Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación del PP, en la redacción de ABC el pasado mes de abril
Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación del PP, en la redacción de ABC el pasado mes de abril - matías nieto

Pablo Casado, el hombre de la Comunicación en Génova

El diputado palentino ha sido nominado vicesecretario para mejorar las relaciones con los medios y portavoz permanente en el PP. Debe estar en perpetua vinculación con Jorge Moragas, que será director de campaña en las generales

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Si un ciudadano hubiera preguntado hace poco más de seis meses a otro quién era Pablo Casado, la respuesta hubiese sido nula. Mutis. Como mucho, alguno hubiera podido responder que era un excargo de las Nuevas Generaciones del PP o, si acaso, un dirigente que empezaba a despuntar en tertulias televisivas para defender el ideario del partido de Génova. Y, hoy por hoy, ya es el referente visual, mediático y retórico de la Comunicación del Partido Popular para las elecciones generales, ésa que debe suponer la reválida de Mariano Rajoy o el hundimiento de sus directrices políticas que propugne el retorno de la izquierda a La Moncloa. Eso sí, pese a que se había postulado como jefe de campaña, deberá estar en perpetua comunicación con el director nombrado para llevar las riendas de esa estrategia electoral, Jorge Moragas.

Sea como fuere, Casado se la juega este 2015. Mucho más si cabe tras el ascenso conocido este jueves 18 de junio, toda vez que hasta ahora era el segundo de a bordo (a la estela de Carlos Floriano), de una convocatoria municipal y autonómica del 24-M en la que, todo sea dicho, se ha producido un retroceso sustancial de 2,5 millones de papeletas en feudo popular.

¿Quién es el nuevo vicesecretario de Comunicación de Génova, quién es el representante de la hornada juvenil que debe regenerar el partido de la gaviota para su levantamiento en las urnas? Nacido el 1 de febrero de 1981 en Palencia, Pablo Casado Blanco cuenta con un currículo envidiable: es abogado y economista colegiado en Madrid, licenciado en Derecho por la Complutense, licenciado en Administración y Dirección de Empresas y Máster en Derecho Administrativo por la Universidad Rey Juan Carlos. Investigador en la Universidad Johns Hopkins en Washington, completa su expediente con títulos y cursos de la Universidad de Harvard, de Georgetown, del Instituto de Empresa y Curso de Mercados Financieros... Se ciñe, como definen fuentes de Génova, al perfil de «un joven de su tiempo, pero un joven muy preparado». Está casado y con dos hijos pequeños.

Antes de ganarse un sillón permanente en un espacio catódico de una cadena que «a priori» preconiza valores antatonistas a la ideología del PP, Casado Blanco medró en las huestes de esta formación como director del gabinete del expresidente del Gobierno José María Aznar en FAES, donde estuvo hasta 2012. Creció como pupilo de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y su consejero de Justicia Alfredo Prada. Rajoy ha confiado, resaltan todos los analistas contrastados, en un fuerte valor del aznarismo. Claro que ésa puede ser una baza a su favor (mayor experiencia a las órdenes de un líder máximo del partido) o en su contra, porque tendrá dificultades en despojarse de las sombras pasadas de la gestión del expresidente, como la siempre recurrente incursión en la guerra de Irak. En su trayectoria saltó con posteriordad, tras la etapa con el expresidente Aznar, a la Asamblea de Madrid, así que es conocedor como pocos del funcionamiento de las Cámaras autonómicas.

Se le intenta defenestrar llamándole «cachorro aznarista del PP»

Hay quien intenta defenestrar al joven adalid de la renovación popular tildándole precisamente de «aznarista» o de «cachorro» del PP, si bien en cada intervención mediática ha podido observarse cómo la cámara quiere a Casado, cómo ha ganado empaque ante las situaciones más incómodas y cómo este diputado ha sabido siempre ser un buen cancerbero de los principios programáticos del PP. Antes ha tenido que pulir, eso sí, algunas declaraciones que en su momento resultaron controvertidas, como cuando en 2008 señaló que «los de izquierdas están todo el día con la guerra del abuelo, con la memoria histórica, el aborto, la eutanasia y la muerte». Sonaba a obsoletos aforismos de la vieja guardia del PP y no es lo que Rajoy quiere para su partido. Casado tiene que conectar con el ciudadano, también con los jóvenes más renuentes al seguidismo popular.

Los ases del diputado que sedujeron al líder, junto a la mentada juventud, son su buena relación con periodistas y presencia en todos los medios de comunicación, actividad en las redes sociales, difusión tamizada del mensaje del PP y personificación del cambio generacional, como el que entraña la pareja Pedro Sánchez-César Luena en el PSOE (el segundo tiene 33 años, como Casado), y el propio relevo vivido en la Jefatura del Estado. España necesita nuevos rostros para contrarrestar fenómenos políticos de nuevo cuño. Así que las comparaciones de Casado con Albert Rivera y Pablo Iglesias, sentado tantas veces junto al popular en tertulias televisivas, han sido inevitables.

Imagen cuidada y política elocuente

Su imagen cuidada y lenguaraz vocabulario le acompaña. Sin ir más lejos, el pasado mes de abril visitó la Casa de ABC y no tuvo reparos en charlar con los lectores de la web, sin pasar las preguntas por un cedazo oportunista, y conceder una larga entrevista personal, en la que respondió a los bretes que se postulaban en las pasadas elecciones del 24 de mayo. «Pensabas que vendría con una legión de asesores. Pareces sorprendida», presumió el diputado y referente de la campaña popular al atravesar el umbral del periódico. Y, en efecto, así era. Sin cohorte de apuntadores, sin llamadas incómodas, sin interrupciones forzosas por preguntas impertinentes, decidió presentarse límpido ante el informador y el lector. Se podría decir que conoce perfectamente el rol encomendado y se lo ajusta a sí mismo como anillo al dedo: no impone condiciones y conversa en las redes y por WhatsApp a quien le reclame. Para el periodista, representa todo lo opuesto a un político encaramado al poder. Conversa amistoso, se presta a largos diálogos. No levanta barreras. Es accesible.

No levanta barreras, conversa amistoso por WhatsApp y es accesible

Como citamos, además, uno de los grandes valores que lo han aupado en las filas del PP estriba en que es un conocedor profuso de la dinámica de las nuevas formas de comunicación, las redes sociales. Tuitero con devoción, interpela e interactúa con el internauta como si hubiese nacido dentro de ese mundo, se maneja con absoluta identificación en Facebook, en Twitter con actualizaciones constantes de sus cuentas personales y renueva también su perfil en una red de un entorno profesional como es Linkedin. Su expediente es visible. Sus contestaciones también son públicas. Y el medidor de su popularidad, en consecuencia, es instantáneo. Por ello, ha ganado enteros en los últimos meses.

Casado ha sabido asumir los códigos visuales y catódicos a la perfección. De hecho, el comando que ha recibido el popular del jefe del Ejecutivo es ese precisamente: moverse y dar la cara de principio a fin de campaña. Y por eso, bajo la tutela del jefe de campaña Carlos Floriano, se le puso antaño como responsable de la comunicación online de Génova. Después, en la carrera al 24-M, recogió la consigna de imprimir un giro estratégico a la proyección popular. Parece que no tuvo el tiempo necesario. Ahora dispone de él. En toda tesitura, Casado es un nativo digital. Y eso, hoy en política, pesa como el plomo.

Ha sido también portavoz de la Comisión del Congreso y Senado para la Unión Europea (UE), al tiempo que representante de España en la Comisión de Seguridad, Asuntos Políticos y Derechos Humanos de la UE y en la Asamblea Parlamentaria de la Unión por el Mediterráneo, incluso ha sido defensor fuera de nuestras fronteras de la diplomacia pública y la marca España. No tiene ningún problema para manejarse en idiomas como el inglés.

La debacle del 24-M no ha supuesto una merma a su acción. Este hijo de la disciplina política estadounidense considera, en una idea innovadora, que en España el dirigente tiene una imagen demasiado desapegada de la población y que debería «incluso pagar» por conseguir acercar sus consignas, su ideario y su persona al espectador.

Ver los comentarios