Atlético de Madrid

Simeone, a Griezmann: «No eres feliz porque te metes muchas cosas en la cabeza»

Algunas conversaciones publicadas recientemente revelan altibajos en la relación técnico-jugador

Sucedió hace apenas un año, con el equipo clasificado para octavos de Champions y cuarto en Liga

Jorge Sanz Casillas

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En el verano de 2014, cuando Antoine Griezmann se puso en el mercado, el teléfono de su asesor, amigo y representante no dejaba de sonar. Al móvil de Éric Olhats (de quien prescindió el pasado mes de julio) llamaron primero el Tottenham, que veía en él un recambio perfecto para Gareth Bale . Después lo hizo el Atlético de Madrid, con mucho más ímpetu que el equipo inglés, y el delantero aceptó. Comenzaba una relación exitosa pero no libre de altibajos.

A Griezmann la oferta del Atlético de Madrid le hizo ilusión verdadera, pero Simeone le generaba dudas: «Me puede valer, pero el entrenador está loco, ¿no?» , respondió a su representante cuando le trasladó el interés rojiblanco. Antes de firmar, Griezmann consiguió a través de su compañero en la Real «Chory» Castro el número de Godín , viga maestra del entonces campeón de Liga. Tras hablar de las aspiraciones del equipo y del ambiente del club, el uruguayo le invitó a fichar: «No sé si ganaremos, pero lo pasaremos bárbaro» , le dijo Godín.

La relación con el Atlético de Madrid ha sido fructífera para las dos partes. Una Supercopa de España nada más llegar –y una lista de actuaciones que han mantenido al club en la primera clase del fútbol mundia– es lo que se llevará Griezmann si se cierra su salida al Barcelona .

A pesar de todo, la relación entre Diego Simeone y su principal estrella no siempre fue sencilla. Antes de fichar, a Griezmann le preocupaba su « carácter volcánico ». Y hace poco más de un año, jugador y entrenador tuvieron una conversación en la que Simeone le criticó que se metía «demasiadas cosas en la cabeza». Fue antes del sexto partido de la fase de grupos, contra el Bayern Múnich, al que llegaron clasificados como primeros matemáticamente.

Al poco de llegar al hotel, se programó una reunión a las 22.30 horas . «Imaginaba que sería entre jugadores, pues no estábamos muy finos en la Liga», cuenta Antoine Griezmann en «Detrás de una sonrisa», una autobiografía traducida al español recientemente. El delantero, que llegó con la hora pegada por alargar una partida de «Fútbol manager», esperaba una conversación informal entre compañeros. Un «vamos, chicos, estamos juntos en esto». Sin embargo, allí no faltaba nadie: estaban Simeone, «Mono» Burgos, «Profe» Ortega, el preparador de porteros, Pablo Vercellone, y también el adjunto de «El Cholo», Juan Vizcaíno .

Griezmann buscó un sitio junto al clan de argentinos y uruguayos, sus principales socios del vestuario . Se sentó entre Correa y Moyá y comenzó la conversación. «El primero en tomar la palabra fue el entrenador», cuenta Griezmann. Después hablaron Godín , Torres , Koke y Nico Gaitán . Acto seguido llegó el turno del delantero francés, que acumulaba siete partidos de Liga sin ver puerta. Aunque nunca se le ha considerado un «9», esto último le tenía inquieto.

—Voy a hablar personalmente de lo que siento —dijo por fin en voz alta—. No soy feliz en el terreno de juego, no disfruto.

En ese momento, con alguno de sus compañeros poniendo cara de susto, Simeone le interrumpió:

—Pero, ¿sabes por qué? Te metes demasiadas cosas en la cabeza.

Griezmann siguió explicándose:

—Pienso que estoy jugando o pensando de forma egoísta, cosa que detesto . Cuando me dices que juegue por la derecha, me pongo nervioso. Cuando me dices que juegue cerca del área, me pongo nervioso (…). El otro día bajé a tocar el balón y Gabi me dijo: «No, no bajes tanto, quédate arriba», y le mandé a la mierda diciéndole que me diera libertad para hacer lo que quisiera. Cumplo lo que me pides, profundizo y estoy cerca de la portería. Pero, de vez en cuando, necesito bajar. Creo que es solo una cuestión mental para mí, eso es. Seguiré trabajando y dándolo todo, como siempre.

Un año después, Griezmann sigue en una situación parecida y cada gesto es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario. Se mira con lupa si salta con prisas de la foto del equipo o si se abraza con Simeone tras marcar el gol de la victoria en el 88. Ayer por fin llegaron Diego Costa y Vitolo para repartir la responsabilidad de un equipo que se dice las cosas a la cara y que, a pesar de todo, tiene la Liga a los mismos puntos que hace un año y que mira de lejos una final de Copa que podría ser en el Metropolitano .

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