Wawrinka celebra un punto contra Tsonga en semifinales de Roland Garros
Wawrinka celebra un punto contra Tsonga en semifinales de Roland Garros - AFP
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Wawrinka silencia París

El suizo alcanza la final de Roland Garros al vencer a Jo-Wilfried Tsonga (6-3, 6-7, 7-6 y 6-4), que era la gran esperanza local

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París, achicharrada su gente en un viernes sofocante, enmudece porque se queda sin héroes una vez más. Yannick Noah seguirá siendo el último campeón y eso fue en 1983, lejísimos ese recuerdo en la memoria y sin que haya nada que invite a pensar en el relevo. Jo-Wilfried Tsonga, la última esperanza, se derrite en semifinales y pierde contra Stan Wawrinka por 6-3, 6-7 (1), 7-6 (3) y 6-4. Fin al sueño local después de tres horas y 46 minutos de tortura a pleno sol.

Y se alimenta la fe por momentos porque Tsonga, después de un inicio decepcionante, se sube al tren en el segundo set, capaz de recuperar un break de desventaja y de salvar hasta cinco bolas de rotura en contra con 5-5.

Llega al tie break y nivela el pulso para alegría de la Philippe Chatrier, que abraza en cada punto a su ídolo.

Se dispara la emoción en la central francesa, una pelea con variedad entre dos tenistas completos. Wawrinka da un espectáculo con su revés a una mano, un jugador peligrosísimo cuando está desatado como ahora, y Tsonga exhibe músculo y poderío, bien de físico y equilibrado por los dos lados. El resultado es un encuentro entretenido con idas y venidas.

El tercer set se antoja definitivo. Con el sol abrasando la Chatrier, Tsonga y Wawrinka se exprimen en un debate intensísimo. Hay golpes, carreras y bolas que caen como bombas. Wawrinka, rojo como un tomate con el termómetro por encima de los 30 grandes y una humedad insufrible, reduce la efervescencia del local y le lleva al tie break después de salvar cuatro bolas de quiebre. Y ahí, a la hora de la verdad, tira de oficia para dar un paso definitivo.

Se consume Tsonga en sus propios errores y de inmediato entrega el saque en la cuarta manga, más difícil todavía. Además, cada vez que intenta volver, tropieza y vuelve a la casilla de salida. Un dato demoledor justifica su derrota, que es de las que duelen: de 17 bolas de break, sólo aprovecha una. Una sangría.

Wawrinka, con los cuartos de 2013 como mejor resultado en París, alcanza la segunda final de un grande de su carrera. La primera fue en Australia en la pasada temporada, con final feliz ante un Nadal mermado físicamente. Ahora, y después de desmotivar a la gente de París, espera al ganador del duelo entre Novak Djokovic y Andy Murray. Sea quien sea, está avisado. Wawrinka, si suelta el brazo, da miedo.

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