España, líder del ajuste bancario europeo

Entre 2008 y 2014 el número de entidades se ha reducido un 15%

MADRID Actualizado: Guardar
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Pasó de estar en el centro de la tormenta a emerger como pieza clave del camino a la recuperacion económica. La banca española ha dejado atrás los que probablemente hayan sido los años más complejos de su historia reciente, pero aún debe lidiar con importantes desafíos para poder cantar victoria. A su favor, el hecho de haberse ajustado el cinturón con más fuerza que ninguno de sus homólogos. En contra, el pastel del negocio bancario se ha reducido considerablemente estos años.

Desde 2008 hasta 2014, el número de entidades que operan en España se ha reducido un 15% (de 282 a 240), frente al 10% de Francia (de 672 a 602), el 9% del Reino Unido (de 395 a 358), el 5% de Italia (de 729 a 690) o el mínimo 2% de Alemania ( de 1.882 a 1.841 entidades).

El análisis es similar con el ajuste de plantilla. Según datos del Banco Central Europeo y la consultora Analistas Financieros Internacionales (Afi), la banca española ha reducido un 27% el número de empleados en los seis años de la crisis, desde 276.000 a 202.000. Un recorte significativo, especialmente si se compara con el de sus homólogos franceses (-3%), alemanes (-6%), italianos (-11%) y británicos (-18%).

Lo mismo ocurre con la evolución del número de oficinas. Las entidades españolas son las que han acometido el recorte con más dureza: hoy hay un 31% menos de sucursales que en 2008, lo que ha hecho perder a nuestro país el primer puesto del podio de cobertura por sucursales. En su lugar se sitúa ahora Alemania, con 39.500 sucursales en 2008 que han menguado hasta 35.300 en la actualidad, lo que supone un recorte del 11%. En el resto de nuestros vecinos europeos el ajuste es similar: Italia (-10%), Reino Unido (-7%) y Francia (-5%).

Pese a todo, desde el Banco de España se ha alertado, en varias ocasiones, de que la capacidad instalada sigue siendo elevada y que el ajuste aún no ha terminado. El problema es la falta de rentabilidad que mantiene en vilo a los gestores y que se agudiza con las perspectivas de unos tipos de interés bajos y una economía creciendo, sí, aunque al ranlentí.

Un vistazo al tamaño de los sistemas financieros que ofrece Eurostat permite entender por qué. En valor absoluto, la banca española ocupa el cuarto lugar de la Unión Europea, después de la británica, la francesa y la alemana. Sin embargo, si se compara el tamaño del negocio bancario con el PIB de cada país, la situación cambia significativamente. Reino Unido mantiene el liderazgo, pero España escala al segundo puesto, seguida de Francia, Irlanda, Portugal y, en sexto lugar, Alemania.

Además, los bancos españoles tienen una rentabilidad por debajo de lo que reclaman los mercados. Ninguna entidad alcanza los dos dígitos de ROE (rentabilidad sobre recursos propios), mientras los inversores piden ya el 12%. Según datos del Banco de España, el ratio medio del sector ha caído desde el 12,1% en 2008 al 5,3% en 2014. Las exigencias de capital y el deterioro de los activos son los principales causantes del desgaste, que no han podido compensar los incipientes signos de mejora del negocio bancario.

El margen de intereses, indicador del brío del negocio bancario puro, ha comenzado a dar tímidos signos de crecimiento, aunque los analistas advierten que la explicación hay que buscarla en la caída de la remuneración de los depósitos, más que en la recuperación de la concesión de crédito nuevo. Tampoco las comisiones, que comienzan a dar alguna alegría a las entidades, han podido amortiguar el golpe. Los fondos de inversión, de pensiones y la mayor apetencia por la Bolsa se han convertido en un filón para las entidades, que han encontrado en estos productos un vía de donde arañar ingresos.

Las entidades han tratado de compensar esos márgenes más bajos en la actividad tradicional de captar recursos y prestarlos mediante la facturación por comisiones de productos de gestión activa. Esto es, han aumentado la comercialización de estos productos más rentables. Esta realidad ha llegado incluso a imponer cambios en las estrategias comerciales de las entidades financieras. Los bancos y sus servicios serán más caros para aquellos clientes con menos productos contratados, mientras que se abaratarán para los usuarios más vinculados.

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