Francisco Belmaño

POR EL BIEN DE SU HIJO

¿Por qué no dejamos que los niños se diviertan con sus amigos cuando juegan al fútbol?

Francisco Belmaño
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estoy convencido que para todas aquellas personas que tenemos la suerte de ser padres de una criatura, el momento de su nacimiento o de su adopción, según cada caso, es el más importante en la vida de un ser humano. Cientos de preguntas sin respuestas se vienen a la mente en el momento justo en el que, entre tus brazos, acoges a esa criaturita que entra de lleno en la vorágine de este mundo.

Desde ese momento, los padres nos convertimos en el espejo en el que mirarse. Intentamos ofrecer la mejor educación, las mejores de las rutinas diarias para su crecimiento personal, para su salud, para su descanso... Todo eso en casa y luego elegimos la escuela en la que mejor creemos que pueden formarse para el día de mañana y, asimismo, muchos eligen el deporte como actividad extraescolar como complemento a esa educación.

En este caso, el fútbol, como deporte rey que se supone que es, acapara la modalidad deportiva favorita para la mayoría de los padres. El fútbol es compañerismo, desarrolla habilidades sociales, crea un lazo de amistad y compromiso hacia sus compañeros de equipo y, en definitiva, es un divertimento a la vez que una fuente de salud infinita para la mente y el cuerpo.

Tengo la suerte de disfrutar de este deporte como padre y del gozo infinito que supone la competición en el mismo. La ilusión por el entreno diario, las bromas entre amigos, la amistad surgida, los nervios del viernes noche antes de acostarse para el partido del sábado... Ver a tu hijo divertirse no tiene precio, te hace partícipe de ese divertimento y te hace rememorar tu juventud casi olvidada.

Pero claro, el problema viene cuando determinados padres piensan que sus hijos son los jugadores profesionales del futuro. Se toman el partido semanal como si su propia vida le fuese en el encuentro. Cuando empieza el partido y crees que el rival de tu hijo es un enemigo en vez de otro chiquillo de su edad. Cuando ese padre piensa que el árbitro es la diana perfecta para expulsar su ira. Cuando crees que el monitor/educador está equivocado por no hacer lo que tú piensas que debería haber hecho. Cuando sales de casa y te diriges al campo, no para disfrutar viendo como tu hijo es feliz, sino para descargar tus frustrados sueños de futbolista y meter presión a tu hijo, y al mismo tiempo intoxicar el buen ambiente que debe reinar en un partido de chiquillos. Es entonces cuando se convierte la fiesta del deporte en un bochornoso espectáculo como el que hemos presenciado este pasado fin de semana en las islas Baleares.

Por suerte se trata de algunos casos aislados, aunque, por desgracia, existen estos casos aislados de violencia en el deporte. En el deporte practicado por niños y ensuciado hasta la vergüenza de sus propios hijos por sus padres desde la grada.

¡Déjenlos jugar!¡Dejémoslos que se diviertan! Hagamos una fiesta de cada partido, de cada victoria, de cada derrota y demostremos la educación que cada adulto posee. Y si alguno no la tiene, pues que intente disimularlo... por el bien de su hijo.

Ver los comentarios