El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker - EFE

El Plan Juncker busca proyectos rentables en un mar de propuestas

Se trata del buque insignia de la legislatura para reactivar la economía

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El nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, está intentando dar un giro tan brusco a la política europea que a muchos les cuesta darse cuenta de hasta qué punto quiere cambiar las cosas. Incluso para muchos de sus portavoces resulta difícil explicar que por primera vez no está proponiendo repartir dinero para que los países hagan las inversiones que consideren, sino que, al revés, ha imaginado un plan que consiste en que la Comisión avalará los planes que le parezcan acordes a sus objetivos, pero los países deberán buscar financiación privada ya que, por supuesto, han de ser rentables, al menos sobre el papel. Este es el elemento-piloto de la legislatura, con el que Juncker pretende cambiar el rumbo de la crisis.

Está por ver si será, como pretenden algunos, la bisagra que servirá para dejar atrás la pesadilla de la austeridad y dará paso a la esperada reactivación. Pero, en esencia, es una apuesta inédita. Como ha dicho el propio Juncker, «hacemos planes con dinero que no tenemos».

Eso explica la tremenda disparidad en las cuantías de lo que los gobiernos han presentado, con trazo muy grueso todavía para que la Comisión los meta en lo que en inglés se llama «el tubo» que los hará pasar por una comisión independiente y que será la que definirá cuales son viables y cuáles no. Ese comité estará formado por representantes de la propia Comisión Europea y del Banco Europeo de Inversiones (BEI), pieza clave de la estrategia de Juncker. ¿Qué quiere decir independiente? El portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas, lo definió sencillamente este viernes: «Independiente significa que no serán dependientes de los gobiernos». Es decir, que esta vez la Comisión no quiere ni aeropuertos abandonados ni autopistas desiertas, ni complicidades políticas con los gobiernos regionales, sino proyectos rentables enfocados al interés esencial que es el perfeccionamiento del mercado único en todos sus aspectos, desde el energético al digital.

Algunos gobiernos, como el español, han presentado solamente una carta genérica de intenciones de apenas dos folios, otros como Bélgica (un país de apenas 10 millones de habitantes) han llevado una enciclopedia por valor de casi 80.000 millones. Entre los 2.000 proyectos de esta acumulación de deseos suman más de un billón de euros.

Los jefes de Gobierno van a tener este jueves sobre la mesa el dosier de este plan Juncker, o lo que se haya llegado a definir hasta ahora, que para ser justos no es mucho: con 20.000 millones de euros del presupuesto comunitario, la Comisión quiere llegar a apalancar créditos por hasta 315.000 para invertir en los próximos tres años. La decisión que han de tomar en el Consejo Europeo es la de crear el instrumento principal de todo el mecanismo: el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas (FEIE) que viene a ser una copia del Fondo de Estabilidad Financiera que se ha utilizado para los rescates y que será la base que garantizará los créditos de los inversores privados.

La virtualidad de este nuevo sistema es que los países que lo deseen pueden poner dinero en ese fondo, para permitir que tenga más capacidad de multiplicar las inversiones, pero ello –al menos teóricamente– no les dará derecho de decidir dónde irán a parar luego esas inversiones. Sin embargo, ese dinero no se tendrá en cuenta en las estadísticas de déficit a la hora de definir el grado de cumplimiento del pacto de estabilidad. Si todos los países están dispuestos a poner dinero (prestado) en ese fondo, finalmente todos se beneficiarán. Incluso los que no contribuyan.

Este es el estilo Juncker, que toma a veces decisiones pensando en el efecto directo y en otros casos esperando una reacción contraria. Esta semana va a hacer público su programa de trabajo para la Comisión, que esencialmente consiste en separar los proyectos legislativos en tres capítulos: los nuevos, los existentes que se consideran factibles y los que después de años de trámites infructuosos serán desechados. En su círculo más próximo reconocen que se trata de un gesto que intenta sobre todo poner a los Gobiernos nacionales ante sus responsabilidades «para que tal vez si ven esas iniciativas en la papelera acaben cambiando de opinión y se decidan a aprobarlas».

En el caso del plan de inversiones, el presidente quiere ver todo aprobado por el Consejo y el Parlamento antes del mes de junio, para que un mayor número de iniciativas pueda ser puesta en marcha de forma efectiva. No quiere dejar tiempo para perder el impulso político del momento.

¿Y el dinero?

Juncker cree que la situación financiera ha cambiado y que el mercado está lleno de liquidez buscando oportunidades. Los empresarios de momento le dan la razón, pero le piden que mejore el entorno legal. Businesseurope, la patronal europea, acogió con entusiasmo el plan pero advirtió que si bien «la Comisión ha identificado correctamente los principales obstáculos para la inversión privada a largo plazo» también se necesita «mejorar la predictibilidad y cualidad de la regulación de la actividad económica, asegurar un gasto público más eficiente y mejorar las opciones para los proyectos de financiación a largo plazo».

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