Fernando Alonso no está contento con el punto conseguido
Fernando Alonso no está contento con el punto conseguido - afp
fórmula 1

Un punto, pero ninguna fiesta

Fernando Alonso y McLaren relativizan el estreno porque, aseguran, poco cambiará

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Pasadas las cinco de la tarde en el circuito de Silverstone, se le acerca a Fernando Alonso una persona que lo quiere. «¿Hay que felicitarte?», pregunta. El asturiano es un tipo de pensamientos tajantes y respuestas concretas. «No. Solo cuando vuelva a ser campeón del mundo», replica. En el año de las calamidades y del desconocido horizonte, el piloto acaba de conseguir un punto, el primero, con el McLaren de las goteras. Alonso habla al paso de Jenson Button, con quien se dirige a una de las miles de reuniones post-carrera que inundan este deporte. Y sonríe a las cámaras, en modo zen, como si el torbellino del fracaso que ha vaciado la Fórmula 1 de periodistas españoles no fuese con él.

Hay un punto, pero no hay fiesta.

En el campamento de McLaren ya no quedan invitados y ningún rastro delata que el equipo se haya sacudido una losa. Uno de sus campeones del mundo ha puntuado. El otro, Button, ya ha logrado cuatro puntos. Los empleados uniformados con el pantalón negro y la camiseta blanca comienzan a recoger y a embalar la nave rodante. Nadie quiere celebraciones en una escudería que ha conocido épocas mucho mejores: 12 mundiales de pilotos y ocho de constructores.

Eric Boullier, el ingeniero aeronáutico que dirige el equipo, no evita un caluroso apretón de manos con Alonso en señal de una ilusión compartida. Ambos comentan pormenores y agradecen que al fin el cenizo haya llamado a otra puerta. Boullier es uno de los convencidos en McLaren que el problema es el choque de culturas: ingleses expertos en Fórmula 1 y japoneses metódicos que no saben decir que no. Un rumor sin gran fundamento sobrevoló estos días Silverstone: Honda estaría buscando ingenieros para acelerar el proceso de potenciación del motor. Yasuhisa Arai, el responsable deportivo de Honda, se lo negaba a la colonia de periodistas japoneses que, con educación exquisita y sin estrés europeo, esperan el éxito de la multinacional.

Las unidades de medida decretaron una realidad incuestionable. La máxima velocidad punta que consiguió Hamilton dándole duro al acelerador de su Mercedes fue de 330 kilómetros por hora. El McLaren de Alonso no rebasó los 310. Son asuntos que escapan al talento y la laboriosidad del español y que se cocinan a miles de kilómetros en Tokio.

Alonso merienda un plato de queso con bacon, un cuenco de frutas del bosque (fresas, arándanos y frambuesas, pero no moras, ya que no le entusiasman) y un pastelito de café. Acaba de comentarlo en las ruedas de prensa posteriores a la carrera. Quiere otro título de campeón y, lejos como está de ese objetivo, por ello trabaja.