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Así es Orlando Ortega, plata olímpica en 110 metros vallas - EFE

Río 2016 | AtletismoOrlando, saltador de fronteras

El atleta cubano nacionalizado español logra la medalla de plata en los 110 vallas

Río de Janeiro Actualizado: Guardar
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Los atletas de los 110 metros vallas compiten contra los números que les esperan de frente: 10 vallas, cada una de 1 metro y 7 centímetros de alto. Tienen que recorrer en tres pasos los 9,14 metros que hay entre los obstáculos. Zap, zap y zap. El estadounidense Aries Merritt lo ha hecho más rápido que nadie: en 12.80. Pero no pudo estar en la final de Río de Janeiro que se ha disputado en esta noche del martes al miércoles. En invierno pasó por el quirófano para someterse a un trasplante de riñón y, pese a su rápida recuperación, cayó eliminado por una centésima en el campeonato de Estados Unidos. El vencedor en Londres 2012 no ha podido dar esos tres brincos entre vallas en Río.

En aquella final de la capital inglesa estaba un cubano veloz y elegante. Acabó sexto. Se llama Orlando Ortega, nació en Artemisa hace 25 años y desde julio de 2015 es español, a tiempo para ser una de la mejores bazas de la selección en estos Juegos. Un saltador de fronteras está preparado para saltar vallas.

Una prueba igualada

«Mi mayor enemigo soy yo», aseguraba. Los 110 metros vallas lo tienen todo: técnica, velocidad y potencia. Un centímetro de menos en el salto lo trompica todo. «Es la prueba más igualada del mundo», avisa Ortega. Su mejor marca, 12.94, tiene dígitos de podio. La hizo cuando aún no podía competir como español. En la final le sobraban rivales: el jamaicano Omar McLeod, el estadounidense Deven Allen, el francés Dimitri Bascou... «Puedo bajar de 12.94. Ojalá sea en la final olímpica, pero antes tengo que clasificarme. Volver a una final sería increíble. Significa estar de nuevo entre los mejores», explicaba. Aunque esta vez con otra bandera.

En España los 110 metros vallas suenan a Javier Moracho y a Carlos Sala. Pioneros. Ortega es un regalo inesperado. Viene de la escuela caribeña del profesor Antúnez, el moldeador de Dayron Robles, el muelle cubano de las vallas. Pero Ortega no regresó a Cuba tras los mundiales de Moscú en agosto de 2013. Acudió a la cita rusa a regañadientes. Unos meses antes se había negado a ir a un mitin y la Federación cubana amenazó con sancionarle si no acudía a Moscú. También quisieron imponerle otro entrenador. Se hartó. Cambió el itinerario del viaje de vuelta desde Rusia. Lo acortó. Como ya se entrenaba de forma habitual en Guadalajara, decidió quedarse en España, su país de acogida. Eso le costó estar casi tres años sin competir: entrenándose para nada. «Ha sido un periodo jodido. Sin carreras te falta algo», recuerda.

La de Moscú fue su última prueba como cubano, hace tres años. Ese es el plazo mínino, según la Federación Internacional (IAAF), para que un atleta pueda competir con otro país. Aunque hubo lío de papeles. Aquella carrera es de agosto de 2013, pero él consiguió en noviembre el permiso de residencia en España. Ese desfase pudo costarle el billete para los Juegos. Al final, el COI le confirmó como atleta español.

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