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Aleix Espargaró: «Soy un enfermo de las motos»

El piloto de Forward sonríe este inicio de temporada en la que su moto vuela y le permite jugarse las poles con los favoritos

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Sonríe de medio lado mientras cierra una apuesta en italiano. Una cena. Con el apretón de manos, sus ojos de niño travieso se achican hasta convertirse en puntitos de felicidad. A cambio, regala una sonrisa blanca y descomunal que ha crecido en este inicio de campeonato porque la moto va que vuela y las buenas sensaciones le aportan confianza para seguir creciendo. Aleix Espargaró (Granollers, 30 de julio de 1989) recibe a sus invitados, entre ellos ABC, con bermudas y chanclas. Sus respuestas reflejan la alegría de quien vive de su pasión y la velocidad con la que busca las victorias. Y el podio en Jerez no lo ve nada lejos.

-Sin tiempo para ir a casa, el lunes en Argentina y el martes en Jerez.

¿Cómo logra desconectar?-A mí me sirve algo que a muchos pilotos no les funciona: estar con mi chica. No vino al Gran Premio de Argentina y el miércoles estuvimos juntos. Llevamos siete años y para mí es como un paréntesis. Dimos una vuelta por el circuito en bicicleta con calma, fuimos a cenar... En España nos es muy difícil desconectar a los pilotos porque supone mucho estrés: además de los entrenamientos están los actos publicitarios, las entrevistas, vienen a verte amigos. No paramos.

-Por el momento las cosas le van bastante bien. -Sí. Estoy muy contento. Me ha sentado muy bien el cambio de equipo. Hemos estado en los puestos de delante en las tres carreras. Fue una lástima la caída en Argentina porque íbamos muy rápido y me encontraba muy bien. Estamos más adelante de lo que esperaba, y luchar por el podio ya no es un sueño.

-¿Maneja mejor la presión ahora? -Si las cosas te van bien, como a mí este año, todo se pasa más rápido. Pero en un Gran Premio la presión comienza en la mañana en la que te levantas y no termina hasta bien entrada la tarde del domingo. Hay veces que cuando acabas el entrenamiento, llegas al «motorhome» -la casa de los pilotos dentro del circuito-, te duchas y te sientas en el sofá. Es como si te quitaras de encima mil kilos.

-A la presión de pilotar, ahora se une la de ser manager de pilotos noveles. ¿Dónde pasa más nervios?-Encima de la moto no piensas en los nervios. Estás concentrado, y punto. Los problemas llegan cuando no depende de ti. Desde fuera lo paso mucho peor. Entraría y me subiría yo a la moto, y me equivocaría, porque ellos saben perfectamente lo que tienen que hacer. Igual que lo sé yo cuando estoy corriendo; pero no lo puedo evitar.

-¿Lo siente todo con tanta pasión?-El motociclismo, sí. Soy un enfermo de las motos. Es mi droga, me apasiona, estaría todo el día. Durante el año hay diez fines de semana libres y entre pruebas y carreras de España los ocupo todos. Pero me gusta estar tan vinculado al mundo del motor. Además los niños me encantan, así que no me cuesta esfuerzo. No me cansa, al contrario, ver cómo evolucionan me ayuda a mejorar yo también.

-¿Hay algo que le haga salir de ese mundo, además de su novia?-Cuando estoy en casa todo está relacionado con las motos: entrenarme, la bici, correr, esquiar. Todo lo hago pensando en prepararme lo mejor posible. Lo único que me relaja es mi segunda pasión: el fútbol. O con la videoconsola jugando al FIFA o viendo partidos. Y los libros. Sobre todo biografías de deportistas, de gente interesante que me motiva.

-Con su hermano Pol en la categoría, ¿hay más piques?-No, no. Tener un hermano aquí es increíble. Cuando todo nos va bien, nos vemos menos, pero cuando uno de los dos está en dificultades quedamos más.

-¿Le da muchos consejos o le deja que se equivoque solo?-Los consejos van en las dos direcciones. Le he ayudado a adaptarse a la categoría, pero de técnica no le tengo que enseñar nada. Él es campeón del mundo. Además, yo soy una persona muy nerviosa, y poco reflexiva. Pol es más calmado, piensa dos veces antes de actuar. Nos compenetramos bien.

-¿Y qué pasa con unos padres que tienen los dos hijos en MotoGP?-Sufren muchísimo. No creo que se acostumbre uno a eso, pero gracias a ellos estamos aquí. Si les viniera de nuevas, seguro que tenían un ataque al corazón cada carrera. Se lo han buscado ellos. Hasta los doce o trece años no hay mecánicos, solo están tu padre y tu madre para todo: para los bocatas, para las averías, pagan todo, sufren con las caídas, no llegan a final de mes por tu culpa... Lo son todo.

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