Rufino, con gafas, y Flores, de espaldas, al comienzo de la sesión de este martes
Rufino, con gafas, y Flores, de espaldas, al comienzo de la sesión de este martes - M. Moreno

Hicieron un pícnic a cien metros de la tumba donde el cazador de Belvís estaba enterrado

«No queda na de na, (...) no queda ADN ni huellas», dijo ufano Rufino a Flores cuando se buscaba a Antonio Fernández

Toledo Actualizado: Guardar
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Nueve y media de la mañana. Rufino González, «el Conejo», saluda con un amable «buenos días» a los cámaras de televisión y fotógrafos que lo esperan en la puerta principal de la Audiencia Provincial de Toledo. Incluso el primer día bromeó: «¡Sacadme guapo!». Esposado, «el Conejo» (67 años) baja sonriente del vehículo de la Guardia Civil que lo ha trasladado para asistir a otra sesión del juicio con jurado popular que se sigue contra él y contra su primo Flores Alba (53). Están acusados del asesinato del cazador Antonio Fernández, quien murió de un tiro en la cabeza en la finca «Los Baños» (Aldeanueva de Barbarroya) el 30 de septiembre de 2013.

Nada tiene que ver la actitud del «Conejo» con la de Flores Alba, cabizbajo y cubierto por una capucha para que las cámaras no le inmortalicen con los grilletes puestos cuando sale del vehículo policial.

Flores, que es primo y no sobrino del «Conejo» —como la Fiscalía había informado erróneamente—, repite un comportamiento muy similar mientras las cámaras y el público entran en la sala. Mira para otro lado en tanto que Rufino, impertérrito, clava sus ojos en la puerta para ver quién entra. Además, saluda a la cámara cuando le está grabando antes de que comience la sesión.

Mesas y sillas

Pero «el Conejo» no es lo que parece, y tal vez Flores tampoco. Ayer se escuchó en la sala que ambos hicieron un pícnic a 100 metros de la tumba donde, un mes después del crimen, seguía enterrado el cadáver de Antonio Fernández. Llegaron en el vehículo de Rufino acompañados de su novia Gabriela, la madre de ésta y los perros del «Conejo» y de su compañera sentimental. «Sacaron unas mesas, unas sillas y estuvieron almorzando», contó al jurado el guardia civil que les invitó a que se marcharan del lugar puesto que, como Flores y Antonio sabían, se estaba buscando al cazador. Rufino no rechistó, aunque dejó un comentario soez y macabro:«El cabrón e hijo de puta de Antonio estará follando con dos o tres negras, y vosotros buscándolo», reprodujo el agente.

No fue la única «perla» de Rufino que se escuchó en la sala en boca de los guardias civiles que participaron en la búsqueda de Antonio, cuyo cadáver fue hallado el 13 de febrero de 2014. Los investigadores llegaron a instalar hábilmente un micrófono dentro del vehículo de Rufino y grabaron comentarios muy reveladores. Así, el 6 de diciembre de 2013, «el Conejo» habló con Flores de cómo podía estar el cadáver dos meses y medio después. «No queda na de na, (...) no queda ADN ni huellas», dijo un Rufino ufano a su primo.

En esas grabaciones se escucha cómo «el Conejo» sospecha que la Guardia Civil lo puede estar vigilando y también alardea de sus fechorías (fue detenido acusado de intentar volar un club de alterne con explosivos en 2006). Incluso se mofa con que el marrón del crimen «se lo coma» Ismael, el hombre que, cinco meses antes, le había regalado el saco en el que los primos introdujeron el cadáver desnudo de Antonio Fernández, y al que taparon la cabeza con bolsas de basura.

A continuación, el cuerpo fue trasladado, posiblemente en brazos pero sin arrastrarlo, hasta la tumba de dos metros de largo por 80 centímetros de ancho y 90 centímetros de profundidad, que habían cavado con esmero días antes en un terreno abrupto y muy duro. Se ayudaron de la vegetación, en una zona de jara, para ocultar las armas de Antonio en varios zulos y esconder la ropa del cazador (luego hallada gracias a la lluvia y a los animales), además de mimetizar la fosa. Tan bien lo hicieron, y de lo que se burlaron en las grabaciones, que la Guardia Civil pasó por encima del cadáver del cazador y solo descubrió sus restos cuatro meses y medio después de su desaparición, una vez detenido Flores y gracias a su ayuda.

Su defensa busca un atenuante para él por esa cooperación y por contar también a los agentes dónde estaba la pistola del crimen (en una casa derruida en Talavera de la Reina junto a la vivienda de Rufino, donde Flores también residía). No obstante, Flores había tenido una oportunidad de oro para arrepentirse al día siguiente del crimen. Junto con Rufino, había colaborado en las tareas de búsqueda del desaparecido Antonio. En un momento dado, «Flores tuvo los ojos vidriosos, casi para llorar, pero levantó la cabeza, hubo un cruce de miradas con su primo, se rehizo y no dijo nada», recordó ayer el guardia civil que estuvo al frente de la batida.

Robo de gasóleo

¿Por qué reaccionó así? ¿Por miedo a Rufino? La defensa de Flores ya ha conseguido reunir varios testimonios, entre ellos los de algunos guardias civiles, que podrían apoyar esa tesis. Porque, efectivamente, la mala fama del «Conejo» y su carácter dominante sobre su primo son conocidas en toda la zona. Rumores aparte, como quiere hacer ver su defensa, Rufino se ha ganado a pulso una reputación de deslenguado y peligroso cazador furtivo, aunque es verdad que nunca lo han detenido con armas de fuego, para cuyo uso no tenía permiso.

Sin embargo, la finca donde sucedió el crimen, y de la que «el Conejo» se apoderó aunque no era suya, la tenía agujereada para guardar armas y, lo que es peor, el material de caza que los dos primos sustrajeron a Antonio. Ayer, por los testimonios de los guardias, se dejó vislumbrar que el móvil del asesinato pudo ser precisamente las armas y los accesorios de caza del difunto, ya que algunos fueron hallados en zulos perfectamente envueltos para evitar que se deterioraran, y otros, celosamente guardados en casa de Rufino.

Si la conducta de Flores pudo estar influida por el carácter autoritario de su primo, los peritos tendrán que aclarárselo al jurado en las próximas horas. No obstante, en contra de Flores pesa que él y Rufino fueron detenidos por el robo de gasóleo o por la sustracción de 17 euros en comida de un supermercado. A veces, el refranero acierta plenamente: «Dime con quién andas y te diré quién eres».

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