Magnus Carlsen y Sergey Karjakin, el pasado mes de julio, en Bilbao
Magnus Carlsen y Sergey Karjakin, el pasado mes de julio, en Bilbao - Bilbao Masters
Ajedrez

Duelo entre niños prodigio

El campeón mundial de ajedrez defiende su título en Nueva York ante el único gran maestro que lo superó en precocidad

Madrid Actualizado: Guardar
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Sergey Karjakin es el gran maestro más precoz de la historia. Logró el título a los doce años y siete meses. Cuando la mayoría de los chavales solo piensan en cosas de críos, él ya era uno de los mejores ajedrecistas del planeta, un profesional de élite en un mundo de hombres. Magnus Carlsen, otro genio casi igual de temprano, defenderá su título ante el ruso, con el que ha crecido en paralelo. La historia los ha citado del 11 al 30 de noviembre, en doce partidas (más otras cuatro posibles de empate) que se celebrarán en Nueva York.

El noruego es el número uno y favorito, pero es la primera vez que se juega la corona ante alguien de su generación, un jugador cuyo físico no flaqueará cuando las peleas se alarguen hasta la quinta o sexta horas.

Karjakin, por otro lado, es el actual número 9 del mundo. Muchos habrían preferido como aspirante a alguna de las jóvenes estrellas estadounidenses: Caruana, Nakamura o el recién nacionalizado Wesley So, los tres por delante de Karjakin en la clasificación de la FIDE. Se habría reeditado el Fischer-Spassky de la guerra fría. En el intercambio de golpes verbales típico del boxeo, el ruso se ha mostrado confiado: «Tendrá que probar que es mejor que yo», dijo hace poco. «Si se empeña, puedo ganarle al contraataque».

Carlsen no se altera. Aficionado al Real Madrid, sabe que su rival se defiende como si lo entrenara Simeone y es consciente de que «hay mucha gente trabajando para él en Rusia». En última instancia, sin embargo, confía en su propio talento y en su preparación, quizá su único punto débil. Por su estilo de juego, no necesita memorizar cientos de líneas de aperturas (las primeras jugadas). En eso se parece al mejor Rafa Nadal, capaz de ganar a cualquiera sin un gran saque.

Un millón en premios

El hecho de que se juegue en la capital del mundo, con vistas al puente de Brooklyn, añade interés a este duelo entre ex niños prodigio. Agon, la empresa organizadora, se ha tomado muy en serio la labor de explotar los derechos de la competición, con una bolsa de premios de un millón de euros. La cantidad no es pequeña, aunque es lo que gana Carlsen al año solo en patrocinios y la prueba de que el ajedrez ha perdido posiciones. Bobby Fischer rechazó en 1975 cinco millones por enfrentarse a Karpov. Lo que ocurra en este Mundial marcará el futuro.

La retransmisión por internet, de entrada, es un asunto crucial. Agon lucha por tener la exclusiva de las jugadas en directo, pero un Juzgado de Moscú le dado el primer disgusto al fallar a favor de Chess24, uno de los portales que, desoyendo las advertencias, ofrecieron el último torneo de Candidatos. Allí ganó Sergey Karjakin contra pronóstico y gracias a eso jugará ahora la final.

El asunto es complejo, pero en esencia se trata de dirimir si las jugadas de ajedrez están sujetas a derechos de autor. Los organizadores esgrimen que estas no difieren de las imágenes de un partido de fútbol. Como argumento moral, añaden que el éxito en comercializar este acontecimiento redundará en que los torneos del futuro sean mejores.

La parte contraria sostiene que, si bien las imágenes de las partidas sí pertenecen al organizador, las jugadas no son de nadie. Están ahí, a la espera de que alguien las descubra. Son de dominio público. Es la diferencia entre descubrir e inventar.

La primera demanda resuelta, por veinte millones de rublos (casi 300.000 euros), ha sido desestimada, aunque quedan pendientes los casos contra ChessBomb y ChessGames. En Nueva York, por tanto, Agon no estará sola, aunque sí promete una retransmisión exclusiva (en la versión de pago, 15 dólares por ver todo el Mundial), con imágenes en realidad virtual que permitirán asistir al duelo «como si el espectador estuviera allí».

Apoyos y espionaje

El espionaje, entretanto, un clásico del ajedrez, amenaza con reaparecer en Nueva York. Carlsen cuenta con el apoyo de Microsoft -su partida de exhibición con Bill Gates dio la vuelta al mundo-, que intentará evitar posibles ataques de hackers rusos.

Karjakin, por su parte, es el hombre elegido por Moscú -cuando le ofrecieron el pasaporte no fue por sorteo-, circunstancia que tienen un enorme valor y pone a su alcance un ejército de grandes maestros como posibles analistas. Los equipos, por supuesto, se mantienen en absoluto secreto.

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