Dirk Nowitzki, instantes después de anotar la canasta que sumaba su punto número 30.000 en la NBA
Dirk Nowitzki, instantes después de anotar la canasta que sumaba su punto número 30.000 en la NBA - AFP

NBADirk Nowitzki, la última hazaña del alemán en quien casi nadie creyó

Anoche se convirtió en el sexto jugador de la historia en anotar 30.000 puntos en la NBA, un nuevo hito para ensalzar una carrera prodigiosa y revolucionaria

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Tras veinte años en los banquillos de la NBA, Don Nelson no se creía lo que estaba viendo. Era el Nike Hoops Summit de 1998, el partido de exhibición que reúne a las mayores promesas del baloncesto mundial, y un chico muy alto, muy flaco y muy rubio le estaba enamorando. Sus 213 centímetros de estatura parecían todavía más cuando se movía a toda velocidad por todos los rincones de la pista. Venía de Würzburg, una pequeña ciudad en el corazón de Alemania, y metió 33 puntos en aquel partido. Nelson supo que debía entrenarle.

Tres años atrás a Holger Geschwindner le había sucedido algo más o menos parecido en un gimnasio de la propia Würzburg, en el entrenamiento de los juveniles del club de la ciudad.

Solo que Geschwindner, olímpico con la selección alemana en los Juegos de 1972 –la leyenda dice que aprendió a jugar a baloncesto gracias a los soldados americanos destinados en Alemania Occidental tras la II Guerra Mundial–, vio un lienzo en blanco. El muchacho le llamó la atención por su físico, pero «no tenía ninguna habilidad técnica», decía el propio Geschwindner.

«Le pregunté con quién estaba trabajando. Me dijo que con nadie». Geschwindner se ofreció a entrenarle personalmente y pidió permiso a los padres del chico, una exjugadora de balonmano y un exbaloncestista, para que siguiera sus poco convencionales rutinas. Su método y el esfuerzo concienzudo del mozo pronto empezaron a dar sus frutos. Anoche en Dallas, Holger Geschwindner lloraba de orgullo cuando Dirk Nowitzki, su pupilo, se convertía en uno de los seis jugadores de la historia de la NBA en anotar 30.000 puntos.

No había nadie como él

Seguramente Nowitzki habría sido un jugador muy distinto si Nelson no hubiera sido su primer entrenador en el baloncesto americano. A Nelson, actualmente el técnico con más victorias de la historia de la liga, le encantaba desafiar al conocimiento convencional con nuevas propuestas. Cuando vio las cualidades sin límites de Nowitzki, le invitó a desarrollar todo lo que le hacía especial en lugar de censurar sus palpables defectos.

Cualquier jugador que midiese los 213 centímetros que medía Nowitzki habría jugado cerca de la canasta, como un pívot clásico. Sin embargo y contra las críticas, Nelson le dio al alemán vía libre para que tirase desde lejos del aro y para que se moviese con libertad por el perímetro de la pista. Tras una primera temporada traumática –a mitad de año incluso le dijo a Nelson que quería volverse a Alemania–, el experimento empezó a dar frutos en el segundo año (metió 17,5 puntos por partido), y al tercero Nowitzki lideró la vuelta de los Dallas Mavericks a los Playoffs tras once años.

Los Mavs jugarían los Playoffs en 14 de las 15 temporadas siguientes, todas con Nowitzki en el equipo. En el proceso, la revolución: si ahora aparece un jugador alto, lo raro es que no domine el tiro exterior. En los 19 años de carrera de Nowitzki la NBA ha evolucionado para acercarse a él, el primer «cuatro» abierto, el prototipo del futuro que estaba por venir.

Puerta abierta para los europeos

En el curso pasado Nowitzki, entonces 38 años, jugó por primera vez contra Kristaps Porzingis, 20 en aquel momento. Antes del salto inicial, Porzingis extendió el puño con el rostro muy serio cuando vio al alemán acercarse, como queriendo parecer muy profesional; Nowitzki respondió dándole una cariñosa palmada en el pecho y en la espalda. La cámara de televisión se quedó con Porzingis, que tardó tres segundos en dejar de disimular su cara de niño y en sonreír como si hubiera recibido un regalo

Porzingis es el designado sucesor de Nowitzki –«es mejor que yo cuando tenía 20 años», dijo el alemán tras el partido–, un hombre alto de Letonia, todavía más grande, atlético y rubio que Dirk y con un tiro exterior notable. Es el último de una serie de «nuevos nowitzkis» que quedará como reconocimiento a todo lo que ha cambiado el alemán de Dallas, uno de los mejores tiradores y anotadores de la historia.

Cuando él llegó a la NBA había 17 jugadores europeos en la liga, frente a los 53 de la actualidad. Nowitzki tuvo que enfrentarse durante años a la etiqueta de blando que casi por defecto se le otorgaba a cualquier jugador europeo que llegase a la NBA. Los peores momentos llegaron en 2007. Sus Mavs habían perdido la final de 2006 pese a tener una ventaja de 2-0. Al año siguiente ganaron 67 partidos, más que nadie en la liga, para ser víctimas de una de las mayores sorpresas de la historia al perder en primera ronda contra los Golden State Warriors, entrenados precisamente por Don Nelson.

Nowitzki recibió el premio al MVP de la temporada, el único conseguido por un jugador europeo, pero lo hizo mientras los Mavs estaban de vacaciones y los Warriors seguían en Playoffs. La entrega del galardón parecía un funeral, y la decepción fue tan grande que se fue al desierto australiano semanas después para perderse en una especie de huída trascendental.

Fiel a los Mavericks

Resultó que esta no sería más que otra de las etiquetas equivocadas de las que despegarse. Nowitzki se quedó en Dallas, fiel a la franquicia que apostó por él y al propietario, Mark Cuban, amigo personal del alemán. En 2011 ganó el título de la NBA en unos Playoffs legendarios, en los que promedió 27,7 puntos por partido y dejó una decena de canastas decisivas.

Nowitzki y Jason Kidd, tras ganar el título con los Mavs en 2011
Nowitzki y Jason Kidd, tras ganar el título con los Mavs en 2011 - REUTERS

El círculo se había cerrado sin necesidad de salir de Dallas. Si no hay imprevistos, el año que viene jugará su vigésima temporada allí. Anoche tenía que anotar 20 puntos a los Lakers para unirse al club de los 30.000, integrado por seis leyendas intocables del baloncesto: Wilt Chamberlain, Michael Jordan, Karl Malone, Kobe Bryant y Kareem Abdul Jabbar.

A tres meses de cumplir 39 años, a Nowitzki le hicieron falta 11 minutos sobre la cancha para llegar al punto 20 del partido y al 30.000 de su carrera. A poco de empezar el segundo cuarto recibió en el lado derecho de la pista, desde cinco metros, hizo un par de amagos, se inclinó hacia atrás y anotó un tiro más de entre miles. No fue con su jugada más característica, el tiro a una pierna que inventaron entre él y Geschwindner y que cada vez copian más jugadores de la liga, pero fue un movimiento muy reconocible.

Mientras el pabellón de los Mavs celebraba y antes de que el juego se parase para homenajearle, Nowitzki tuvo tiempo a anotar otro triple: amagó el tiro, el defensor eliminado, bote con la izquierda, parada y canasta. Rick Carlisle, entrenador de los Mavs desde 2008, lo resumió bien tras le partido: «Esto ha sido un microcosmos de trece minutos de una de las grandes carreras en la historia de este juego: una preparación meticulosa, un compromiso total, un increíble espíritu competitivo y un auténtico don para sentir el momento». Los Mavericks ya no luchan por ganar el título sino por entrar en Playoffs, y el jugador alemán, que se ha perdido 26 partidos por lesión este año, apenas promedia 14 puntos por noche. Pero a Dirk Nowitzki, diecinueve temporadas después, siempre le queda un tiro más.

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