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Vuelta a España

Nairo Quintana irrumpe en la pared infernal de la Camperona

El colombiano, nuevo líder de la Vuelta. Buena etapa de Contador, sin secuelas por la caída y por delante de Froome

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Dice Alberto Contador, ni supersticioso ni maniático, que nunca más, never, never, never, volverá a montar en una bici negra. De color oscuro era el velocípedo que condujo en el Tour cuando se estampó contra una isleta. Y de la misma tonalidad el otro día, a 500 metros de la meta en Puebla de Sanabria. «Nunca más», sentenció Contador ante el micrófono hábil de Juan Carlos García mientras declaraba su felicidad por salir vivo de una ratonera infernal, la subida a La Camperona. Pared leonesa y minera, rampas de infarto colectivo donde irrumpió Nairo Quintana, derrotado en el Tour, impotente ante Froome y su Sky, y nuevo líder de la Vuelta. Fue un gran ataque del colombiano, quien recuperó esa sonrisa a media asta que luce siempre.

En La Camperona ganó un paisano de Abdoujaparov, Sergey Lagutin, 35 años y uzbeko como el velocista kamikaze.

Fue un bodrio con final feliz. Una sosería por los campos despoblados de Castilla, donde se escaparon once extranjeros y ningún español en una estampa que lo describe todo. La crisis que se anuncia en el pelotón ibérico.

Sucedió que el nuevo asfalto de La Camperona lo maquilló todo. La montaña siempre reconcilia al espectador con el ciclismo. Esencia en frasco pequeño. Así es esta colina de apenas un par de kilómetros, terrible cima, paraíso de peregrinos de la bici.

Por allí puso Froome su potenciómetro en marcha. El ordenador le dice hasta dónde puede llegar en su relación watios/kilo. Empezó suave, como la vez anterior, y recuperó terreno como un cangrejo. Cuando llegó a Nairo, Contador, Valverde y Chaves, el colombiano del Movistar se soltó el pelo. Lo necesita un corredor de su empaque después de un Tour muy agrio para él.

Voló Nairo con su imagen de colibrí y se agarró al alquitrán Contador con su aperos, vendajes y tiritas. Una subida electrizante, ocho, diez minutos de frenesí para tapar el aburrimiento anterior. Contador tiene amor propio, lleva un mal año y no quiere regalar la Vuelta. Manda Nairo -«mejor estar delante que detrás»-, persigue Froome y no se resigna Contador, quien no ha dicho la última palabra en la Vuelta.

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