Si un marciano aterrizara de repente con su platillo en España y viera el espectáculo que cada año montamos con la sede de la final de la Copa del Rey , seguramente pensaría que todo está hecho a propósito, que a los señores de la Federación les divierte esta opereta. Y no es descartable que así sea. De otro modo no se comprende que nadie haya solventado una cuestión tan fácilmente resoluble. Bastaría con que la Federación designara en agosto la sede de esa temporada entre los estadios de mayor aforo, y fin a la polémica. Así se hace en prácticamente en todos los sitios civilizados del planeta.
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