Roberto Merhi
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Roberto Merhi, entre válvulas y el gres

El piloto de Castellón proviene de una familia acomodada dedicada a la cerámica y con gran afición al automovilismo

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Solo hay veinte plazas para conducir un Fórmula 1 en el planeta y hay tres españoles en esa posición de privilegio. Fernando Alonso, Carlos Sainz y ahora, el recién llegado Roberto Merhi. El joven piloto de Castellón (23 años) conducirá un Manor, el coche cenicienta de la parrilla, el próximo domingo en Melbourne, apertura de la temporada en Australia. Merhi solo está confirmado por el equipo anglo-ruso para esta cita y su continuidad dependerá del dinero, el único eje sobre el que gira la Fórmula 1. Si consigue un patrocinador potente, sus posibilidades de seguir aumentarán considerablemente.

Merhi pilotará el Manor, el antiguo Marussia tristemente célebre por los accidentes letales de la española María de Villota y el francés Jules Bianchi

. El anuncio oficial expresa que se trata de un acuerdo «a corto plazo», lo cual se traduce en que el asiento se vende al mejor postor, al piloto que más dinero sea capaz de aportar. Salvo las principales escuderías (McLaren, Mercedes, Red Bull y Ferrari), es práctica común en los demás equipos subastar los volantes a los pilotos que aportan patrocinadores poderosos. Lo que se ha dado en llamar pilotos de pago.

Merhi dice que no paga. «De momento soy piloto de Manor para esta carrera, ya veremos después, no sé qué pasará. Es el equipo con el menor presupuesto y necesitan un piloto de pago que aporte capital. Yo no he pagado nada, he llegado por mi talento y estoy contento». Merhi compitió tres viernes de entrenamientos libres el año pasado (Italia, Rusia y Japón) con Manor, el equipo con menor margen de desarrollo de la F1 (40 millones) y que entró en concurso de acreedores.

Roberto Merhi encarna al prototipo habitual del automovilismo en España. De familia acomodada (su padre es propietario de una empresa distribuidora de cerámica), empezó en los karts a los cinco años por la pasión de su progenitor hacia este deporte, del que fue practicante. Criado entre tuercas y válvulas, estaba predestinado. Su abuelo era piloto de avionetas y su tío, un experto en aeronaves. El chico voló por los circuitos, expuso buenas dosis de agudeza al ganar el campeonato de Fórmula 3 y entrar en la órbita de Mercedes y su programa de jóvenes talentos.

Desde bien pequeño, su familia y amigos lo llaman Teto, como en la broma del juego. Hace unos años provocó una involuntaria polémica al rodar con un Mercedes en el desértico y controvertido aeropuerto de Castellón. «Se llegó a decir que podía utilizarlo siempre que quería, lo cual es mentira». Ha puesto su futuro en manos del británico Mark Blundell, quien suplió a su padre como manager del piloto. La buena relación que Merhi mantiene con los mentores de Manor, Graeme Lowdon y John Booth, y el vínculo con un ingeniero de Castellón en este equipo, Ángel Baena, le han abierto las puertas de la F1. Aunque sea por un día.

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