Todos los obstáculos del ciclismo

Hace veinte años, en el Mundial de Colombia, el ayuntamiento de Duitama publicó un bando que resume el cariño y la dedicación con los que la población del país suramericano preparó aquel campeonato de glorioso recuerdo para España: todos los perros debían permanecer en casa, en los patios, en sus casetas. No hubo canes en Duitama para incordiar el paso de los ciclistas, aunque esto fue una excepción. El ciclismo es el deporte más expuesto a las veleidades del azar y a los elementos externos, como se vio en la última París-Roubaix, frenado parte del pelotón por un paso a nivel y un tren de alta velocidad.

Hay que tirar de memoria para recordar la suspensión de alguna etapa por inclemencias meteorológicas.

En el Tour de 1996 se recortó el paso por el Galibier por la impresionante nevada en el monte. En el Giro del 88 se anuló una etapa por la nieve. Y en la Vuelta del 83 se recortó parcialmente una jornada... Pero eso sucede en contadas ocasiones. Ni siquiera se mutiló aquella etapa del Gavia, en el Giro del 88, con el pelotón aterido de frío en un panorama sin igual.

Al contrario, la grandeza del ciclismo reside en las dificultades que superan sus protagonistas, en su reconocida gallardía para franquear el umbral del dolor. La París-Roubaix tiene 119 años de historia por su pureza: 119 primaveras de ciclistas sorteando adoquines y caminos de labranza.

Lo mismo para el Tour de Flandes en Bélgica. O para la nueva apuesta del espectáculo, la Strade Bianche, una clásica que se celebra en Siena (Italia) desde 2007 y que transcurre en 70 de sus casi 200 kilómetros por caminos de tierra, sin asfaltar.