Fernando Alonso, a la salida del hospital
Fernando Alonso, a la salida del hospital - efe
Fórmula 1

La amnesia parcial de Fernando Alonso

El piloto espera que la investigación de McLaren coincida con lo que recuerda del accidente en Montmeló

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La Fórmula 1 se aleja de los accidentes como si fuesen un manto de chapapote sobre sus doradas y cristalinas playas de glamour y progreso. Igual que los patrocinadores y sus empresas reniegan del dopaje en el deporte moderno o los campesinos de la Edad Media rehuían a los infectados por la peste, en la F1 nadie quiere saber nada de incidentes, choques, soponcios o patatuses. La semana más angustiosa en la hoja de servicios de Fernando Alonso se ha saldado con dos puntualizaciones: el ser humano está bien y en manos de la ciencia médica, pero el piloto sospecha que algo extraño sucedió en la curva 3 de Montmeló. Es la amnesia parcial del asturiano: no lo recuerda todo, pero sí tiene una idea, trasmitida a sus íntimos, sobre los motivos que ocasionaron el costalazo.

McLaren ha puesto en marcha una investigación para esclarecer el detonante que llevó a Alonso al hospital.

No hay malestar o cara larga del piloto respecto a su equipo, sino curiosidad innata respecto a su integridad de futuro. Los pilotos se juegan el bigote cada vez que se suben a un monoplaza, en contra de esa opinión tan extendida que pregona una F1 sobre los vías del tren. En el cruce de comunicados oficiales, desmentidos, opiniones autorizadas y rumorología prevalece una impresión: el piloto sí sabe lo que pasó, aunque aún no lo cuente.

No lo hace porque durante estos días se han percatado, él y sus familiares y allegados, de la fugacidad de la vida. Alonso pudo morir en ese accidente. Lo ha hablado en sobreentendidos con las personas que velaron su cama en la UCI del Hospital General de Cataluña, su padre José Luis, su madre Ana, su novia Lara, su fisioterapeuta Fabrizio, su mánager Luis o su amigo Alberto, a los que se ha unido durante más de una mañana Pedro Martínez de la Rosa.

« Estaba KO en el coche», cuenta su portavoz en esta crisis, Luis García Abad. «Muy aturdido por el impacto. En el garaje saltaron todos los sensores». Tanto Alonso como sus asesores dudan que se produjese una descarga eléctrica en el bólido. No lo detectó su ingeniero de pista, Andrea Stella, recién llegado de Ferrari a McLaren para continuar con el ovetense, y tampoco los doctores que lo atendieron. Nadie vio rastro de electrocución.

Está descartado por sus colaboradores que perdiese la conciencia antes del impacto, ya que la telemetría (el registro de acción del coche) describe que el piloto corrige la trayectoria, frena y mueve el volante. Inconsciente no podría hacerlo. El viento influyó en el accidente, como dijo McLaren, pero Alonso cree que algo más sucedió en el coche. La investigación que ha abierto la FIA podría resultar esclarecedora, pero solo si el coche fuese el causante.

De urgencias al hospital de Sant Cugat, Alonso se puso en manos de la seguridad social española y del médico oficial de McLaren, el finlandés Aki Hintsa, propietario de una clínica privada en Ginebra -La Colline-, de donde hizo llamar a uno de sus especialistas en neurología para atender al español. Hintsa y su ayudante trabajaron durante años en su país, en el hockey sobre hielo y están acostumbrados a diagnosticar y curar lesiones en golpes recibidos desde los laterales. «Le han hecho análisis y exámenes para parar un tren», dice García Abad. «La realidad es que no sabíamos lo que le pasaba hasta que no venían los médicos y nos lo decían».

Los móviles del círculo íntimo de Alonso han recibido estos días en el hospital una batería de mensajes de personas que creían desaparecidas, antiguos compañeros de viaje, gente que se ha interesado por la persona antes que por el piloto. Alonso, desconfiado por naturaleza así como su guardia personal, viven en la costumbre de gente que se acerca al personaje mediando el interés. Como casi todo lo que sucede en la Fórmula 1.

Alonso quiere correr en Australia el próximo 15 de marzo. No imagina otra posibilidad. Pero su ambición choca con el pronóstico de los doctores, quienes no lo aconsejan de momento.

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