Efectivos de la Policía Nacional con algunos de los detenidos en la reyerta
Efectivos de la Policía Nacional con algunos de los detenidos en la reyerta - efe

¿Cómo puede prevenir la Policía una batalla campal entre ultras?

Un centenar de agentes de Policía Nacional, entre la UIP, Caballería y guías caninos, así como 60 agentes de la Policía Municipal, completaron el dispositivo de seguridad establecido para el Atlético-Deportivo

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La violencia en torno al fútbol es una lacra demasiado latente como para no ponerle freno. La muerte del Francisco Javier Romero Taboada, alias «Jimmy», de 43 años, miembro de los «Los Suaves», la sección más dura de los Riazor Blues, mientras participaba en una multitudinaria y salvaje reyerta frente a los ultras del Atlético de Madrid, solo es la punta del iceberg de un movimiento que suma desde su llegada a España, hace ahora tres décadas, numerosos altercados tanto dentro como fuera de los estadios.

Si hace años los grupos ultras eran tratados como una especie de bandas juveniles con ganas de bronca, hoy en día esta consideración ha cambiado por completo. Aunque ya se venían aplicando controles para atajar este fenómeno, fue en el año 2007 cuando se promulga la Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte y la posterior creación del Observatorio conocido por el mismo nombre, originando un antes y un después en la lucha contra los radicales.

A esto hay que sumar la normativa que la UEFA pone en vigor tras «la tragedia de Heysel» que acabó con 39 fallecidos y más de 600 heridos a raíz de de una avalancha provocada por los disturbios desatados por los hooligans ingleses. De esta forma se colocaron asientos en todas las zonas de los estadios, amén de establecer cacheos en los tornos de entrada, instalar cámaras de videovigilancia y prohibir la introducción de objetos peligrosos y bebidas alcohólicas.

Estas medidas, unidas a la eficacia policial y el incremento de las sanciones, han provocado una drástica disminución de los incidentes dentro de los recintos deportivos de primer nivel. Sin embargo, ¿de que mecanismos dispone el Estado para atajar la violencia ultra fuera de los estadios? La calle se ha convertido en un arma de doble filo para los efectivos policiales, que deben intensificar su presencia y multiplicar esfuerzos para evitar el contacto entre aficiones enfrentadas.

En función de la peligrosidad del choque, los partidos pueden ser catalogados por la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte de «alto o bajo riesgo», variando sustancialmente la seguridad desplegada. Estas valoraciones se realizan en función de los datos recopilados por las diferentes brigadas provinciales de Información de la Policía Nacional y de los que facilitan los clubes implicados en la contienda.

En esta ocasión, el Deportivo de la Coruña no comunicó que más de 100 radicales se iban a desplazar hasta Madrid al no tener constancia de que hubieran adquirido entradas para dicho encuentro. El secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, confirmó después que las localidades compradas por los ultras gallegos las habían adquirido en «un segundo canal de distribución». Finalmente trascendió que la Federación de Peñas del club les había vendido unas cien entradas. No obstante, el Comité Federal Territorial del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en Galicia alegó ayer que «enviaron en tiempo y forma» la previsión del desplazamiento de los Riazor Blues. En dicha información «se detallaba, tras las gestiones pertinentes, el número de entradas» vendidas en La Coruña para aquellos hinchas que quisieran acudir al Vicente Calderón.

Sea como fuere, al ser considerado el partido de «bajo riesgo», el dispositivo de seguridad estuvo formado por un centenar de agentes de Policía Nacional, entre la UIP, Caballería y guías caninos, así como por 60 agentes de la Policía Municipal, además de los «patrulleros habituales del distrito». En caso contrario, estas cifras se habrían triplicado y el despliegue del dispositivo hubiera tenido lugar tres horas antes de lo que se hizo, en torno a las 10:00 horas de la mañana, más de una hora después de que tuviera lugar el inicio de la batalla.

Vehículo «lanzadera»

La misión de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado consiste en garantizar la seguridad de todas las personas que se encuentren en las zonas marcadas para la vigilancia, independientemente de que sean o no aficionados al fútbol, así como proceder a la detención de todos aquellos que estén protagonizando alguna trifulca. También deben evitar el contacto entre hinchadas rivales y prevenir posibles conatos de pelea o cualquier tipo de actitud agresiva. El control en las redes sociales es también importante aunque en esta ocasión «pudieron contactar a través de otras formas de hacerlo como la que puede ser Whatsapp que es comunicación personal», explicó el propio Martínez.

«La intención de quienes se desplazaron fue eludir el control policial. Hicieron todo lo posible para despistar los controles y se demuestra en hechos como, por ejemplo, no hacer público su enfrentamiento o contratar autobuses fuera de su ciudad. Lo que es obvio es que pretendían que la Policía no supiera que se iban a desplazar y lo pudieron hacer por varias vías». Otra de las estrategias empleadadas por los ultras del Deportivo fue utilizar un vehículo «lanzadera», que viajaba delante de los autobuses, para detectar si había presencia policial en la carretera y poder alertar así con tiempo suficiente para que el grueso del grupo pudiera desviarse y burlar cualquier tipo de control.

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