una atenuante: desveló el lugar donde estaba el arma homicida y el cadáver, aunque fuera cuatro meses y medio después.

A la espera del veredicto

Por su parte, la acusación particular se mantiene en que Rufino y Flores son los autores, si bien el letrado precisó que «el Conejo» mató a Antonio y su primo «sabía todo» el plan. La defensa de cada procesado sigue pidiendo la libre absolución (en el caso de Rufino, también la alternativa de encubrimiento), a pesar de que los primos se acusan entre sí del crimen.

«El Conejo» insistió al cierre de la sesión de este miércoles, a la espera del veredicto:«Sólo ayudé a enterrarlo; en ningún momento maté a mi amigo Antonio, que lo sepa su familia». Y volvió a acusar a Flores de ser el asesino. Ahora el jurado popular tiene la palabra.

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