El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con José Luis Rodríguez Zapatero. Archivo
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con José Luis Rodríguez Zapatero. Archivo - Ignacio gil

Sánchez, bajo el síndrome de Zapatero

Aparte de la inexperiencia a su llegada al liderazgo del PSOE, el nuevo secretario general comparte con el expresidente el gusto por el populismo, los enunciados vacíos y, a veces, la irresponsabilidad

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Habría bastado con que Pedro Sánchez no hubiera repetido los errores de populismo, ambigüedad y, a veces, irresponsabilidad de José Luis Rodríguez Zapatero para evitar comparaciones indeseadas. Pero después de que el actual líder del PSOE pidiera esta semana funerales de Estado para las víctimas de violencia machista –algo que ninguna asociación había reclamado– y tuviera que corregirse a sí mismo, el Gobierno no ha dejado pasar por alto la simetría entre ambos, que llegaron a la cúpula del partido compartiendo una misma característica objetiva: la inexperiencia.

Quizás a ella se deba también que, ayer mismo, el equipo de Sánchez –con la experta en márketing político Verónica Fumanal al frente–, tuviera que salir urgente al paso de un último despropósito del secretario general, que en una entrevista afirmó que «sobra el Ministerio de Defensa».

«No está en el ánimo de Pedro Sánchez eliminar el Ministerio de Defensa», rectificaban desde el PSOE en su nombre.

A la inconsistencia de enunciados y al gusto desmedido por los eslóganes efectistas –léase el de la «España federal», concepto nunca explicado– hay que sumar peligrosos saltos mortales en los hechos, caso del «no» en Europa a Jean-Claude Juncker, que tanto ha recordado a la sorpresiva orden de Zapatero de retirar de las tropas de Irak en 2004. Pero además, Sánchez se ha entregado a una discutible estrategia comunicativa, según la cual en septiembre no dudó en llamar en directo al programa «Sálvame», prometer medidas contra el maltrato animal y presentar al día siguiente en el Congreso la correspondiente iniciativa.

Es la tendencia de primero la imagen y luego ya se verá, lo que el pensador Claude Magris definió como «política pop» y aplicó a Zapatero. Expertos consultados por este diario, como el director de la «Fábrica de Discursos», Fran Carrillo, han alertado del riesgo de que Sánchez caiga en el «frikismo». Jordi Rodríguez, de la Universidad de Navarra, valoraba el plus de visibilidad que proporciona intervenir en programas de máxima audiencia, aunque también advertía de que el riesgo es «perder credibilidad». Y, de paso, la impronta que debe tener un hombre de Estado que aspira a ser presidente del Gobierno, fin al que tampoco está muy claro que beneficie el empeño por convertir a Sánchez en un producto de «prime time» mitad Barack Obama, mitad Cary Grant.

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